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Jair Bolsonaro: un nostálgico de la dictadura en Brasil

El candidato de ultraderecha a la presidencia de Brasil tiene una reconocida trayectoria por ser un defensor de la dictadura militar que se instaló en ese país entre 1964 y 1985, además de sus dichos homofóbicos y racistas. Un blanco permanente del capitán en retiro y parlamentario es también la izquierda y el PT.

Raúl Martínez

  Jueves 6 de septiembre 2018 7:17 hrs. 
Brasília - Os deputados Jair Bolsonaro e Eduardo Bolsonaro falam com a imprensa (Fábio Rodrigues Pozzebom/Agência Brasil)

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“¿Usted se pintó las uñas cuando era niño? Tiene cara de haberse pintado las uñas”. La frase es la respuesta que dio a un periodista el candidato de ultraderecha brasileño Jair Bolsonaro cuando fue consultado ayer sobre la educación sexual en los colegios. La expresión del representante del Partido Social Liberal dejó estupefacto al reportero, pero muestra –una vez más- la mirada del ex oficial del Ejército de Brasil.

Retirado como capitán luego de un alzamiento en los cuarteles y acusado de planificar un ataque contra oleoductos y un cuartel de las fuerzas armadas en Río de Janeiro en 1988, Bolsonaro es reconocido por sus expresiones homofóbicas y racistas, al tiempo que levanta una fuerte retórica hacia la izquierda de su país.

De hecho, el fin de semana se viralizó en redes sociales un video en donde el candidato del PSL aparece empuñando en forma de fusil un trípode de cámara de televisión, para luego agregar “Vamos a fusilar a la ‘petralada’  aquí en Acre”, un estado amazónico cuya capital es Rio Branco.

Bolsonaro agrega luego: “Ya que les gusta tanto Venezuela, tienen que irse para allá. Solo que allá ni siquiera tienen mortadela, solo van a comer pasto”, señala en medio de los gritos de aprobación de sus adherentes.

Los dichos no gustaron en el Partido de los Trabajadores que junto a sus aliados de cara a la elección presidencial de octubre (el Partido Comunista de Brasil y el Partido Republicano del Orden Social), presentó una denuncia penal por amenaza contra el candidato.

Pero siempre se puede esperar más de Bolsonaro. El ex oficial fue reconocido en su paso por el Ejército por ser resistido por los subalternos debido a que tenía un “trato agresivo dispensado a sus camaradas, como por la falta de lógica, racionalidad y equilibrio en la presentación de sus argumentos”, según se lee en el documento donde el coronel Carlos Alfredo Pellegrino lo evalúa por su trabajo en el cuerpo militar.

Luego en la misma institución, lideró un movimiento de reclamo por los ingresos que recibían los oficiales. De hecho fue arrestado por publicar una columna de opinión en la revista Veja sobre el tema y luego fuera procesado por ataques y la planificación de atentados en distintos puntos del país, incluyendo Río de Janeiro y Sao Paulo.

Y aunque la Policía Federal confirmó que el documento donde se planificaban las acciones tenía la caligrafía de Bolsonaro, el Supremo Tribunal Militar lo absolvió –junto al capitán Fábio Passos da Silva-, pero terminó por retirarse para iniciar su carrera política.

En ese campo, Bolsonaro ha pasado por nueve partidos políticos en Brasil, partiendo en el Partido Demócrata Cristiano por el cual ocupó un cargo como concejal de la ciudad de Rio de Janeiro. Dos años después y por el mismo partido consiguió ser diputado federal. Luego fue afiliado al Partido Progresista Reformador (1993-1995), al Partido Progresista Brasileño (1995-2003), al Partido Laborista Brasileño (2003-2005), al Partido del Frente Liberal (2005), al Partido Progresista (2005-2016), al Partido Social Cristiano (2016-2017) y el Partido Patriota, conocido por sus siglas PEN, en el cual estuvo hasta su candidatura presidencial por el PSL.

Los medios internacionales lo califican como el Le Pen brasileño, en referencia al dirigente ultraderechista francés Jean-Marine Le Pen y su hija Marine Le Pen que perdió la última elección presidencial en la nación europea a manos del actual mandatario galo, Emmanuel Macron.

De su labor parlamentaria, las críticas contra Bolsonaro apuntan a su baja asistencia al trabajo legislativo en la sede parlamentaria en Brasilia, además de su escaso aporte en ideas y proyectos de ley.

Más bien el ex capitán de Ejército se caracteriza por ser un agente mediático con amplia repercusión en los medios a raíz de expresiones a favor del uso de armas por parte de estancieros, según él para la defensa de las tomas de los integrantes del Movimiento de los Sin Tierra, o para criticar los reconocimientos que se hacen a afrodescendientes y las minorías étnicas del país.

En paralelo, este miércoles la encuestadora más reconocida de Brasil, Ibope, sostuvo que no difundiría la encuesta comprometida para este jueves 6 de septiembre, afirmando que la situación judicial del candidato del PT, Luis Inacio Lula da Silva, detenido en Curitiba acusado de corrupción, impedía que se diera a conocer el sondeo.

Pero la afirmación de la empresa ligada al Grupo Globo fue vista como un crecimiento en el apoyo popular a Lula cuya candidatura fue inhabilitada en primera instancia por el Tribunal Supremo Electoral y que se espera sea apelada por la coalición que lo respalda.

El mismo estudio de Ibope daría a conocer además otro fenómeno: la imposibilidad de Lula para competir en la contienda electoral de octubre provocaría una nueva configuración de los apoyos electorales donde sectores del empresariado de Brasil estarían por inclinar su voto a Bolsonaro y quitárselo a Geraldo Alckmin que a pesar de la campaña en televisión no logra repuntar en las encuestas.

Aún la elección presidencial en Brasil –con Lula eventualmente fuera de la papeleta-, está en disputa.

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