El pasado sábado, la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile volvió a la Quinta Vergara para realizar uno de sus ya tradicionales conciertos de verano. Fue una presentación con un sabor distinto: con auditores que nunca habían escuchado a una orquesta, con el fantasma del Festival de Viña rondando en los camarines y con soluciones ingeniosas para enfrentar las dificultades de una actuación al aire libre. Este es un relato desde la galería y entre bastidores.