El hecho que más remeció al mundo este año fue la filtración del ex analista de la NSA, Edward Snowden. Un ingeniero informático estadounidense de 30 años que vino a instalar el cambalache del siglo XXI, esgrimiendo las libertades individuales y el derecho a la confidencialidad de nuestros datos que circulan por la web y que, sin embargo, están siendo espiados de manera grosera por los órganos de inteligencia de su país y sus aliados. Una gigantesca filtración de información de no cayó nada bien en su natal tierra de la libertad y que, paradojalmente, luego de ser perseguido consiguió asilo en su archienemigo, Rusia, hoy devenido en una conservadora y populista democracia. Cuando los gobernantes del resto del orbe empezaron a darse cuenta que los metadatos recopilados por los Cinco ojos o países aliados de Estados Unidos implicaban derechamente espionaje no solo político, sino que económico e industrial, los rostros de molestia aparecieron. Tanto como para que la mujer más poderosa del mundo, como se denomina a la canciller Angela Merkel llamara directamente al presidente Barack Obama pidiéndole explicaciones. Una molestia que en la también poderosa Dilma Roussefff se tradujo en la cancelación de su anunciada visita al país del norte. Los cimientos de la credibilidad y el juego limpio estadounidense se pulverizaron dejando en claro que no confían en nadie más que en Dios, como reza el billete dólar: In God we trust…aunque quizás ni eso, y solo crean en el dios- dólar.
Con Snowden se murió la confianza. Cómo interpretan los ingleses lo que ha sucedido en su país, cuando su gobierno se fue en picada en contra del diario The Guardian, que ha venido publicando la información, y no acechó a quienes realizan el espionaje desatado. Imposibilitados, como pocas veces antes, de ponerle un cerrojo a la libertad de información, las autoridades cuyos gobiernos espían al resto del planeta han preferido subir el volumen de la música, de modo que el ruido no nos permita escuchar….a liltle party never killed nobody, (una fiesta pequeña nunca mató a nadie), dicen con el cinismo de un Gatsby, dejando que los gobiernos y pueblos espiados se traguen la rabia y la impotencia de un abuso que continúa día a día.
Snowden refleja la pérdida de confianza que existe a nivel mundial.
¿En qué se cree hoy en Chile? Muy bonita la historia, pero cada vez menos niños creen en el Viejito Pascuero. Menos mal, porque se trata de un señor que pinta de simpático pero es muy cruel e injusto cuando le cumple los sueños a los niños ricos dejando a los niños pobres mirando. Un señor que se ve amoroso, pero que es capaz de la más horrible perversión, como es inducir a endeudarse hasta lo que más se pueda, con tal de “hacer felices a quienes se ama”. ¡Como si se pudiera ser feliz el resto del año con quienes no respiran de tanta deuda y cuota acumulada! ¿En qué creen nuestros jóvenes cuando saben que la educación que reciben es mala y que la promesa de un futuro mejor es un engaño, cuando se sabe que en gran parte la suerte está echada desde la cuna? Quienes esperan los resultados de la Prueba de Selección Universitaria 2013, están desanimados después de rendir un examen plagado de distractores, con preguntas en las que hasta el mismo Neruda terminó siendo el chivo expiatorio. Una prueba que no considera la expresión oral ni escrita, y en cambio, busca cortar cabeza a cómo dé lugar. Una buena manera para perder la ingenuidad de una vez por todas y dejar de creer en una sociedad acogedora y meritocrática, como la que se publicitó en los discursos electorales recientes. Y si alguien osa decirles que cuidado con las redes sociales y su sobreexposición de sus datos personales en Internet, que eso está siendo manipulado por empresas inescrupulosas ligadas, de alguna manera, a los servicios de inteligencia de los Cinco Ojos, de nuevo la música de fondo, pegajosa y seductora, que no deja escuchar nada de lo que se dice porque es una fiesta pequeña pero vaya qué bulliciosa…
Y las madres y padres, ¿en qué creen? En sus hijos, en su familia y en la esperanza de que ellos sí puedan romper la cadena que los ata a una vida que se vive para trabajar. Y los abuelos, ni siquiera en una vejez protegida y tranquila, cuando eso depende del dinero que hayan podido atesorar y no del esfuerzo y compromiso que demostraron durante toda una vida en la construcción de un Chile para todos, como decía otro slogan.
En un país donde somos los reyes del después de pago, voy y vuelvo, te llamo sin falta, mañana te lo devuelvo…es decir, nunca, la confianza pareciera ser el recurso por antonomasia para engañar a los cada vez menos incautos el 28 de diciembre. El descreimiento es generalizado y lo que viene Snowden a recordarnos es que debemos seguir alertas, conscientes. Que el espectáculo de la política nacional es igual de repugnante que lo que se ve en España o en Argentina. Que la fiesta a lo Gatsby, grande o pequeña, la han disfrutado unos pocos desde siempre y por eso mismo no hay quitarles el ojo de encima, así como ellos tienen puestos sus Cinco ojos, sobre nosotros… y que, contrariamente a lo que dice la canción, sí mata.
Que la lucidez sea nuestro mejor regalo, por ahora.
Feliz Navidad, Edward Snowden.