La olvidada rebelión de Baréin

Los movimientos sociales en Túnez, el derrocamiento de Muamar Gadafi en Libia, el forzamiento para la salida del poder de Hosni Mubarak y los Hermanos Musulmanes en Egipto y los estallidos sociales en Yemen, han tenido también su correlato con el alzamiento de la población en este Reino, que además de petróleo cuenta con una de las reservas de gas más importantes del mundo.

Los movimientos sociales en Túnez, el derrocamiento de Muamar Gadafi en Libia, el forzamiento para la salida del poder de Hosni Mubarak y los Hermanos Musulmanes en Egipto y los estallidos sociales en Yemen, han tenido también su correlato con el alzamiento de la población en este Reino, que además de petróleo cuenta con una de las reservas de gas más importantes del mundo.

La mayoritaria población chií de Baréin, regida con puño de hierro por la Monarquía suní de Sheij Hamad bin Isa al Jalifa, continua con sus movilizaciones destinadas a exigir reformas democráticas y el fin de la discriminación por parte del régimen.

Esas movilizaciones, conocidas como Tamarod Baréin (Rebelión) han significado, no sólo una fuerte represión interna, sino que también la intervención de tropas saudíes en apoyo del régimen de Al Jalifa. Manifestaciones que se han sucedido, al margen de iniciativas gubernamentales destinadas a dar cierto aire de apertura a las exigencias de la oposición y que significaron, por ejemplo, la realización de nuevas elecciones legislativas el pasado 22 de noviembre y que fueron boicoteadas por el mundo chií.

Elecciones antecedidas por las elecciones legislativas y municipales de los años 2002, 2006 y 2010, que mostraron cierta cara de cambio de esta Monarquía hereditaria donde el rey es el Jefe de Estado y el Primer Ministro Jalifa bin Salman Al Jalifa es tío del actual Monarca y ejerce como jefe de Gobierno. Cambios que no han sido suficientes para seguir condenando a esta Monarquía como violatoria de los derechos humanos de una población de 1.250.000 habitantes de los cuales el 50% son extranjeros.

El principal movimiento opositor, la Sociedad Islámica Nacional Al-Wefaq, que había obtenido 18 de los 40 escaños parlamentarios en las elecciones del año 2010, junto a otros grupos políticos decidieron boicotear este llamado a elecciones aduciendo que este Parlamento es una mera fachada, un elemento decorativo y simbólico del régimen monárquico, sin peso para influir en la política del país. Crítica que se fundamenta, además, en el hecho que la Cámara Alta está compuesta sólo por miembros designados por el gobierno. Este parlamento funciona más como Consejo Consultivo que como una entidad destinada a proponer, legislar y fiscalizar el cumplimiento de esas leyes, lo que ha dejado patente es la incapacidad para llevar adelante un trabajo legislativo independiente.

Se une a esta crítica sobre la inoperancia del “parlamento”, el hecho que la división de distritos electorales ha sido ejecutada para favorecer a la minoría suní, que se une a la decisión, pocos días antes de las elecciones, de suspender las actividades de Al-Wefaq, así como también cualquier otro tipo de actividad que significará manifestarse contra la Monarquía.

Una isla cercada por influencias

Desde febrero del año 2011, coincidente con otros levantamientos en el mundo árabe, Baréin es escenario de manifestaciones, que han sido reprimidas brutalmente por las fuerzas de seguridad. Movilizaciones sociales que están dirigidas a obtener la libertad de los presos políticos en estos casi cuatro años de rebelión, la retirada de las fuerzas militares saudíes que cruzando la Calzada del Rey Fahd (un puente de 26 kilómetros de largo que une esta isla con Arabia Saudita) irrumpieron en el país para apuntalar a la Monarquía de Al Jalifa y ya a estas alturas de los acontecimientos, con exigencias de poner fin a un reinado que hunde sus raíces desde principios del siglo XVII y que bajo el último de sus monarcas, ha extendido su dominio en las últimas cuatro décadas en esta pequeña porción de territorio habitado mayoritariamente por chiíes, rico en hidrocarburos y en una posición estratégica fundamental. Ubicación que ha significado que Estados Unidos radique, desde principios del año 1990, en el principal puerto de Baréin, Juffar, la denominada Quinta Flota Naval y 4 mil miembros de las Fuerzas Armadas norteamericanas.

Esta Flota es la responsable de las Fuerzas Navales que operan, no sólo en el Golfo Pérsico, sino también en el Mar Rojo, el Mar Arábigo y la costa este de África hasta Kenia por el sur. Baréin, es también sede del mando del US Naval Forces Central Command – Navcent – componente del United States Central Command, CENTCOM y que ofrece la Base de Issa para la utilización de su pista área de un centenar de aeronaves de guerra, utilizada, por ejemplo, para los combates que tienen lugar en Siria e Irak. Además de utilizar el aeropuerto internacional de Baréin. Washington decidió invertir en estas bases 500 millones de dólares, en un proyecto que termina el año 2015 y que permitirá duplicar su actual capacidad en el marco de su reorientación geoestratégica en la región del Golfo Pérsico, la costa este de África, Asia Central y Oriente Medio.

Los movimientos sociales en Túnez, el derrocamiento de Muamar Gadafi en Libia, el forzamiento para la salida del poder de Hosni Mubarak y los Hermanos Musulmanes en Egipto y los estallidos sociales en Yemen, han tenido también su correlato con el alzamiento de la población en este Reino, que además de petróleo cuenta con una de las reservas de gas más importantes del mundo. Levantamiento social, que ha centrado su acción social en la capital Manama , pero sin olvidar la fuerte represión sufrida en el oeste del país, limítrofe con Arabia Saudita habitada, mayoritariamente por población chií.
Represión que se intensificó a partir de abril del año 2011, cuando tropas saudíes en número de 4 mil hombres, amparadas en la estrategia de represión “Escudo de la Península” que es la Organización de Defensa que funciona bajo el amparo del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (CCG) creada por Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Kuwait y Omán, donde también se incluye a Bareín, para intervenir en caso de agresión externa a alguno de sus miembros. Elemento inexistente en el caso de Baréin; pero que permitió a las tropas wahabitas entrar a sangre y fuego, reprimiendo a la mayoritaria población chií y eliminando así cualquier atisbo de diálogo entre la monarquía de los Al Jalifa y la oposición.

En principio, las demandas de la sociedad movilizada dirigida por el tradicional Movimiento opositor a la dinastía de los Al Jalifa – Al Wefaq – no discutían la continuidad de la dinastía suní, pero exigía apertura política y sobre todo, el fin de la discriminación confesional, que excluye a los chiíes de actividades políticas, sociales o de pertenecer al Ejército o al aparato estatal. La revuelta, a la par de la represión de la Monarquía, secundado por Arabia Saudí y el silencio cómplice de Estados Unidos, se ha radicalizado y la juventud bareiní, por ejemplo, exige hoy el derrocamiento del régimen monárquico.

Las movilizaciones que han tenido su epicentro en la denominada Plaza de la Perla, en la capital bareiní de Manama, han sido silenciadas por los organismos internacionales, la prensa occidental y aquellos gobiernos y medios de comunicación afines a la Monarquía de la Casa Al Saud de Arabia Saudí y las monarquías árabes del Golfo Pérsico. En el caso específico de la Casa Real Wahabita, incluso ha apoyado con tropas la represión contra la población chií, causando desde febrero del año 2011 la muerte de 200 personas, centenares de heridos y al menos 30 mil detenidos con distintos niveles de penas.

La monarquía saudí ha intervenido política y militarmente en Baréin, temeroso que la influencia de la lucha en este pequeño país, con población mayoritariamente chiita, se extienda con su fuego de indignación al este del país, donde vive una significativa minoría chií en la región del Al Qatif, en la provincia de Al Sharqiya, en torno a las ciudades de Dharhan y Awamiyah. Las protestas contra Riad, se han intensificado desde noviembre del año 2011, sobre todo en la mencionada región este del país, lo que explica la fuerte represión contra las demandas de mayor libertad política, libertad de expresión y movilización además del fin de la discriminación económica y religiosa.

Ciegos, sordos y mudos

Entidades de defensa de derechos humanos, entre ellas Amnistía Internacional (AI) han dado a conocer sus críticas al reino saudí por “la grave situación de derechos humanos” y que signa en 30 mil los presos políticos y la pérdida de derechos civiles que se habían obtenido años anteriores en un proceso de diálogo que se ha interrumpido. Para la monarquía que domina Arabia Saudí hay mucho en juego a la hora de detener la movilización, no sólo en el este de su propio territorio, sino también del pueblo bareiní pues representa la primera insurrección en grado de poner en peligro a los ricos Estados árabes del Golfo Pérsico, dominados por monarquías retardatarias a cualquier avance social y político de sus pueblos. Es esa la razón principal que explica la intromisión de Riad en los asuntos internos de Baréin a quien considera como parte de su patio trasero y con todo el derecho de hacer u deshacer según convenga a los intereses de la familia real saudí, en el marco de los objetivos estratégicos de Estados Unidos y el propio régimen de Israel.

El apoyo represor de la Casa Al Saud, no ha merecido reparos, presentaciones ante el Consejo de Seguridad o peticiones de embargo por parte de Estados Unidos y sus aliados occidentales. No se ha escuchado crítica alguna al proceder de la familia de Al Jalifa, que reina en Baréin y su aliado saudí. Y esto tiene su lógica, vista la cercanía de ambas casas reales con el régimen de Israel y principalmente con Estados Unidos, país que mantiene en su territorio bases militares y de inteligencia destinadas a contener los idearios libertarios de los países de la zona, la influencia regional que ejerce Irán o el desarrollo de procesos que conduzcan a la búsqueda de alternativas distintas a las que ofrece Estados Unidos y sus aliados.

A pocos meses del estallido de la revolución en Baréin, el periodista Alain Gresh señalaba respecto al silencio del mundo frente a los hechos en ese pequeño país árabe y que tiene plena vigencia hoy, a casi cuatro años del inicio del levantamiento del pueblo bareiní “se masacra a un pueblo árabe, pero la prensa no dice nada. La OTAN ni Estados Unidos van en su auxilio. Las Naciones Unidas callan y ello es por una muy simple razón: Bahréin es una monarquía de petrodólares, lacaya y satélite de la hegemonía estadounidenses y este orden no conviene alterarlo”. Con Baréin se utiliza la estrategia de la ceguera, el no escuchar y menos oir los lamentos de un pueblo con aires de libertad y que sin embargo está siendo ahogado por una monarquía interna y los afanes de una monarquía con ínfulas de potencia regional, que suele no sólo ayudar a reprimir a sus vecinos, sino también financiar y apoyar movimientos terroristas como ha ido el caso de Al-Qaeda, EIIL (Daesh en árabe) y otros movimientos salafistas contrarios al propio Islam.

El analista Assad Abu Jalil en un interesante artículo titulado “Baréin Olvidado” señalaba acertadamente que “los hechos en Baréin no parecen figurar en la agenda de ningún Estado ni partido. Los gobiernos árabes difícilmente han apoyado al pueblo bareiní y esto porque la región sigue padeciendo el impacto de la intensa campaña de agitación anti-chií patrocinada por la monarquía wahabita…a ello se une que Estados Unidos ha encubierto a la familia real de Baréin minimizando la severidad de la represión y la violencia y ha seguido invocando argumentos para hacer, supuestamente a Baréin un caso especial y para ello creó una comisión monárquica especial para investigar los hechos, concluyendo que ni la familia real ni su sistema político son responsable del deterioro de los derechos humanos en ese reino”.

La denominada comisión Bassiouni, así como las recomendaciones formuladas por el Consejo de Derechos Humanos no han servido para detener la represión contra la población bareiní, que sigue manifestándose en función de lograr cambio significativo a sus situación política, religiosa y social. Los acontecimientos, acciones y desarrollo de la Tamarod en Baréin demuestra que esa comisión, si hubiese sido verdaderamente independiente tendría que haber concluido que la represión en Baréin no habría sido posible sin la cobertura de Estados Unidos y de la Unión Europea (UE), que “parece amar y cuidar a unos árabes, mientras contempla con alegría la matanza de otros” concluye Abu Khalil.

Desde el inicio de la Tamarod en Baréin – en el mes de febrero del año 2011 – las leyes destinadas a combatir las manifestaciones de la población han intensificado la represión y el juzgamiento severo de cualquier acto, que según las autoridades bahreiníes, vayan contra el orden público y la legitimidad de la monarquía. Leyes denominadas de “Protección a la comunidad contra actos terroristas” aplicadas contra la oposición política y aquellos activistas de derechos humanos, que después de 3 años de rebelión siguen cumpliendo penas de cárcel que van desde un año hasta duras condenas de cadena perpetua. Para los organismos defensores de derechos humanos Bahréin corre peligro de quedar sumido en la inestabilidad a causa del nivel de violaciones de derechos humanos en el país y de la impunidad reinante en las fuerzas de seguridad por estos abusos.

Todas las organizaciones consultadas respecto al tema de derechos humanos coinciden que las autoridades de este país insular deben poner en libertad inmediata e incondicional a todas las personas encarceladas por exigir la libertad de expresión, asociación y reunión. Igualmente recomiendan que las personas, actualmente encarceladas, deben ser juzgadas de nuevo ante tribunales civiles, con todas las garantías procesales, o deben quedar en libertad. Se deben permitir las manifestaciones pacíficas y controlar a las fuerzas de seguridad ordenándoles claramente que no hagan un uso excesivo e innecesario de la fuerza. Deben garantizar que se llevan a cabo investigaciones independientes, imparciales y exhaustivas de todas las denuncias de tortura y otros malos tratos, muertes bajo custodia, y homicidio de manifestantes, y deben procesar a los responsables de estas violaciones de derechos humanos.

Para el análisis de Itxaso Dominguez de Olazabal “la crisis política en Baréin se mantiene e intensifica, y no parece que ello vaya a cambiar en el corto plazo. El país se ve sumido en una espiral de tensiones sociales, violencia sectaria y degradación continua de la situación económica (a lo que no ayuda la reciente bajada en los precios del petróleo). Estamos ante una sociedad civil significativamente erosionada en los últimos años. La creciente represión de libertades fundamentales no ha hecho además sino incrementar los efectos negativos de los insatisfactorios avances del dialogo nacional…La oposición, en un primer momento pacífica, se ha ido radicalizando progresivamente, a lo que el régimen se ha enfrentado aumentando vertiginosamente el número de arrestos con severas penas de cárcel e incluso revocando la ciudadanía de todo sujeto incómodo (mientras se permite la nacionalización de sunitas provenientes de países vecinos), modificando así la propia composición demográfica del país”.

En principio, la Tamarod no tenía carácter sectario, se fundaba en bareiníes de todas confesiones y pertenencias y los propios errores del régimen y su política sectaria: despido de cientos de funcionarios públicos chiíes, el derribo de mezquitas de esa rama del Islam, la represión y la entrada de fuerzas militares saudíes para reprimir la Tamarod, dieron cuenta que el sectarismo y la influencia saudí está ganando la partida en Baréin. Ello, en el marco del temor creciente frente a las acciones de Daesh, la presencia regional de Estados Unidos, Gran Bretaña, que han hecho de Baréin aliado de una coalición contra el movimiento terrorista takfirí. No olvidar esta Tamarod es no omitir que son millones de seres humanos los que buscan un camino distinto a su actual situación. Ya sea con Baréin, como con el pueblo saharaui y el palestino, junto a todos aquellos que se movilizan por su libertad, está prohibido olvidar.

Articulo del Autor cedido por Hispantv

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