Señor Director:
Ante la profusa circulación que se ha dado a la carta del médico Carlos Molina, me veo obligado a enviar la siguiente aclaración:
1) Efectivamente dije al final de tu entrevista (y lo he dicho en otros lugares) que Allende nos trató de “contrarrevolucionarios”. Pero siempre lo he hecho en el sentido de que fue una experiencia personal, no como dato histórico. Ese día estuvimos en la Plaza, con un grupo de compañeros, gritando – como muchos otros – “¡a cerrar el Congreso Nacional!”. Cuando Allende dijo que no lo iba a cerrar, gritamos aun con más fuerza, y en el bullicio, no escuchamos lo que él dijo después. En ese punto, un grupo de militantes de la Unidad Popular, que estaba detrás nuestro, comenzó a insultarnos y, entre otras cosas, a gritarnos “¡contrarrevolucionarios”!. Como estaban armados de palos (se supone, para defender el gobierno de Allende), juzgamos conveniente retirarnos por la calle Agustinas, impresionados por el hecho de que nos consideraron contra-revolucionarios, justo cuando, allí mismo, se evidenció la división en que estaba la Izquierda, presagiando una hecatombe venidera, del Gobierno y del mismo movimiento popular.
2) Jorge Magasich, un historiador serio y además un amigo, que está estudiando el gobierno de Allende, rectifica mi impresión, echando mano a fuentes objetivas. Por tanto, tratándose de la verdad objetiva de lo que allí, efectivamente, dijo Allende, debemos aceptar su rectificación. No obstante, eso no anula el hecho concreto que muchos de los que estuvimos allí configuramos nuestra memoria, subjetivamente, del modo señalado, porque nos insultaron y amenazaron en función de lo que dijo Allende.
3) Es un hecho global de la historia que el Presidente no asumió, en un momento crítico, el liderazgo del “poder popular” para impedir el golpe de Estado y/o avanzar en el proceso revolucionario. Por el contrario, remarcó su táctica legalista y optó, como se sabe, por auto-eliminarse en ofrenda a ella, según un proyecto personal que tenía pensado desde antes (testimonios de Carlos Altamirano).
4) También es un hecho histórico probado que, a propósito de la Asamblea Popular realizada en Concepción el 27 de julio de 1972, el Presidente Allende afirmó, el 31 de ese mismo mes, que aquellos que desconocían la vía legal e institucional que él propugnaba “no podemos sino considerarlos como contrarrevolucionarios”.
5) Del mismo modo, es igualmente efectivo que, en agosto de 1973, altos dirigentes de los partidos políticos de la Unidad Popular redactaron una carta criticando la conducción personalista que Salvador Allende estaba dando al proceso en un momento crucial, razón por la cual le propusieron ceder esa conducción al Comité Político constituido por esos partidos. Lo responsabilizaron de la crisis y de la inmovilidad en que se hallaba el Gobierno en ese período.
6) En lo personal, desde siempre y hasta el día de hoy, he sostenido la importancia de que los movimientos sociales, las instancias de poder popular y las de soberanía ciudadana sostengan y desarrollen su autonomía política, como garantía de que los cambios estructurales que propongan sean realizados, con más decisión, desde las mismas bases.
7) Reconozco, acepto y celebro rectificaciones puntuales como la planteada por el historiador Jorge Magasich, pero no cabe celebrar en igual grado el modus operandi de camaradas nostálgicos que siempre están prestos a aprovechar cualquier oportunidad para denigrar el accionar de otros camaradas de ruta. Y esto no es sólo una experiencia personal, sino una verdad historiográfica, según se ve en los correos que escriben y en la forma en que los hacen circular.
Cordialmente
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