En Sala Master de Radio Universidad de Chile tuvo lugar la mesa redonda Monseñor Óscar Arnulfo Romero: Vida, martirio y legado. Acto en conmemoración del sacerdote de El Salvador, ultimado en 1980, a manos de un escuadrón de ultra derecha.
Monseñor Romero, famoso por sus homilías en favor de los pobres y oprimidos del mundo, fue beatificado el 22 de mayo de 2015. Antecedente que abre paso a su futura canonización.
En la presentación, Juan Pablo Cárdenas, director de Radio Universidad de Chile, recordó el modelo de pastor y de iglesia católica que representaba Romero. Así, enfatizó en la importancia del legado para la lucha del pueblo salvadoreño y latinoamericano.
La mesa redonda moderada por el periodista Patricio López, abordó inquietudes como la postura vaticana sobre la figura del sacerdote: ¿Qué le quiere decir el Papa Francisco a América Latina cuando saca a monseñor Romero de la postergación en la que estaba y lo vuelve a poner en el centro de la discusión desde la iglesia católica?
La instancia contó además con la presencia del embajador de El Salvador en Chile, Víctor Manuel Valle Monterrosa. El diplomático habló de la beatificación de monseñor Romero, acto “emotivo y de gran concurrencia” en San Salvador.
Anécdotas de por medio, Valle rescató la importancia del sacerdote para su pueblo y el resto del continente: “Para hablar de la vida, el martirio y legado de monseñor Romero se necesitaría mucho tiempo, pero me gustaría centrarme en algunos rasgos fundamentales”, señaló, dando paso a la narración histórica de la vida del beato.
Su infancia, campesina, es su primer apronte con los pobres y la oración. En su temprana adolescencia inicia su contacto formal con la formación religiosa: a los 15 años ingresa al Seminario Mayor, pocos años después es enviado a Italia a estudiar a la Pontificia Universidad Gregoriana, base de formación católica por excelencia.
El vértigo y su profundo desarrollo intelectual y académico fueron destacados por el embajador: “Cuando Romero llega a Italia (1937) está el Papa Pío XI y quien después fue Pío XII, ambos sacerdotes tenían como denominador común el gran conservadurismo. Ambiente en el que se formó Romero, contexto que le debe haber permitido reflexionar sobre su presente y futuro”.
Con 25 años retorna al El Salvador, a un pueblo pequeño como párroco: “Yo tengo una hipótesis histórica”, dijo el embajador para explicar el devenir de Romero. El asesinato de su amigo íntimo y también sacerdote Rutilio Grande, “puede haberlo afirmado en sus convicciones. Sin embargo, estas se iniciaron desde muy temprano”, ya en sus veintes, se acercaba a los humildes, pobres y desvalidos, “la verdadera razón de su existencia”.
Víctor Manuel Valle Monterrosa también recordó cuando en 1968 fue nombrado como secretario de la Conferencia Episcopal; año en el que sucede en América Latina un hecho señero para el continente: la reunión de la Conferencia Episcopal en Medellín, donde se lanza la línea del trabajo con los pobres, recogiendo lo ya acuñado en Puebla: la visión social de la iglesia católica para América Latina, vertiente fundamental para la defensa de los derechos humanos en las dictaduras venideras.
Luego es nombrado Obispo Auxiliar de El Salvador (1970), en 1974 asume como Obispo de una diócesis; y en 1977 es nombrado Arzobispo: “Gracias a esa personalidad serena, había logrado granjearse una reputación de suave y sencillo”, cargo que ejerce por cortos tres años. “En ese tiempo ejerció un apostolado muy intenso. Es ahí donde con sus acciones pavimentó el camino al martirio (…) él construyó conscientemente su trayectoria. Tuvo acciones valientes y premonitorias, con frases sobre el compromiso con los pobres y su prestancia al sacrificio”.
“Que mi sangre sea semilla de libertad”: el martirio de Romero
Sus homilías marcaron a pulso su vida y muerte. En cada una de sus intervenciones, Óscar Arnulfo Romero hacía relucir su compromiso con los más desamparados. Así, el embajador recordó algunas célebres frases como “Si me matan, que mis asesinos sepan desde ya que les perdono”, o “que mi sangre sea semilla de libertad”, pavimento de su propio martirio.
“La última homilía, cuando en una oratoria muy encendida, le ordena a las fuerzas de seguridad que cesen la represión, es tomada como un desatino de Monseñor: pero conociendo su serenidad y sabiduría, qué duda cabe de lo deliberado su acto”, preguntó el diplomático.
A su juicio, “es posible que esta frase haya acelerado un mecanismo ya montado. El sermón del 23 de marzo aceleró la decisión” de un asesinato ocurrido al día siguiente. “Si hay una frase que debe haber condenado a muerte a Romero es cuando dijo que era necesario cambiar de raíz todo el sistema”, lo que fue considerado como una afrenta por las clases dirigentes de El Salvador.
En su intervención, Víctor Manuel Valle Monterrosa adelantó que la justicia reabrió la causa del crimen, por lo que esperan ahora poder condenar al capitán Saravia, responsable del disparo.
“La muerte y el sacrificio de Romero fue un hecho insólito en la historia de la Iglesia. Uno parecido es el ocurrido en el siglo XII cuando Thomás Becket (Santo Tomás de Canterbury) fue asesinado por sicarios por la tensa relación entre iglesia y monarquía”.
La reflexión histórica hecha por el embajador relaciona a esos sicarios con los que mataron a monseñor Romero: “Lo que no se sabe es quién mató a Enrique II. Incógnita que hay que resolver históricamente”.
La universalidad de su valentía
La universalidad de su legado es el mejor ejemplo de la importancia de Monseñor Romero. Ejemplo de ellos es que el día de su muerte fue declarado por la Asamblea General de Naciones Unidas como el Día Internacional del Derecho a la Verdad.
El doctor en Filosofía y analista político, Álvaro Ramis, profundizó en su herencia valórica, una que incluso es recogida por el Papa Francisco. Así recordó que en la última homilía ofrecida por el sumo pontífice se mencionó la figura de Romero, contraponiendo su vida y muerte con la de muchos representantes actuales de la Iglesia: “Él (Francisco) critica a esta iglesia tibia, organizada en torno a los negocios, al dinero”, en oposición a la memoria subversiva a Romero: “El Papa usa el ejemplo de Romero para poder motivar, remecer. Romero es un personaje universal, es una figura emblemática del continente que se instala para gritar las verdades que nadie quiere oír”.
También comentó que en la actualidad, dada la importancia de Romero, se discute si (además de santo) se lo nombra doctor de la Iglesia, categoría que solo han alcanzado unas decenas de personajes como San Agustín, Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, quienes han sentado doctrina en materias relevantes en la historia.
Para Ramis esta es una situación muy emblemática, dado que no existe otra figura latinoamericana que ostente tal distinción: “La propuesta teológica, pastoral, ética, tiene valor universal más allá de su momento de vida, tiene un valor en la historia de la humanidad porque en Romero hay un tránsito desde la Ortodoxia (apego a la doctrina) a la Ortopraxis (la aplicación de las buenas doctrinas): monseñor Romero hace coherente lo que se adhiere en su fe, con su práctica diaria”.