Rapa Nui a la cabeza

  • 27-10-2009

Para quienes observamos el proceso a distancia es una sensación de adultez nacional, de madurez democrática que no deja de producir cierta emoción. Para el pueblo rapanui es recobrar parte de la dignidad perdida y, sin duda, que se constituyó en un hito histórico. La consulta ciudadana a la que se sometieron sólo 706, de los más de 4 mil residentes de Isla de Pascua, hace pocos días, respecto de la posibilidad de que se regule la residencia y permanencia de turistas en su territorio, es una señal inequívoca de que las cosas están cambiando y de manera definitiva.

Porque esto no se trata de una dádiva del gobierno central que les entrega como un placebo electoral sino que de un mecanismo permanente al que podrán acceder estos casi 700 mil chilenos que manifestaron en el Censo de 2002 pertenecer a uno de los ocho pueblos considerados en el instrumento estadístico de población nacional, y que a partir de la entrada en vigencia del polémico Convenio 169 sobre los pueblos indígenas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tienen el derecho a ser consultados por el gobierno de turno respecto de cualquier modificación constitucional que los afecte de manera directa.

En el caso de los rapanui representan un escaso 0,7 por ciento de la población originaria de nuestro país, pero su peso simbólico es muchísimo más grande, ya que se trata de la historia de habitantes del territorio nacional que por décadas han sido ignorados y peor, abusados en su derechos mínimos ciudadanos. La ignorancia de quienes vivimos en el “conti”, como ellos nos llaman, es tan grande que cuesta entender cómo ya en la primera década del siglo XXI haya quienes no reconozcan en su valor arqueológico nada más allá de los moais, dentro de lo que nos ha legado esta isla que fue reconocida en 1995, como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Una deuda enorme que tenemos con los rapanui, pero también con los pueblos alacalufe, atacameño, aymara, colla, mapuche, quechua y yámana. 

En el caso de quienes habitan Te Pito o Tenua, ese “Ombligo del mundo” distante a más de 3 mil 600 km. de la costa continental, y su pronunciamiento en esta inédita consulta, es que resulta vinculante para la autoridad central, por lo que ahora están a la espera de la reforma constitucional que enviará el gobierno al Congreso dentro de los próximos días y que pondrá por primera vez un cese a lo que ha sido la ya ancestral depredación de la Isla.

En 1974, el arqueólogo que integró diez años antes la famosa expedición noruega de Thor Heyerdahl a Isla de Pascua, Bill Mulloy “acuña la idea que Rapa Nui, como un microcosmos, parecía encapsular y reflejar los procesos actuales de destrucción del ecosistema global y que lo que allí ocurrió era una advertencia para la Humanidad y que (…) esta diminuta isla en medio del vasto Océano Pacífico, tan aislada como la Tierra en el sistema solar, refleja sorprendentes paralelos con problemas contemporáneos del planeta, como el agotamiento de los recursos naturales, la sobrepoblación y sus catastróficas consecuencias”, como lo explican los expertos académicos de Universidad de Chile Vargas, Cristino e Izaurieta, en su libro “1000 años en Rapa Nui. Arqueología del asentamiento” editado por Editorial Universitaria.

De aquí que no sea nada voluntarista esto de limitar la denominada capacidad de carga de Isla de Pascua, ya que hay que considerar que hoy viven allí, de manera permanente, cerca de 4 mil personas, una cifra que puede aumentar de manera explosiva, según los dos mil nativos dependiendo de la demanda turística, que tiende a enceguecer una vez que asoma sus dólares.

Un paso más allá en esta proactiva actitud que les propone el Convenio 169 a los pueblos originarios es actualizar otra poderosa herramienta legal, como lo es la Convención de la Unesco de 1970, que tiene que ver con la muchísimas piezas arqueológicas que han sido robadas por coleccionistas, estudiosos y simplemente saqueadores, y que hoy se exhiben con desparpajo en grandes museos del mundo. No deja de llamar la atención que la publicación sobre el patrimonio cultural de Isla de Pascua, editada por el Gobierno de Chile, la Universidad de Playa Ancha y el Consejo de Ancianos Te Mau Hatu o Rapanui, aparezcan como piezas ejemplares de esa cultura, vestigios que en su totalidad se encuentran en museos extranjeros. Como es el caso del Moai Kava Kava, que es parte de la colección del Museo de Arte Primitivo de Nueva York; lo mismo que el Moai Paa Paa que está en el Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard; el Moai Tangata en el Metropolitan Museum de Nueva York o la tablilla de jeroglíficos llamada Kohou Rongo Rongo Aruku Kurenga, que poseen los Sagrados Corazones en Roma.

“La debilidad de todo esto – como acusa el arqueólogo peruano, Walter Alva-  es que no hay un frente común entre los países que reclaman”.

Aspiramos a que el próximo gobierno no tanto exigido por los instrumentos legales internacionales como por la conciencia de la enorme deuda histórica que tenemos con nuestro pueblos originarios, vaya a la delantera y traigan de regreso a muchos de estos tesoros…¿o es que también se harán los lesos con este compromiso?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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