El big bang político

  • 16-12-2009

Es cierto que cuando hay balotaje todo comienza de nuevo. Tendremos que esperar hasta el 17 de enero 2010 para conocer al próximo Presidente de Chile.  Sin embargo, esta elección ya arrojó resultados que nadie puede desconocer.  Y uno de ellos es que la política chilena está conmovida por la explosión que acompaña a los nacimientos.  O, si se quiere ser dramático, al estruendoso cierre de una etapa. Acabamos de ser testigos del final abrupto de una forma de hacer política. Una especie de singularidad espacio temporal que debiera dar origen a un big bang. Y de allí surgirán exigencias de nuevas miradas, demandas para cubrir expectativas que pocos han querido reconocer. Todo ello es parte de un nuevo escenario político creado por ciudadanos que, aparentemente, se niegan a ser sólo consumidores.

Hay unos más damnificados que otros. La Concertación de Partidos por la Democracia como la conocemos desde hace 20 años, ha terminado. Allí están los daños más severos.  Aunque en la derecha también cayeron cascajos que destruyeron mitos y acrecentaron las desconfianzas. Pero las reacciones ante tales estropicios pueden esperar. La ilusión de hacerse, también, con el poder del Estado es un antídoto para cualquier crisis. 

Pero la Concertación no tiene tiempo. Sus dirigentes saben que o toman medidas inmediatas o deberán despedirse del poder. Y tomar medidas inmediatas significa hacer un cambio radical en la conducción de sus partidos. 

En la Concertación, nada será igual de aquí en adelante.  Y los mayores cambios tendrán que venir en el Partido Socialista (PS).  Perdió dos senadores y bajó su votación general. Eso, además de que antes de la elección, ya habían emigrado otros dos senadores, Alejandro Navarro y Carlos Ominami. Y sin ser demasiado perspicaz, uno puede colegir que en los votos que sacó Marco Enríquez Ominami (20,13%) está buena parte del electorado socialista (10,01%). Tal realidad resulta incluso más chocante si se considera que la dirigencia del PS se la jugó por el abanderado presidencial Eduardo Frei.  Incluso, hubo críticas, en la previa a la elección, por el desamparo en que estaban algunos candidatos socialistas al Parlamento.

En la Democracia Cristiana (DC) las embestidas bajarán algo de intensidad.  El respiro viene de una leve remontada después de la apabullante caída que experimentó el Partido en la elección municipal del año pasado (13,96%).  Aunque el alza no es muy considerable (14,30%), sirve.  Sobre todo si se considera que aumenta de cinco a nueve sus senadores. Es el reverso de la medalla con el PS.  Y, tal vez, en la raíz de los males que aquejan a éste se encuentre el entendimiento que estimuló el presidente socialista, senador Camilo Escalona, con la DC. Incluso en la designación de Eduardo Frei, Escalona también desempeñó un papel preponderante.  Y allí está otro de los elementos que permiten entender esta crisis.  Frei fue prácticamente impuesto a la Concertación.  Era el afán de salvar a la DC, luego de la magra votación obtenida en las municipales del 2008. A la vista de los resultados, tal atropello no parece haber sido compensado. Eduardo Frei obtuvo la votación más baja de la Concertación en primera vuelta (29,60%). Y fue la cara opuesta a lo ocurrido en su anterior presentación, cuando marcó el récord logrado por su coalición (57,98%)

Los articuladores de esta estrategia partieron de la base que si el candidato no era democratacristiano, el PDC se alejaría de la Concertación y ésta llegaría a su fin.  Además, daban por sentado que ese Partido sufriría fracturas que los llevarían a la desaparición. Es posible que el costo de mantener a la DC con vida y en la Concertación sea demasiado alto para los socialistas.  Y, en definitiva, para la propia Concertación.

Mención especial requiere la postulación de Jorge Arrate y el desempeño de los candidatos del Partido Comunista (PC).  Con tres diputados, el  PC vuelve a Parlamento después de 36 años. Sin duda, un golpe a la exclusión impuesta por el sistema binominal, que sigue en boga.  No hay que olvidar que los tres diputados comunistas salieron porque fueron en lista conjunta con la Concertación.  Y, dicho sea de paso, tal alianza no logró ninguno de los doblajes que pretendía.

En cuanto a Jorge Arrate, si bien alcanzó una votación mayor (6,21%) que otros representantes de la izquierda en el pasado, no fue un desempeño descollante. Un antecedente más que hace pensar que la política cambió.  El compromiso ideológico que agitó a Arrate no logró conmover sino a quienes estaban muy ideologizados.  El resto sólo se limitó a minimalizar la política.  De cualquier manera, pareciera que el elector chileno no desea una propuesta demasiado contundente, tipo Socialismo Siglo XXI.  Se conforma con algo más edulcorado. Y de allí la búsqueda de identidad más que de respuestas programáticas. Porque nadie me podrá convencer que la seguridad es más importante en Chile que la educación, por ejemplo.

De cualquier manera, el big bang ya está en proceso. Habrá que esperar para ver como se acomoda el universo que viene.  Pero una cosa ya se sabe: tendrá que ser uno con más participación. Posiblemente no seremos nuevamente estandartes mundiales en cuanto a reformas o experimentos políticos.  El mundo cambió y, con él, los chilenos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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