Es cierto que en política se ven paradojas. El gatopardismo es una de las más reconocidas. Eso de cambiar todo para que nada cambie, es de una virtualidad exquisita. Casi posmodernidad pura. Hoy, los chilenos tenemos la posibilidad de vivir una paradoja. Debo reconocer que no sé si este es un mal mundial o sólo nos corresponde a nosotros. Si fuera lo último, representaría un título que podríamos agregar a nuestro alicaído palmarés.
La elección presidencial que se decide el 17 de enero es una paradoja. Empezando por la manipulación mediática. El líder de la derecha, Sebastián Piñera, alcanzó 44% en la primera vuelta. Menos que los sufragios que lograron él y Joaquín Lavín en la elección anterior. Pero hoy, todos están convencidos que es el ganador indiscutido. La razón, que la diferencia con Eduardo Frei (30%) sería irremontable. Y aquí viene una segunda paradoja, esta vez psicosocial. ¿Por qué Frei tuvo una votación tan magra? La respuesta más socorrida es: porque los chilenos no quieren más de lo mismo. ¡Ah! Pero la Presidenta Michelle Bachelet tiene un 80% de aprobación ciudadana ¿y no es ella también responsable de lo que ahora se rechaza?
Los candidatos, otra paradoja. Empecemos por Frei. Se impuso en unas primarias que más parecieron designación a dedo que ejercicio democrático. Como no se puede decir que es un dicharachero, en su anterior mandato se lo presentó como un tecnócrata. Fome, cierto, pero efectivo. Y así hizo su administración, con el perfil casi por el suelo. Ahora intentó rejuvenecer. Su esposa hasta lanzó declaraciones acerca de su sensualidad, que en los Estados Unidos podrían haber generado una debacle casi como la que afecta a Tiger Woods. Privatizador distinguido en su gobierno, hoy es estatista furibundo.
Vamos a Piñera. Se presenta como el adalid de la transparencia y de la honradez. Pero se molesta cuando le recuerdan que estuvo declarado reo por el desfalco del Banco de Talca. Y si viviera Ricardo Claro, quizás que otras cosas se sabrían. Nadie ha tocado hasta ahora el caso Chispas. Y como las paradojas no dejan margen, se presenta cual el campeón de la sensibilidad social ¿Cuántos dirigentes sindicales de sus empresas han firmado cartas de apoyo a su candidatura? Ninguno. La razón, posiblemente él forma parte de los responsables de que Chile se encuentre entre los diez países que peor reparten la riqueza en el mundo. Por si a alguien se le olvidó, Piñera declara una fortuna de US$ 2.000 millones. Y aquí todos sabemos que las declaraciones de renta de las grandes fortunas son virtuales. Ya anunció que habrá bonos a destajo para los más pobres. No se ha pronunciado a favor de una reforma tributaria ¿De donde saldrá la plata para los bonos? Privatizará Codelco ¿tal vez?
Vamos a otra paradoja. Los electores. Enfrentados a la disyuntiva de votar por Frei o por Piñera, los que se inclinaron por Marco Enríquez Ominami muestran semblante de enfado. Parecida a la cara de taimado que pone el líder cuando tiene que abordar el tema. Insiste en decir que deja en libertad de acción a sus electores. Y ese 20% duda. Se supone que son personas progresista que quieren más justicia social, menos desigualdad, más oportunidades para todos, más participación. Pero algunos de ellos se aprestan a votar en blanco o a anular el voto. El argumento: Frei es más de lo mismo, y por Piñera nica. O sea, se hacen a un lado, como si este partido no fuera de ellos.
Hay aún otra paradoja que es transversal. El cambio. Todos dicen que lo representan. Pero una y otra coalición sigue haciendo política como antaño. Si no fuera así, la Concertación no se estaría desgajando, empezando por la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Y las tensiones en el interior de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y de Renovación Nacional (RN) han quedado postergadas sólo hasta el 17 de enero.
La verdad es que esto de las paradojas es sorprendente y, por ello, entretenido. Finalmente, en política uno puede llegar a conclusiones. Por mucha tecnología que le pongan, Chile sigue dividido entre ricos y pobres. El 80% de la riqueza la maneja el 5% de la población. A nivel mundial, el cambio ha significado que los explotados se transformaron en globalizados. Y los explotadores ahora son globalizadores. Suena un poco más cuántico. Pero, en realidad, Cristo y Marx tenían razón. El primero, al decir que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos. El segundo, en aquello de la lucha de clases.
Y la paradoja final. Pese a parecerse tanto, Frei y Piñera representan intereses distintos. Es cosa de mirar el entorno. Lo único nuevo que hoy muestra el líder derechista es la incorporación a su comando de Paul Fontaine -neoliberal desde siempre-, jefe del equipo económico de Enríquez. En el otro lado, las novedades corren por cuenta de la incorporación de la izquierda extra parlamentaria a la campaña. Es, posiblemente, el reconocimiento de que esta vez sí se terminó con la exclusión, al menos de los comunistas. Y ese es un avance democrático al que la derecha se opuso tajantemente durante 36 años.
Es posible que nuestra paradojal política sirva para definirnos.