Desde el corazón

  • 24-12-2009

La PSU y las postulaciones a las universidades han copado la agenda noticiosa. Jóvenes preocupados intentan definir su futuro equilibrando sus vocaciones con la realidad y las perspectivas ocupacionales de sus opciones. Se hace explícita la diferencia entre la educación pagada y subvencionada y la diferencia de oportunidades que han tenido los jóvenes, muy marcada por su origen social.
 
En este contexto se estrenó en los cines una película chilena en que un médico recién recibido llega a ejercer al sur profundo, con lluvia, frío y alta ruralidad. Es hijo de médico, quiere ser especialista y el trabajo actual es sólo transitorio; tiene puestos sus ojos y corazón en Santiago.

La película muestra el choque entre dos mundos, el país real y este médico recién recibido que a ese país no lo conoce. Su formación universitaria y familiar lo ha mantenido al margen. Las oportunidades las ha aprovechado para pensar como joven de país desarrollado, quiere ser un médico especialista.

Sin embargo la deformación no ha sido total, le queda sensibilidad para emocionarse y comprometerse progresivamente con la pobreza que lo rodea. Pero el llamado de Santiago es más fuerte.

Este médico recién titulado resume bien la realidad de muchos de los médicos que entran a ejercer al sistema público de salud y particularmente la de aquellos que optan por la provincia como paso necesario para llegar a una super especialidad. La antesala del sistema público de salud como un peaje necesario para lograr el éxito.

La PSU y las postulaciones a carreras universitarias son un buen momento para preguntarnos respecto a los profesionales que necesitamos y estamos formando.

Hay 24 escuelas de medicina y los médicos chilenos no se contratan en los consultorios municipales. Hay necesidad de médicos en las provincias más alejadas y los especialistas se quedan en Santiago y en las principales capitales regionales.

Cuánta responsabilidad tiene la formación universitaria de hoy en esa realidad. Cuánto énfasis ponen las universidades en la formación valórica, en el compromiso con el país.  Bastará con delegarle esa responsabilidad a organizaciones filantrópicas de corte caritativo que acercan a los jóvenes a la realidad de la pobreza.

La reforma universitaria del 68 hablaba de la universidad como torre de marfil, como espacio de alienación elitista. Cuánto de eso se ha reproducido cuarenta años después dándole al mercado la responsabilidad de regular la formación universitaria

Los jóvenes que vemos en las noticias están llenos de esperanzas y también de pragmatismo.

Hoy día las películas nos interrogan respecto a lo que estamos haciendo. Las respuestas han tenido gusto a nada; pura objetividad; puro alternativas laborales.cl.

Reponer la agenda valórica es una obligación para el mundo progresista, será la única forma de doblegar la lógica de mercado; la única forma de reconquistar al mundo de los jóvenes. De reencantarlos con el servicio público, con el país verdadero, lleno de necesidades y escéptico del futuro. Es lo que necesitaba nuestro novel doctor al aterrizar en el país real.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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