Pan y Circo en nuestros medios

  • 12-02-2010

Todos los que tienen el privilegio de contar con televisión por cable y acceso a diversos medios de comunicación, entre ellos internet, se habrán encontrado a la deriva durante sus vacaciones fuera de Santiago.

Tratar de encontrar un programa digno y refrescante es una tarea casi imposible en la televisión abierta. Peor aún cuando llega la hora de las noticias, con las cuales esperamos informarnos y terminamos ante la presencia de una serie de notas policiales que nos invocan a arreglar las maletas y partir de vuelta a la capital, lo antes posible, a defender nuestras casas de los “temidos delincuentes”. Eso, mezclado con el afán de muchos canales por repetir una y otra vez, durante dos meses, las imágenes y brillantes declaraciones de la gente en traje de baño, consumiendo las exquisiteces de la cocina chilena. Debo decir, que la excepción la marca el “canal del angelito”, que invirtió recursos en crear programas de reportajes que tienen un valor agregado. En cuanto al canal estatal, ese de “todos los chilenos”, la causa está perdida hace años.

Lo cierto es que hace mucho rato los medios de comunicación optaron por el “Pan y el Circo” para el pueblo. La excusa, siempre presente, es que los programas que se emiten se convierten en suculentos reportes económicos para los medios. Es por ello que sin previo sondeo ni encuesta, someten a la gran mayoría de los chilenos, que sólo pueden optar a la televisión abierta, a caer rendidos cada noche ante una truculenta historia de vampiros y otra sobre “mujeres de la vida”, como dirían los mayores. A esta gran oferta, le sigue un eterno reality con figurillas de la pantalla chica que suben el rating al ventilar sus problemas personales y amorosos en escena; y los siempre presentes programas juveniles, que de tan pobres en contenido, no dejan de dar pena. Pero esta programación de primera no termina ahí, sigue cada mañana en los diarios de circulación nacional más vendidos en el país.

Es entonces en las vacaciones cuando uno aprovecha de “culturizarse” al conocer a los personajes de la farándula criolla, sus historias y terribles problemas. Menos mal, porque de lo contrario, no se podría entablar conversación alguna con los amables veraneantes que comentan angustiados la situación de emergencia que se vivió en el capítulo de la noche anterior. Charlas que hacen reflexionar sobre cuál es el alimento y la base intelectual que se lleva a diario a los hogares chilenos.

Aquellos que pueden vivir perfectamente sin televisión, se sumergirán en el argumento de un buen libro y se conectarán a la radio para informarse más y mejor del acontecer nacional.

Los otros, que porfiadamente insisten en encender su preciada TV en la búsqueda de un buen programa, seguirán con en el estado de sopor típico de las vacaciones que permite ver sin mirar, oír sin escuchar y por supuesto, alejarse de todo aquello que signifique analizar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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