Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 29 de marzo de 2024


Escritorio

Juan Pablo Cárdenas S.

En el fango

Con el terremoto surgió inmediatamente el Chile solidario, pero al mismo tiempo el hampa salió a las calles a imponer el pillaje e incluso el asalto a los propios damnificados...

Editora Diario Electrónico

  Miércoles 3 de marzo 2010 11:29 hrs. 
Radio-Uchile

Compartir en

Con el terremoto surgió inmediatamente el Chile solidario, pero al mismo tiempo el hampa salió a las calles a imponer el pillaje e incluso el asalto a los propios damnificados. Se entiende perfectamente que quienes lo perdieron prácticamente todo tuvieran que robar para comer y cubrirse luego de quedar dramáticamente a la intemperie. Así lo entendieron los propios carabineros que hasta regularon el ingreso y salida de miles de personas en los supermercados resueltas a tomar alimentos y otros enseres.

Por cierto que a la situación hubo que ponerle término al momento que aparecieron los desquiciados que intentaron robarlo todo y  llegaron hasta ponerle fuego a las multitiendas, provocando un caos que se agregó vergonzosamente al del movimiento telúrico y maremoto. Pero con esta situación, hubo medios de comunicación que exageraron las noticias del pillaje, al mismo tiempo de alentar la militarización de las zonas críticas y la aplicación de la más estricta  represión a quienes fueran sorprendidos delinquiendo. Hay quienes llegaron a sugerir, incluso,  el ajusticiamiento inmediato de los detenidos, recurriendo como ejemplo a lo que se efectuó en el pasado con otros cataclismos.

Mientras se pide mano dura contra esta suerte de delincuentes, las autoridades y los medios informativos han advertido de otro tipo de abusos manifestados en estas trágicas circunstancias. Se dice, por ejemplo, que en Concepción hay panaderos que están cobrando dos o tres veces más por el kilo de pan, así como otros comerciantes que, ante la escasez, aprovechan de remarcar los precios y practicar la usura para obtener ventajas. Bolsas de cemento cuyos precios se van a las nubes en ferreterías y otros almacenes, como consta, asimismo, el alza de precios de los pasajes de autobuses e, incluso, de las  gasolinas y petróleo que se vende en algunos  servicentros plenamente establecidos y protegidos por la policía.

Estas últimas prácticas son criticadas, pero  nadie propone realizar en estos casos juicio sumario a los comerciantes o empresarios especuladores. Tampoco se sabe de autoridades dispuestas a aplicar todo el peso de la ley contra este tipo de desalmados. Por el contrario, los empresarios de la construcción se soban las manos por la enorme oportunidad que les entrega la destrucción masiva, la pérdida de 500 mil viviendas y la necesidad de restaurar carreteras y caminos.  Y en su desfachatez, llegan hasta solicitar exenciones tributarias en su patriótica disposición de “levantar a Chile”.

El Gobierno a lo más ha hablado de “presionar” a las empresas” de electricidad y agua potable para apurar la regularización de sus suministros. Pero para nada sugieren las autoridades que estos consorcios extranjeros y monopólicos pudieran ser intervenidos si no cumplen diligentemente. Es decir, de forma oportuna y sin agregar lucro agregado a la desgracia nacional. Muchos de estos “acongojados” hombres de negocios forman parte de esa gran cantidad de empresas que en un año de crisis se ufanan de haber elevado sus utilidades en un 7.8 por ciento y que hasta el momento nada ofrecen realmente para auxiliar a las víctimas. Como siempre, una nueva Teletón se organiza para que los chilenos pobres y de clase media  aporten recursos que el Estado tiene de sobra en las bóvedas bancarias de Estados Unidos y otras naciones. Una ministra ha alentado a los propietarios de casas y departamentos para que demanden civil y penalmente a las empresas que cometieron criminales dolos en su precaria edificación, pero hasta aquí las autoridades se han negado a incoar procesos o patrocinar las acciones judiciales de tantos miles de chilenos que pagaron caro por una solución habitacional de pacotilla.

Mano dura, como de costumbre, para los delincuentes comunes. Pero complicidad, nuevamente, con los asaltantes de cuello y corbata y que, desde algunos años, se califica de emprendedores. Cuando todos sabemos que su éxito radica en los salarios miserables que pagan a sus trabajadores, como en todos los privilegios otorgados por sus subordinados que tienen en comisión de servicio en la política.

No hay duda: ocasiones como ésta dejan al desnudo el gran pueblo solidario que conformamos, como, también, el país de mierda en que vivimos.

Síguenos en