Tribulada y emotiva despedida.
Como nos hubiera gustado
– con extraño anhelo – repetir el curso,
de esta clase magistral de convivencia,
que combinando tu talento y tu atractivo,
nos dictaste – durante cuatro hermosos años –
con la sabiduría de la madre y la maestra.
Nunca fuiste “política habitual”,
ni buscaste la ocasión del reportaje;
nadie te vio arrimar tu grato rostro hacia la foto;
y jamás te postulaste a una lucha electoral,
donde los correligionarios se tornan contrincantes
bajo el corruptivo método, de la nominación binominal.
Asumiste, con intransable liderazgo,
el sentido fundamental de la existencia
para enriquecer – con humanismo – la natural inclinación gregaria.
Nadie abordó antes tan elemental materia,
porque el temor a la tiránica barbarie,
compartía aún su alevosía, junto al dolor de las tragedias.
Tuve el acierto de invocar hace cinco años
– impetrando a mi grey, para elegirte Presidenta –
como era de urgente que nos liderara una mujer – con su ternura –
para rescatar la bondad de las conciencias;
para enseñarnos de nuevo a convivir
y recordarnos que es bella la existencia.
Superaste Michelle… cualquier augurio:
recogiste oficialmente, las evidencias del despotismo y sus martirios,
para integrarlos a la historia verdadera;
y sin revivir perfidia ni repudios,
redimiste la paz de los chilenos,
exhortando a la Justicia a “hacer lo suyo”.
Pero además – Inolvidable Presidenta –
restableciste con sensatez la tolerancia,
como elemento inexcusable de igualdad,
demostrando su absoluta coherencia,
con la legítima privacidad de cada cual,
en su inviolable cuota proporcional de libertad.