A Michelle

  • 29-03-2010

Tribulada y emotiva despedida.

Como nos hubiera gustado
– con extraño anhelo – repetir el curso,
de esta clase magistral de convivencia,
que combinando tu talento y tu atractivo,
nos dictaste – durante cuatro hermosos años –
con la sabiduría de la madre y la maestra.

Nunca fuiste “política habitual”,
ni buscaste la ocasión del reportaje;
nadie te vio arrimar tu grato rostro hacia la foto;
y jamás te postulaste a una lucha electoral,
donde los correligionarios se tornan contrincantes
bajo el corruptivo método, de la nominación binominal.

Asumiste, con intransable liderazgo,
el sentido fundamental de la existencia
para enriquecer – con humanismo – la natural inclinación gregaria.
Nadie abordó antes tan elemental materia,
porque el temor a la tiránica barbarie,
compartía aún su alevosía, junto al dolor de las tragedias.

Tuve el acierto de invocar hace cinco años
– impetrando a mi grey, para elegirte Presidenta –
como era de urgente que nos liderara una mujer – con su ternura –
para rescatar la bondad de las conciencias;
para enseñarnos de nuevo a convivir
y recordarnos que es bella la existencia.

Superaste Michelle… cualquier augurio:
recogiste oficialmente, las evidencias del despotismo y sus martirios,
para integrarlos a la historia verdadera;
y sin revivir perfidia ni repudios,
redimiste la paz de los chilenos,
exhortando a la Justicia a “hacer lo suyo”.

Pero además – Inolvidable Presidenta –
restableciste con sensatez la tolerancia,
como elemento inexcusable de igualdad,
demostrando su absoluta coherencia,
con la legítima privacidad de cada cual,
en su inviolable cuota proporcional de libertad.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X