Represión

  • 05-04-2010

La semana pasada hubo un hecho muy decidor desde el punto de vista político y que, sin duda, tendrá una honda repercusión en el perfilamiento del cambio que se está operando en nuestra sociedad, cuestión que, de todas maneras, se reflejará también en nuestras ciudades.

Me refiero al “éxito” que tuvo el gobierno al controlar los desmanes que año tras año suceden en una gran cantidad de lugares de nuestra ciudad debido a la conmemoración del Día del Joven Combatiente.

Como se dice vulgarmente, el gobierno “echó toda la carne a la parrilla”. Es así que se coordinaron las policías, éstas con los fiscales, y todos con la autoridad política. También, y de manera preponderante, para entender el “éxito” político del gobierno en esta jornada,  hubo un gran despliegue comunicacional, del cual todos los medios se hicieron eco. Todos.

Pero, quizás, lo más interesante, y tal vez preocupante, sea el hecho que hubo un despliegue de mensajes ideológico-simbólico-comunicacional, como hace tiempo (¿Desde Dinacos?) no veíamos. Es así que vimos y oímos a un general anunciando toque de queda para una parte del país, a un senador de la República reduciendo el problema a una contradicción entre delincuentes y gente decente, y al Presidente visitando a un destacamento especializado de la policía uniformada.

Sin duda que, al menos así lo informaron los medios,  hubo menos incidentes y de menor gravedad que en años anteriores, lo cual se tradujo en un notable éxito político-comunicacional para el nuevo gobierno. Sin embargo, se debe hacer notar que, en ninguna parte se mencionó que el número y gravedad de los desmanes ya venía bajando en los últimos años, proceso que ha sido posible gracias a un difícil y paciente trabajo con la comunidad, como ha ocurrido, entre otras, en la comuna de Peñalolén.

Por otro lado, hay que hacer notar que ningún medio de comunicación, ni ninguna autoridad política, realizó un análisis de mayor complejidad y profundidad para  intentar comprender y, por lo tanto, algún día superar este fenómeno de violencia, rabia contenida, marginalidad y segregación urbanas evidenciada.

No obstante esta distorsión, y quiérase o no, el gobierno tuvo un éxito político y de paso entregó un mensaje subliminal en el sentido que la represión es más eficiente que ir al fondo del asunto. Las preguntas que surgen entonces son ¿Por qué sucedió esto? ¿Fue producto de un gobierno fuerte, eficiente y decidido? ¿Fue una consecuencia del terremoto, en que la gente, incluso los revoltosos, no estaban con ánimo de protestas y desmanes? ¿Fue una construcción de los medios? ¿Fue una construcción comunicacional?

Hay que destacar varios elementos ideológicos detrás de esta situación. Sin duda que la acción mancomunada ya descrita ha privilegiado la seguridad y la represión (reprimir, incluso antes que los hechos sucedan). Nadie de los que toman decisiones y que las comunican se han referido al origen de los hechos, y a otras dimensiones que puede tener una situación permanente y prolongada. Me refiero a los jóvenes asesinados por la fuerza pública durante la dictadura. Tampoco se ha hablado acerca de la situación de exclusión de jóvenes en nuestra sociedad. Tampoco del creciente proceso de anomia social, ni de segregación urbana que la sinrazón de esta violencia significa.

Con los problemas que han originado y que provocan el Día del Joven Combatiente, que es un hecho urbano, la ciudad  demuestra en toda su magnitud la profunda segregación que la caracteriza, y lo invivible que puede llegar a ser para algunos. Demuestra con claridad la intención de las elites de reprimir y de no integrar.

Pero, la pregunta que queda flotando es si las autoridades, los medios y las elites en general piensan que se podrá reprimir para siempre, tanto en el discurso como en la acción.

Lamentablemente, Chile tiene una no tan lejana y dura experiencia al respecto.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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