Un tema dominante en la política chilena de hoy es la necesidad de renovación y cambio de los dirigentes de la Concertación y la izquierda que culminó con su gran fracaso electoral que finalmente les expulsó del gobierno.
La necesidad de un cambio en su quehacer proviene del agotamiento y envejecimiento de sus ideas y estilos, la entropía política, el nuevo padrón electoral con miles de nuevos votantes que viene, millones de votos blancos, abstención y nulos, así como la falta de democracia interna que domina esos partidos con prácticas oligárquicas y nepóticas (llenas de apellidos recurrentes de bisabuelos a nietos en cargos directivos independientemente de sus competencias profesionales en algunos casos de excelencia) y la poca asertividad política. Paradójicamente, quienes se proclaman partidarios de la democracia, no la practican al interior de sus organizaciones. Estas razones -nunca escuchadas- definieron el resultado de las tres últimas elecciones.
La democracia, así nos enseñaron en Mariknoll es: “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”, en Chile transformado en: “el gobierno de los políticos, por los políticos y para los políticos… de siempre”. He ahí quizás la causa de la apatía juvenil y de muchos ciudadanos.
Es difícil en nuestro país que una persona -independiente y “sin apellido político”- dedicada a resolver problemas comunitarios ocupe alguna vez un cargo directivo, como ocurre en otras democracias. La Constitución debiese resguardar y promover la democracia y los derechos de los ciudadanos al interior de los partidos. Curiosamente, quienes llevan la voz de estas discusiones de “renovación directiva” son los más cuestionados debido a sus prácticas plutocráticas de nuevos ricos en el poder de un Estado poderoso y con muchos recursos.
Es bueno para Chile que muchos “dirigentes históricos” den un paso al lado o tomen un periodo sabático y abriendo espacio a nuevos actores ansiosos de participar. Lo mismo dar apertura a nuevos temas emergentes como: las problemáticas de los escritores, poetas y bandas musicales emergentes, el reconocimiento de las nuevas profesiones, el reciclaje de competencia de la segunda y tercera edad, la ley de la bicicleta y derechos de los ciclistas, los deportes emergentes de jóvenes como “piques” hoy clandestinos, derechos humanos de hombres aplastados por los potenciados-derechos de las mujeres, como valorar el conocimiento y saber sobre lo mediático, el fomento de la investigación, innovación y consultoría nacional, y como destrabar burocracias para emprender nuevos negocios, entre otros. Incorporar y motivar políticamente a la juventud no es un problema de edad cronológica, sino de nuevas ideas, comportamientos y actitudes y con un mayor uso de inteligencia política-emocional en las decisiones, que ineludiblemente requieren “nuevos-nuevos” dirigentes. Si la centro-izquierda no democratiza sus organizaciones y se niegan a escuchar a su gente es muy probable que no recobren el gobierno y que sigan disminuyendo sus electores.
Enfrentar esta renovación y democratización de sus partidos políticos “con altura de estado” es tambien un desafío para la centro derecha e izquierda tradicional. Ojalá no disparen al analista mensajero de estas verdades vox populis en el alto y bajo pueblo.
Omar Villanueva Olmedo
Director OLIBAR Consultores
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