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Pobreza en nuestras ciudades: invivible, inviable e invisible

Columna de opinión por Julio Hurtado
Lunes 19 de julio 2010 18:25 hrs.


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Permanentemente en nuestra sociedad y en nuestra ciudad se presentan una serie de hechos, de común ocurrencia, que por la gravedad que revisten es necesario poner atención en ellos.

Primero. El Transporte.

La crisis por la que atraviesa el transporte público en la mayoría de nuestras ciudades, y especialmente en Santiago, está en directa relación con el tipo de ciudad que estamos construyendo. Por lo tanto, va mucho más allá que el problema específico de Transantiago.

Por lo tanto, la pregunta central es ¿Hasta cuando la ciudad crecerá y se extenderá tan desigualmente? De tal manera que los sectores más pobres (a quienes la política habitacional ha depositado en lugares menos equipados y más alejados de la ciudad) deben pasar una gran cantidad de horas al día dentro de un bus del transporte público.

Segundo. El crecimiento de la ciudad, la renta del suelo urbano, y la construcción de vivienda social.

La ciudad está creciendo aceleradamente, y el único criterio de localización para las nuevas viviendas de los sectores más pobres está dado por el mercado. Sin duda que el mercado es el mejor asignador de recursos. Pero, el suelo urbano tiene tales particularidades que al considerar al mercado como el único elemento, se producen distorsiones muy grandes.

Es así que el desarrollo de nuestras ciudades en el último tiempo ha generado grandes zonas en los márgenes de la ciudad, lejos del centro, sin servicios, lugares en los que solamente viven pobres.

Hemos producido de esta manera una ciudad que para la mayoría es invivible, socialmente inviable, y que la queremos hacer invisible.

Tercero. La Seguridad  y  no pertenencia social.

El siempre actual y majadero tema de la seguridad ciudadana, tan presente en los medios, pese a que las ciudades chilenas son por lejos las más seguras de la región, tiene también una componente urbana. El tema de la violencia y de la inseguridad ciudadana está referido a nuestra característica de desigualdad, y no tan sólo a la pobreza, materia en la cual Chile, pese a la malintencionada y desinformada alarma mediática y política de los últimos días,  ha hecho avances importantísimos. A este fenómeno ha contribuido de manera dramática una ciudad tan segregada, como lo son las chilenas.

Los últimos acontecimientos de violencia urbana, con motivo de las “celebraciones” por la actuación de la selección chilena de futbol, es la expresión social de condiciones de profunda desigualdad urbana. Obviamente que, en esa irracional protesta, traducida en la destrucción del mobiliario y espacio publico (que, paradójicamente sus principales usuarios son los más pobres) hay un sentido de no pertenencia. Esos jóvenes no se sienten parte de esta “exitosa” sociedad y tampoco se sienten habitantes o vecinos esta ciudad.

Estos aspectos que ponen en jaque la unicidad y viabilidad del proyecto social chileno tienen una importante explicación en la situación urbana de Santiago. No es la única, pero es de vital importancia. Creo que toda la sociedad, y especialmente las elites,  debemos realizar una profunda reflexión en el sentido que procurar ciudad más equilibrada e igualitaria, no tan solo generará una sociedad más justa, sino que, incluso, una sociedad económicamente más rentable.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.