En días pasados asistí en una escuela a una reunión donde alumnos, apoderados y profesores discutían los proyectos que les permitirían mejorar su rendimiento académico. Las prioridades fueron distintas. Unos defendieron la necesidad de mejorar la convivencia y el trato, y los técnicos, preocuparse de cumplir con el curriculum.
En la atención de salud pública sucede lo mismo. La población pide, y ahora exige, mejorar el trato. Los profesionales y funcionarios privilegiamos el trabajo profesional y no consideramos prioritaria la relación con las personas.
La falta de compromiso en mejorar la relación con los usuarios está llevando lentamente a que ellos busquen alternativas privadas, donde sí hay un esfuerzo por mejorar la acogida. No privilegiar esta dimensión implica trabajar a favor de la privatización del sistema público.
¿Qué hay detrás de estas malas relaciones? ¿Qué determina que a pesar de todos los esfuerzos de capacitación no se logre un ambiente acogedor en los establecimientos públicos?
A mi juicio un factor determinante es la dificultad en lograr un verdadero trabajo de equipo. No se les exige lo mismo a todos los funcionarios. Hay diferencias de ingresos y también de obligaciones. Los médicos de hospital, por ejemplo, se han negado históricamente a marcar tarjeta y su cumplimiento de horarios ha sido objeto de preocupación por la Contraloría. El resto de los funcionarios no sólo usa el reloj control sino que sufre descuentos y malas calificaciones por cada minuto de atraso.
Dentro de los múltiples anuncios hechos por el Ministro de Salud estuvo el que se obligaría a los médicos a cumplir horarios y regirse por el reloj control. Eso no ha ocurrido y los funcionarios tienen todo el derecho a pensar que no sucederá.
¿Cómo reclaman los funcionarios frente a esa realidad? Con desapego, número creciente de licencias médicas y una relación poco acogedora con los usuarios.
En lo áspero de la vida cotidiana las personas buscan ambientes amigables. La atención de salud privada eso lo sabe bien y se preocupa de la estética y del buen trato.
La defensa del sistema público pasa por cambiar la relación con los consultantes y sus familiares. Las personas piden algo tan simple como el saludo, la mirada a los ojos y la información adecuada.
Para lograrlo es esencial construir buenas relaciones en los equipos de trabajo y eso significa terminar con privilegios. Veremos si el ministro cumple esta vez con su promesa.