Acabo de leer en la prensa extranjera que se estaría detectando un incipiente cambio de hábitos en parte de la población profesional joven de los Estados Unidos. Según el artículo, habría un movimiento hacia trabajos más agradables con salarios menores y desde el consumo de bienes conspicuos hacia el consumo de servicios gratificantes. El ahorro habría subido del 1,5 por ciento del ingreso líquido a más del 6 por ciento. El endeudamiento personal habría descendido y se estaría prefiriendo invertir en experiencias más que en posesiones. Si bien esto podría ser un efecto de la recesión y el desempleo, todo parece indicar que el grado de satisfacción de las personas estaría aumentado como producto de tal cambio de actitudes. Lo sorprendente del asunto es que, si uno lo mira con desapasionada calma, todas estas acciones parecen absolutamente obvias.
Parece obvio que no es sensato matarse trabajando para aumentar el ingreso con el objeto de adquirir bienes que luego no se usan, o se usan poco. También me resulta obvio que la compra de bienes “de marca” genera una dependencia tan malsana como la de bienes durables lujosos que luego se deberá mantener; ambas formas de consumo hoy inducen la necesidad de mantener un ingreso suficiente mañana o el endeudamiento permanente si tal cosa no se alcanza.
Si usted está leyendo esta columna es probable que los mayores goces de su vida diaria tengan que ver con la buena comida casera en amistosa compañía, con una buena conversación, con la buena lectura y el buen cine o con la buena música de todo tipo. Mis mejores recuerdos tienen que ver con este tipo de cosas, incluyendo juegos de salón tradicionales con mis padres y mi mujer – naipes, palabras cruzadas – o los ingeniosos juegos de tablero que han aparecido en las últimas décadas con mis hijos y nueras: Conquistadores de Catán, Bienvenidos al Tren, Carcasone y otros.
Quienes han crecido en un ambiente de ingresos medios que además privilegia el goce de actividades como las descritas, encontrarán que usualmente el mes cierra sin deudas. Como éstas aparecen sólo si el nivel de gastos es superior a los ingresos, es también obvio que el tranquilizador resultado es favorecido por aquellas actividades como las descritas que, siendo de nuestro agrado, no requieren de grandes gastos. Así es que el artículo que comentaba al comienzo me indica que el descubrimiento que están haciendo los jóvenes profesionales en el hemisferio norte ya lo habíamos hecho quienes buscamos el Bello Sino acá en el sur; por eso somos inmensamente ricos.