Dicen que los chilenos tuvimos el record de los Presidentes muertos durante su mandato y en efecto entre 1891 y 1973 , es decir en sòlo 82 años, tres de nuestros mandatarios- Balmaceda, Aguirre Cerda y Allende- perecieron antes de que se acàbase su periodo presidencial. Se trata pues de una situación lo bastante tràgica como para que no podamos sentirnos orgullosos de semejante record pero de una situación que , quizàs, nos dice de nuestra historia y de nuestra idiosincrasia mucho màs que decenas de libros. Es verdad que la tragedia de ese gran Presidente que fue don Pedro Aguirre Cerda pudiera parecer diferente a la de los dos otros en la medida que ese Maestro, como se le recuerda aùn, falleciò a mediados de su mandato, vìctima de una enfermedad. Aunque uno tenga derecho de interrogarse, a este respecto, hasta donde el itinerario lleno de dificultades de este gran hombre nuestro y la guerra abierta que le hizo la derecha no aceleraron la agravación de su mal.
Al contrario, el fin de Balmaceda , suicidado en la Legaciòn de Argentina en 1891, después de la cruenta guerra civil que la derecha chilena y una parte de sus fuerzas armadas opusieron a este espìritu superior y gran reformador, parece ser màs cercano a la tragedia de Allende, muerto en las circunstancias que se conocen.
Dos Presidentes suicidados en menos de un siglo es otro de los siniestros records que se nos reconoce a nosotros los chilenos. Sin embargo , yo tengo tendencia a pensar que estos suicidios , que fueron suicidios en medio de un combate, representan quizàs un elemento de nuestro idiosincrasia que se ha manifestado ya en màs de una ocasión a lo largo de nuestra historia. Yo quiero referirme a ese coraje de combatir hasta las ùltimas consecuencias por sus ideas y por su pueblo , un coraje que se manifestò repetidamente entre los grandes lìderes de la insurrección araucana como Lautaro y Caupolicàn, asì como entre nuestros combatientes de la Independencia, y también apenas unos decenios màs tarde en las personas de Prat y Carrera Pinto, nieto de José Miguel, unas personalidades todas que no claudicaron, incluso hasta la inmolaciòn de si mismos, y que , como lo hizo recientemente Allende ( a quien , segùn la Payita , casi se le acalambrò el brazo tirando contra los felones) constituiràn la trama de una naciòn , si alguna vez la nuestra la terminamos de construir.
José Cañas
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