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Año XVI, 23 de abril de 2024


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Cooperativas autogestionadas en Sudamérica:

La “solución habitacional” de la ciudadanía

El proceso de reconstrucción en Chile abrió la ventana para emprender el desafío de volver a levantar nuestras ciudades de una manera más digna, sustentable y participativa. Es por eso que la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de nuestra casa de estudio reunió a un grupo de representantes de la Secretaría Latinoamericana de Vivienda Popular (Selvip) para compartir las experiencias de construcción de viviendas sociales emanadas desde la misma ciudadanía en Sudamérica. Ejemplos de organización que podrían contribuir en este crucial proceso de reedificación del país.

Loreto Soto

  Viernes 22 de octubre 2010 19:06 hrs. 
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Después del terremoto que azoló a nuestro país el 27 de febrero pasado, el proceso de reconstrucción se erigía como una oportunidad para rescatar las ciudades destruidas bajo una nueva mirada, más sustentable y más ciudadana.

Sin embargo, muchas agrupaciones civiles e incluso los mismos municipios afectados reclaman que no han sido considerados en la reedificación de cada comuna.

Es por eso que la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de nuestra casa de estudios organizó un encuentro con representantes de diversos movimientos ciudadanos del continente que forman parte de la Secretaría Latinoamericana de Vivienda Popular (Selvip). En la ocasión, agrupaciones de Uruguay, Argentina y Brasil compartieron experiencias y discutieron los distintos problemas habitacionales que se presentan en sus respectivos países.

Pese a las particularidades de cada zona, un punto que parece cruzar a toda América Latina tiene que ver con la exclusión y la falta de accesibilidad de miles de personas a viviendas que posean las condiciones mínimas de habitabilidad como alcantarillado y agua potable.

Estas precarias condiciones se explicarían por la consolidación de un sistema económico cuyas inequidades también se ven reflejadas en la forma en que se articulan las ciudades. Pero además porque, en esta materia, siempre se privilegia el negocio inmobiliario por sobre las necesidades urbanísticas de la población.

En este contexto nacen las cooperativas autogestionarias – que cuentan con personalidad jurídica y que tienen capacidad para negociar con instituciones financieras – como una respuesta emanada desde la misma ciudadanía para enfrentar estas falencias.

Según explicó el representante del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI) de Argentina, Néstor Jeifetz, la aparición de estas organizaciones se relaciona con una “decisión política” de “ganar desde el movimiento popular el derecho a la ciudad” a través de la acción independiente.

“La autogestión es una concepción antagónica a la lógica empresarial y a la construcción de la cultura asistencial y se convierte en la motorización de acciones de construcción colectiva donde los compañeros y compañeras ponen todo en términos de capacidades físicas y materiales en la propia ejecución de los planes”, dijo Jeifetz.

Estas iniciativas han logrado una gran penetración social en países como Uruguay donde se creó la primera cooperativa. Los movimientos se han organizado de tal forma, que sus estándares de construcción incluso superan los de las denominadas “soluciones habitacionales” chilenas, donde emblemáticos casos como el de las viviendas Copeva dejan de manifiesto las precarias condiciones en las que debe subsistir miles de familias.

Edgardo Pratt de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua (FUCVAM) contó que el primer proyecto, que se realizó en la década de los ´60, fue “una cooperativa que utilizó mucha ayuda mutua. Los socios, recurrieron a muchas cosas prefabricadas como las vigas y las viviendas salieron muy baratas. Hasta el día de hoy no superan los 18 mil dólares y son casas de dos, tres y cuatro dormitorios, muy confortables. 44 años después, las vamos a visitar y están en pie sin ninguna humedad y sin ninguna rajadura y es un ejemplo de lo que pueden lograr los trabajadores a través de la autogestión”.

La experiencia de Brasil es muy similar, sin embargo, los esfuerzos allí han tenido que ser mayores. Las grandes dimensiones del país y la enorme desigualdad que aparece en las principales ciudades han obligado a mantener una mayor capacidad de organización.

Si bien, la representante de la Unión de Moradia Popular reconoció que las condiciones políticas y sociales para concretar los proyectos han sido favorables en los últimos años, todavía persisten muchas deficiencias de las cuales hacerse cargo.

“La mayoría de la población vive muy debajo de la línea de la pobreza, hay muchas personas que no tienen casas y también estamos viviendo un fenómeno que tiene que ver la falta de planificación urbana que no responde a las necesidades urbanas. En un principio pensamos que en el escenario sería distintos en los diferentes países de Sudamérica, pero nos hemos encontrado con las mismas dificultades”, dijo la portavoz de la Unión de Moradas Populares.

Finalmente, Néstor Jeifetz de Argentina destacó la necesidad de contar con la participación de todos los actores sociales para superar el déficit habitacional que afecta a Sudamérica. “El movimiento popular debe darse cuenta que no se trata sólo de construir el derecho a la vivienda, no sólo construir una perspectiva de ciudad, sino que nuestro pueblo organizado, que involucra a una universidad con cierto perfil, al trabajador  y toda la gente sin vivienda y a todos los ámbitos de la sociedad que vienen siendo golpeados hace décadas”.

Opciones que se podrían barajar en Chile para enfrentar un proceso de reconstrucción para lograr tener viviendas dignas y espacios inclusivos y sustentables para toda la población.

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