El transporte público, la violencia juvenil, la desafección social y la inseguridad ciudadana, constituyen asuntos de gran presencia en la agenda política, social y de los medios en nuestro país. Todas estas temáticas tienen un trasfondo común: son síntomas del tipo de ciudad y sociedad que estamos construyendo.
La experiencia histórica en países con similar grado de desarrollo que el nuestro, nos muestra que en la medida que sus economías crecen, aumentan las demandas por servicios de mejor calidad y por mayores niveles de participación social, pese a lo cual, las acciones en el campo urbano de los sectores público y privado se llevan adelante sin tomar en cuenta la opinión pública, y menos su participación.
La ausencia de participación ciudadana, autónoma, sistemática y efectiva, sin duda que es una deuda que tiene nuestra sociedad consigo misma. En el caso de Chile y de América Latina en general, se puede ensayar una explicación para la escasa participación de la sociedad civil, en el hecho que fue el Estado (inicialmente la colonización española y todas sus formas posteriores) el que construyó la sociedad. Al revés de lo sucedido en Europa en que fueron las sociedades las que construyeron el Estado.
En el caso concreto de nuestro país, estamos frente a una gran oportunidad para buscar mayores ámbitos de participación ciudadana. Cuestión que se potenciaría por el hecho que el discurso gubernamental se perfila, de manera importante, en base a encuestas de opinión pública. Por otro lado, debemos sostener que la participación ciudadana debe ser un instrumento democratizador de la ciudad, y no solo un mecanismo para promover pequeños interese grupales, corporativos o barriales.
Es necesaria esta aclaración, ya que han existido casos de participación ciudadana, en la cual se ha perseguido solo el cumplimiento de intereses inmediatos y particulares, en detrimento del resto de la ciudad.
Tal es el caso de lo sucedido hace unos años atrás en que habitantes de dos emblemáticos barrios de Santiago (Pedro de Valdivia Norte y Bellavista) se movilizaron para que una carretera urbana (la Costanera norte) no pasara cerca de sus casas. El problema estuvo en que el éxito de dicha movilización social y urbana, significó que dicha carretera no pasara cerca de las propiedades de los manifestantes, pero el resultado fue que pasó por el rio, inhabilitándolo como un bien para toda la ciudad. Ante tamaña aberración los otrora aguerridos movilizados y participantes, no dijeron nada.
Es por ello que es necesario entender la participación como una instancia informada y técnica que favorezca la democratización de la ciudad en general. Desde esa perspectiva las agrupaciones vecinales, profesionales, las universidades y los medios de comunicación deberían jugar un rol fundamental.
Por ultimo, la participación ciudadana debe ser una instancia de discusión y toma de decisiones en conjunto con los sectores público y privado, de tal manera que se constituya en un instrumento de consenso en donde, en la toma de decisiones urbanas, estén representados todos los intereses, incluidos los de los mas pobres.