La guerra de Corea nunca terminó

  • 30-11-2010

Hay algo que no se destacó lo suficiente de lo ocurrido la semana pasada en aguas de la península coreana: el gobierno del Norte pidió al del Sur que cesara los ejercicios militares que había iniciado en una isla a 11 kilómetros de su costa.

La contraparte  no lo hizo; al contrario, disparó artillería hacia las aguas en disputa, aunque no al territorio de Norcorea. Esta atacó, entonces, la isla más cercana, causando bajas militares y civiles, con cuatro muertos y 18 heridos y decenas de viviendas y edificios quemados.

Estas precisiones, sin embargo, no son suficientes para entender el más grave estallido bélico en Corea desde que se “suspendiera” el fuego en 1953 con un armisticio, pero no con un tratado de paz. Lo que ocurrió ahora debe inscribirse en el contexto de una guerra que en realidad nunca terminó, como lo demuestran, una vez más, las maniobras conjuntas que el Pentágono y Seúl realizan desde este domingo, y que tanto Pyongyang como Beijing pidieron que no se concretaran.

No hubo cancelación y desde Japón se desplazó al mar Amarillo – que China considera “su lago”-  el portaviones de propulsión nuclear US George Washington, con capacidad para transportar 75 naves y más de 6 mil tripulantes.

El presidente Obama busca disuadir así al gobierno norcoreano y presionar al chino para que haga valer su ascendiente sobre el primero. Pero, ¿qué capacidad de influir puede tener la futura potencia mundial si no fue capaz siquiera de lograr que la Casa Blanca suspendiera las maniobras,  para no escalar el conflicto en su propia zona de influencia?

El otro factor de la crisis lo constituyen los programas de Pyongyang de enriquecimiento de uranio –más avanzado de lo que creían los servicios occidentales de espionaje- y de plutonio. La monarquía comunista del Querido Líder Kim Jong –Il, sucesor del Gran Líder Kim Il-sung (tales son los títulos oficiales) vuelve a mostrar pruebas de fuerza desde que en abril de 2009 lanzara un misil de largo alcance y hundiese en marzo último –sin reconocerlo- un barco surcoreano, matando a 46 marinos.

Ahora, con el primer ataque abierto a territorio vecino acaso esté buscando legitimarse internamente, con un sucesor ya designado, King Jong-un, general de  27 años de edad, cuatro estrellas y sin servicio militar. Y también afianzarse internacionalmente, de modo de sentarse a negociar su programa nuclear, sobre la base de al menos dos premisas: ayuda económica y alimentaria y seguridades de que no se alentarán cambios políticos en el hermético país asiático.

Algo en lo que coincide con China, que no necesita una Corea fuerte y unificada ni miles de refugiados a sus puertas. Pero también algo que Estados Unidos no puede garantizar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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