Lima era el escenario más pintado para un reencuentro de los presidentes Evo Morales y Sebastián Piñera. Aunque el gobierno de Ollanta Humala se mantuvo al margen de aquella bilateral previa a su inauguración, La Paz había dado el paso de trilateralizar judicialmente la controversia limítrofe que enfrenta a Lima y Santiago en la Corte Internacional de Justicia. Lo hizo reclamando “derechos expectaticios” sobre el mar en disputa.
Con el mutis del Perú sobre esta interposición de un tercero en La Haya sigue adelante su estrategia de no meterse en un problema que dice públicamente que es “bilateral”. En contexto, dos ministros que juraron ayer emitieron previamente juicios sobre la capacidad de disuasión al exagerado armamentismo de Chile y sobre la posibilidad de que éste no reconozca el fallo pendiente.
El Presidente Humala les salió al paso y confirmó una postura conciliadora en su discurso de inauguración: “La solución pacífica de los litigios internacionales es la filosofía que me inspira… Estoy convencido de que Chile hará lo mismo”.
De esta manera, siguió manteniendo a su contraparte en una controversia puramente jurídica que -según nos dijo el peruanólogo José Rodríguez Elizondo- no considera expresamente los intereses estratégicos de la nación vecina, preocupada en el fondo por la cesión de un corredor soberano por la línea de la Concordia, es decir, por un territorio que antes perteneció al Perú.
Este país no lo ha dicho jamás, para no enemistarse con su aliado histórico en las guerras de la Confederación y del Pacífico, pero está claro que a partir del abrazo de Charaña, entre los dictadores Pinochet y Banzer, vislumbró la posibilidad de un canje territorial que constituye una amenaza para el statu quo establecido por los tratados de 1904 con Bolivia y de 1929 con el Perú.
La Paz aprendió con el paso de los años el alcance de tal estrategia y hoy está lanzada a trilateralizar el conflicto entre sus dos vecinos por una línea equidistante del hito 1.
Producto del encapsulamiento jurídico del problema, Piñera se allanó más expresivamente que su antecesora Bachelet a seguir el juego de las cuerdas separadas que promovió el presidente Alan García, según el cual las relaciones económicas, comerciales, migratorias etcétera seguirán igual que antes de la demanda. Según la visión que nos entregó el ex ministro de Defensa Francisco Vidal: “Uno se saluda cortésmente con el vecino que nos sigue juicio, pero no se come un asado con él”, que es lo que habría hecho el Presidente en Lima en su visitar anterior, al brindar con pisco y entre bromas con el anfitrión.
Ahora, Piñera viajó a la asunción de Humala con el eco del anuncio de su canciller Rafael Roncagliolo de que se pondrá fin a la política de cuerdas separadas, para manejar el diferendo en La Haya de una forma integral junto a los asuntos de toda índole. Habrá que ver cómo se traduce en los próximos días este designio del nuevo Mandatario, en cuyo gabinete conviven gente de izquierda, hombres de negocios y militares nacionalistas.
Lo que está claro es que los gobiernos chilenos han actuado de manera reactiva e improvisada y, por lo tanto, a la defensiva, como sintiéndose culpables de ganar una guerra entre hermanos.