No sé si en algún otro momento del ya largo conflicto palestino-israelí se vio tanta histeria y ansiedad entre los gobernantes de Estados Unidos e Israel. Ellos no quieren saber nada con que la Autoridad Palestina se presente ante el Consejo de Seguridad de la ONU y la Asamblea General para reclamar -con absoluta justicia- su membrecía plena en dicho organismo, y que se le reconozca como un estado libre e independiente, luego de 34 años de ocupación de la totalidad del territorio palestino.
Emisarios a Ramallah van, emisarios vienen y la respuesta es siempre la misma: “Detengan la construcción de asentamientos, reconózcannos como estado y nos sentamos a negociar”, es la respuesta casi monótona pero firme del Presidente Mahmoud Abbas. Pero parece que los enviados norteamericanos o son sordos o tienen un presidente sordo. La lógica que Estados Unidos e Israel quieren imponer a los palestinos -a estas alturas- no resiste el menor análisis ni tiene ya futuro. Y es que el pánico que los ataca en este momento tiene su razón de ser: si Palestina es reconocido como estado con dos tercios de los votos en la Asamblea General, que de hecho los tiene, aún siendo rechazada su solicitud por el veto norteamericano en el Consejo de Seguridad, quedará con un status de “Estado Observador No-Miembro”, situación similar a la que ostenta hoy El Vaticano, lo que le permitiría integrar y adherir a los tratados, convenciones y agencias de la ONU como miembro pleno.
Y he aquí lo grave para Israel y EEUU; también puede suscribir e integrar el Tribunal Internacional de Justicia, cosa que tiene aterrado al gobierno israelí, que hasta hoy, ha actuado con absoluta impunidad y se ha consagrado como un estado que está por encima de la ley, gracias al apoyo incondicional de los norteamericanos, precisamente en el Consejo de Seguridad, amén de los montos inconmensurable que le otorga en líneas de crédito como asistencia militar. Porque recordemos que –según la ley internacional- la ocupación de territorios, el desplazamiento de población originaria y la construcción de colonias, está considerado un crimen de guerra. Además, Palestina sería un Estado ocupado por otro Estado, que se transformaría de inmediato en una potencia agresora, con las consecuencias de todo lo que eso conlleva en el plano de los tratados y convenciones internacionales.
Y ahí está el porqué de la insistencia de Barack Obama con el remanido argumento de que “la paz sólo se logrará con negociaciones entre las partes y no con medidas unilaterales”. Porque a eso, los palestinos le responden “Sí a concurrir a la ONU y Sí a las negociaciones”. Porque quieren hacernos creer que ambas posibilidades son contrapuestas cuando, en realidad, son absolutamente complementarias. Más aún, lo uno con lo otro son dos opciones siamesas.
Por otra parte, no es unilateral concurrir al organismo que representa la mayor síntesis de multilateralidad sobre el planeta: la ONU. Pero adentrándonos en este arbitrario concepto, pregunto: ¿No es unilateral la ocupación? ¿No es unilateral la implantación de medio millón de colonos en la Cisjordania? ¿No es unilateral la destrucción de aldeas, la demolición de casas y en concepto de “detención administrativa” gracias al cual 8000 prisioneros palestinos se hacinan en cárceles israelíes sin derecho al debido proceso? ¿No es unilateral el muro de apartheid que construyó Israel, que ya tiene casi 800 km y que se adentra hasta 20km en tierras palestina más allá de la línea verde de 1967?
En un momento en que observamos la denominada “Primavera Árabe”, alentada por todo occidente por su carácter democrático (aunque cada caso tiene sus particularidades), los EEUU han aprobado todo lo que concierne a los países que se han visto involucrados en cambios sustanciales respecto de sus formas de gobierno. Pero parece que Palestina no merece el mismo trato ni el mismo camino. Cuando se menciona a Palestina, ahí la cosa cambia y es otra óptica la que prevalece. La de la negación permanente.
Es triste constatar que todas las promesas de Barack Obama hacia el mundo árabe en general y hacia Palestina en particular, no eran más que expresiones de deseo y frases de buena crianza. Porque la cruda realidad nos coloca ante la comprobación inequívoca de que este presidente norteamericano, lejos de distanciarse, ha profundizado las políticas de George W. Bush en cuanto a intervencionismo y apoyo de políticas de agresión y colonialismo contra países del tercer mundo. Fue él quien dijo el año pasado en la Asamblea General de la ONU: “El próximo año, quiero ver en esta Asamblea sentada a Palestina como un miembro pleno”. ¿Y….entonces? Pasa igual que la vergüenza de la cárcel de Guantánamo o abandonar Irak o Afganistán; humo de colores. Cheques sin fondos entregados a la ilusión de quienes guardamos alguna expectativa de que algo sería diferente en la política exterior norteamericana.
No debe ser fácil estar por estos días en la piel de Netanyahu u Obama. A Israel le están expulsando embajadores, las voces que llaman al boicot a los productos israelíes en el mundo se multiplican, tal como aconteció con la Sudáfrica del apartheid y se van quedando irremisiblemente solos, cada vez más agobiados por los fracasos diplomáticos de un gobierno que huye hacia adelante y se niega a un diálogo de fondo que hubiese podido hacer fructificar la teoría de los dos estados: Israel y Palestina conviviendo uno al lado del otro. Prefirieron ir por todo. Tal vez la proclamación de Palestina como estado soberano en la próxima Asamblea General de la ONU, pueda servir de aire fresco para que la comunidad internacional, la misma que dio origen al Estado de Israel, lleve de una buena vez un poco de justicia para el pueblo palestino, que espera desde hace ya demasiado tiempo.