El surgimiento en el mundo de los grupos y movilizaciones de los indignados tiene como contraparte a los políticos descarados de aquí y de más allá. A quienes se mantienen aferrados a sus cargos de gobierno y de supuesta representación popular cuando ya han perdido la confianza de sus naciones y, muchas veces, de sus propias bases políticas.
Uno de los actos más descarados de los últimos tiempos fue el homenaje rendido por Sebastián Piñera ante el Consejo General de las Naciones Unidas a las ideas y vigor demostrado por el movimiento estudiantil chileno después de haber reprimido por más de 4 meses sus masivas protestas, sin haber realizado paso alguno en favor de la reforma educacional que dice estar realizando. En su incontrolable locuacidad, su desparpajo y contradicción se hicieron totales al momento que invitó a los capitalistas extranjeros a seguir invirtiendo en educación en nuestro país, como si tales recursos no vinieran a perseguir el mismo afán de lucro tan repudiado por el magisterio, los rectores de las universidades y los estudiantes. Es decir, esas suculentas utilidades alcanzadas por los inversionistas locales y foráneos que administran como negocio cualquiera un derecho que los estados republicanos deben garantizar a todos los niños y jóvenes. Como verdaderos señores feudales, algunos alcaldes e intendentes disponen de la policía para reprimir criminalmente a los estudiantes que demandan educación gratuita y de calidad para todos, en una actitud avalada por el propio Jefe de Estado después de su descarado discurso.
En la distancia que el país aprecia entre lo que se proclama y lo que se hace es que la popularidad del Presidente y su gobierno ha caído estrepitosamente en tan poco tiempo de administración. Fenómeno que tiene muy intranquilos a los dirigentes de los partidos oficialistas por el inminente desastre electoral que vislumbran de tal descrédito social.
Descarada también es la actitud de los dirigentes de la Concertación al perseguir identificarse tan tardíamente con la explosión social de tantos indignados chilenos y que con los estudiantes salen a las calles en demanda de tantos objetivos postergados por los gobiernos que sucedieron a la Dictadura y que, en buenas cuentas, sólo administraron la Constitución, las directrices económicas y la institucionalidad política impuestas por el régimen castrense. Más de 20 años en que la inequidad en el ingreso, el acotamiento electoral y la discriminación en derechos tan esenciales, como el de la educación, se hicieron intolerables al grado que en un severo voto de castigo los ciudadanos le dieron mayoría electoral al candidato de la centro derecha. Triunfo facilitado, a no dudarlo, por la renuencia del último gobierno a emprender reformas demandadas por sus propios partidarios , como por ese curioso respaldo prodigado a Piñera por connotadas figuras de la Democracia Cristiana que le aseguraron al país que éste haría un buen gobierno.
Patético resulta el espectáculo de los dimes y diretes concertacionistas, así como los codazos y zancadillas que se propinan los moradores actuales de La Moneda, en que lo único que realmente les importan son los arreglos electoralistas, el propósito de mantenerse aferrados al botín del erario público, así como recibir los estipendios de aquellos inversionistas instalados en todo nuestro sector productivo y de servicios. Los que tienen como lacayos a unos y otros en el Gobierno y el Parlamento y también se agencian que jueces y cortes resuelvan a su favor las expoliaciones que emprenden contra nuestra soberanía, como sus despropósitos medioambientales.
Todavía más grotesco resulta el esfuerzo de los descolgados y de otras expresiones denominadas de izquierda al buscar abrigo en los referentes políticos aludidos que, si no fuera por el sistema electoral binominal, lo único que les cabría es desaparecer ante el repudio popular tan contundente y nítidamente expresado en las calles y las encuestas.
En su impudicia, varios voceros de las cúpulas partidarias rezongan, ya, contra la posibilidad de que el padrón electoral pueda prácticamente duplicarse en los próximos meses con la inscripción automática de quienes cumplan su mayoría de edad. En el temor, por cierto, de que el voto voluntario pueda expresarse contundentemente a favor de la abstención o anulación. Si es que los nuevos líderes estudiantiles y sociales no son capaces de consolidar alternativa política o terminan reclutados, otra vez, por estas expresiones rancias, que hablan sin retorno de la corrupción de sus caudillos, la vacuidad de sus ideas y la traición al pueblo que luchó y se sacrificó por democracia, libertad y progreso. Y sólo le dosificaron el autoritarismo, sacralizaron la desigualdad social y destinaron el crecimiento económico en favor de un puñado de descarados.
En que el único cambio real ha sido la conformación de una nueva clase política y social dominante entre los que provocaron y sustentaron la Dictadura y los que se rindieron sin escrúpulos a su fatídica herencia.