Los últimos siete días estuvieron marcados por bruscas oscilaciones de los mercados, con olas de optimismo y pesimismo que dependieron más de noticias políticas que económicas. En efecto, anteayer las bolsas del mundo, incluida la chilena, dieron un salto de más de 3% en la jornada, mientras el cobre y el petróleo recuperaban valor en la esperanza de que las decisiones en Europa alejen los nubarrones de un default en Grecia. Al mismo tiempo informaciones sobre una eventual mayor coordinación de las autoridades para combatir la expansión de la crisis de deuda a Portugal, Irlanda o España, mantuvo la ola compradora que se extendía desde el viernes pasado.
Así y todo, los especialistas no salen del pesimismo y estiman las últimas alzas como un rebote técnico tras la dura caída los mercados la semana pasada, pues, no obstante que Alemania ha asegurado que no dejará caer a Atenas, que el Banco Central Europeo podría reducir la tasa de interés, que es probable la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que Japón podría comprar bonos griegos y que el Gobierno socialista helénico consiguió una victoria política al aprobar en el Congreso un alza de las contribuciones y reducción de las jubilaciones por unos 2.400 millones de dólares, la distancia respecto de los requerimientos griegos es aún elevadísima y la voluntad política de ajuste y coordinación no es evidente.
Más determinante y menos conocida es la proposición de la Comisión Europea de un impuesto a las transacciones financieras que evite la fuga de capitales y corridas bancarias que tienen en problemas al euro. Según una nota de Bloomberg, la aplicación de este tributo se dará a conocer en octubre y abarcaría transacciones relacionadas con acciones, bonos, derivados, productos estructurados y otros instrumentos financieros capaces de desestabilizar equilibrios presupuestarios de las naciones. Aunque su aporte fiscal no ha sido cuantificado, se pretende que el impuesto tenga amplio alcance para evitar que las transacciones financieras se muevan de un instrumento a otro, evadiendo impuestos y buscando protección en paraísos fiscales.
De acuerdo a la publicación, si bien el tributo debe estar operativo como recurso presupuestario el 2018, el objetivo es ponerlo en práctica tan pronto como sea posible. Todo dependerá, dijo Bloomberg, de la velocidad con que sea aprobado por el Parlamento Europeo y ratificado por los 27 estados miembros de la Unión. Así y todo, el proyecto ya cuenta con las firmas de los ministros de finanzas de Alemania y Francia.
La propuesta se parece mucho a la Tasa Tobin, una malograda y desprestigiada idea del economista James Tobin, lanzada en 1972, tras el quiebre del acuerdo de Bretton Woods y apunta al corazón del problema actual, en la medida que su aplicación disminuye la velocidad de circulación del dinero, evita que la liquidez se desplace mayormente hacia apuestas financieras y estimula su desvío hacia inversiones en la economía real, que reactiven empleo y consumo, verdadero remedio a la situación actual de Europa y Estados Unidos.
La medida, empero, tendrá efectos en la valoración de los bancos y sus acciones, razón por la que con cierta seguridad surgirán alegatos desde esa área. En todo caso, tras el ajuste de precios de sus papeles, las adquisiciones y fusiones producidas, así como los recortes de empleo y costos que está realizando la banca mundial, el nuevo impuesto europeo agrega una cuota de equilibrio a la desajustada maquinaria financiera, al tiempo que la induce a un comportamiento más adecuado a su verdadero papel para la economía real. Para Radioanálisis, primera edición.