-¿Cómo caracteriza al movimiento estudiantil?
-Un movimiento de múltiples rupturas. Con la derecha, con la Concertación, con las reglas del sistema financiero, con los axiomas culturales de Chile.
-¿Marca un cambio en los derroteros del país?
-Hay una visión distinta a la que tienen la Concertación y la Alianza y la que tienen los estudiantes y la nuestra. Nosotros planteamos que aquí el tema es el cambio de reglas. En este país deben cambiar las reglas, eso es lo de fondo. ¿Qué significa? Tiene que ver con la gratuidad en educación, terminar con el lucro, pero también está la discusión del derecho a discriminar en educación que tiene algunos con recursos públicos. Eso no es un tema de presupuesto, es un tema de reglas. Cómo con recursos públicos, un particular subvencionado va a poder seleccionar según criterios confesionales o de otro tipo. Otro punto es que hay que cambiar las reglas tributarias.
-Se enfatiza mucho que una reforma tributaria ayudaría mucho a contar con recursos.
-Es la herramienta más eficaz para disminuir la desigualdad, para atender presupuesto como en educación. La reforma tributaria no es solamente cobrar más, sino que hacerlo de manera más justa. No es sólo el cobre, es el impuesto a la renta de las empresas, a los alcoholes y el tabaco, la ley de herencias, es un tema complejo pero decisivo.
-¿Esto va para largo y a fondo?
-Yo quiero ser más provocador. La sociedad está desbordada. Y es que la sociedad chilena, ahora, en cada oportunidad que tiene, está desbordando. Lo hizo con los pingüinos, con el ausentismo electoral, con el abstencionismo, con el movimiento estudiantil, con el movimiento del medio ambiente, con el 20% que obtuvimos el 2009. Todo es parte de una perspectiva histórica, de un desborde que se está produciendo.
-¿Es el inicio del desmoronamiento de este modelo económico y político?
-Sí, claro. Hay un conjunto de carpetas que indican que, precisamente, hay que cambiar las reglas en el país. Yo tengo tres ideas que sintetizan nuestra densidad programática. El más sano y el más enfermo, que pone en duda el sistema de las Isapres; el más joven ayuda al más viejo, que es salirse de la retórica demagógica de pensar en la idea de pensar un discurso segmentado para los jóvenes y para los abuelos, es decir, buen sistema previsional. Tercero, el más rico y el más pobre, distribución, solidaridad.
-Lo que se ve más rígido es el cambio en el sistema político y de partidos.
-Hay un nudo ahí. Y tiene una explicación, no una justificación. Es que hay una actitud patrimonial, de mantener un patrimonio y un sistema que abre la competencia arriesga esos patrimonios, los cupos, las cuotas de poder. La democracia hay que modificarla constantemente, es como una bicicleta, hay que pedalear constantemente si no se para y se cae. Es mi gran ruptura con la Coalición y con la Concertación. Hay que convocar a la gente, a las bases concertacionistas a un gran movimiento social, político, programático, a comprometerse con el cambio del sistema político que es desbordado todos los días. Hay que superar la crisis de la desconfianza y el desencanto con el sistema político. Creo que debemos avanzar en cosas como moderar el presidencialismo, crear la figura de primer ministro; federalismo; inscripción automática y voto voluntario, voto a chilenos en el exterior y pueblos originarios, resolver eso por la vía de la consulta y crear Superintendencia de Partidos.
-Si se trata de cambiar las reglas y responder al desborde social, ¿no queda el gobierno en una encerrona en tanto no puede desarmar el sistema que promueve?
-Está en una encerrona. Eso tiene que ver con que la mayoría cotidiana y social está peleada con la mayoría electoral. Ocurre que en la geometría electoral y política con la que cohabitamos hay un gobierno que fue elegido, el de Sebastián Piñera, eso hay que reconocerlo. Pero se enfrenta a la mayoría cotidiana y social que demanda y que se manifiesta por el cambio de las reglas.
-¿Qué le parecen las formas que adopta este movimiento estudiantil, las tomas, las marchas?
-Una expresión de más democracia. No estoy de acuerdo con la criminalización ni la penalización de la manifestación social. Es el desborde, es la respuesta a posturas vejatorias hacia la gente, hacia discursos agresivos. La violencia que vemos y vivimos en gran parte tiene que ver con las respuestas del gobierno. Yo viajo por Chile y el extranjero, y lo que más sorprendió a la élite del mundo es cómo el Presidente, en la mitad del conflicto estudiantil, dijo que la educación es un bien de consumo. Es una provocación sin límites.
-Se hacen referencias a la toma de la Casa Central de la Universidad de Chile. ¿Simboliza y sintetiza el movimiento?
-Esa toma es una señal de esperanza. Una señal de la rebeldía contra el sistema. La Casa Central es un monumento republicano y laico, ese edificio encarna todo eso, el acceso laico y gratuito al conocimiento. Lo que pasa es que ahora esa Universidad se transformó en un símbolo del sistema de concurso financiero, de la privatización, y eso expresa una ideología, un proyecto. Es la toma de la Universidad que hoy cobra. No es la toma del edificio republicano donde la educación era gratuita. Porque se ha transformado en el símbolo de la clase política y otros sectores de rechazo a la educación pública, gratuita y laica. Los estudiantes están reivindicando todo aquello.
-El gobierno y la derecha critican las formas.
-Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Esa afirmación aterra a los conservadores, a gente como Ignacio Walker o Sebastián Piñera.
-No parecen muy aterrados al hablar de violentistas, comunistas, ultras, irresponsables, subversivos y descalifican a Camila Vallejo y otros dirigentes.
-Ellos tienen una retórica del miedo, creen que por ahí pueden explicar algunas cosas. Apuestan al discurso del orden, de la autoridad, lo conservador. Hay un discurso paranoico, el viejo truco de los gobiernos que están en caída, que ven conspiraciones en todas partes. En las noches se imaginan a la Concertación, a los comunistas, a los estudiantes, a la gente organizada, a nosotros, todos juntos conspirando y entra la paranoia.
-¿No será que se quieren levantar bloques autoritarios ante la demanda social?
-Sí, eso también. Lo hemos visto en la historia como una herramienta de la derecha, siempre recurren a esas cosas. Ellos tienen respuestas conservadoras. Ahora, creo que hay que componer un clima de confianzas.
-¿Qué la parece Camila Vallejo?
-Al igual que muchos de esos dirigentes, de una lucidez enorme -en este plano, en este episodio, en esta oportunidad, en este proceso-, es la expresión de una generación en ruptura con un modelo, con un lenguaje, con concepciones políticas. Camila es una dirigente con la cual tenemos diferencias, porque ella es militante de las Juventudes Comunistas, y yo soy fundador del Partido Progresista, con lo cual hay miradas distintas, pero muchos progresistas en Chile y en el mundo han visto en ella a una nueva generación. Mujer, preparada, inteligente, lúcida.
-¿Le gustaría verla de candidata a alcaldesa o diputada?
-No soy buen consejero en eso, apenas me doy consejos yo mismo. No puedo ser consultor de otros. En todo caso, ojalá que esta mayoría cotidiana y mayoría social, transforme esto en una mayoría electoral. Esa es mi preocupación. Esta es una pelea que sigue, algo que continúa lo que muchos iniciamos antes.
-¿Cómo evalúa el rol de los rectores?
-Contrastado, contradictorio, confuso. Me gustaría una postura más audaz, más arrojada. Me habría gustado verlos marchando junto a sus estudiantes. Quizás marcharon y no tuvieron prensa, me habría gustado verlos en las marchas. Me habría gustado verlos más audaces en sus planteamientos de respaldo a las demandas estudiantiles.
-Usted se reunió con varios partidos para discutir el tema electoral…
-Con varios, menos dos. Adivine cuáles.
-¿El Partido Socialista y la Democracia Cristiana?
-Exacto.
-Todo parece confuso y no se ve nada claro en cuanto a acuerdos o pactos.
-Nosotros tenemos un camino en el cual no hay retorno. Los partidos deben ser programáticos, tienen que haber mecanismos participativos, primarias vinculantes y abiertas, todo en un marco de respeto. Esas consideraciones significaron una gran dificultad para conversar con las fuerzas políticas. Al PS y la DC le hemos hecho cuatro propuestas programáticas y ninguna ha sido respondida. Eso no es respetuoso.
-Es que a usted lo responsabilizan de la derrota electoral que tuvieron en la presidencial.
-¿Y también soy responsable de que ahora tengan el 14% de aprobación? ¿Y el 11% de la CERC también es responsabilidad mía? Pasaron dos años y medio de que me fui y todavía soy responsable. Hay algo delirante en eso. Siete millones de chilenos son infantilizados por el PS y la DC cuando ellos dicen que no votaron en su sano juicio, porque votaron por Piñera y no por ellos. Cuando no les gusta el voto, culpan a otros, cuando les gusta, dicen que los chilenos votan en conciencia. Para elegir a Michelle Bachelet les pareció que el voto era adulto, para elegir a Piñera les pareció un voto infantil. Fue una falta de respeto.
-Como sea, no se ven avances en acuerdo para enfrentar las municipales.
-Yo me angustio ante la falta de generosidad de las fuerzas políticas. Debemos proponer un camino ético: primeros las ideas, después los procedimientos y luego los nombres. Ellos ponen primero los nombres, después los procedimientos y nunca las ideas. Así es imposible.
-¿Entonces irán solos en las municipales?
-Ya decidimos nuestro camino y se basa en esas consideraciones: programa, primarias y respeto.
-¿Y frente a la tesis de que hay que unirse para derrotar a la derecha?
-Evidente, pero con un programa. Hay que construir una mayoría amplia y con densidad programática. ¿Por qué no quieren? ¿Por qué muchas fuerzas no quieren discutir ideas?
–Parece que con el Partido Comunista les fue bien.
-Mejor. En ellos veo otra lectura histórica, es un partido que propone, nos juntamos en enero y hace una semana y discutimos ideas. Con el PC estuvimos confrontados el 2009, pero siento que de parte de ellos nunca hubo una falta de respeto hacia el movimiento progresista. Nunca escuché en ellos palabras como las de los presidentes del PS o la DC que dijeron que ellos no hablaban con partidos no legalizados, que no contestaban invitaciones, que nos culpaban de todo. Con el PC tenemos una relación de respeto. Hay un diálogo que se recompone. Y hemos hablado de buscar un mecanismo participativo, transparente, que son las primarias. Hemos acordado un camino basado en algo clave: respeto. Estamos legalizados en siete regiones, vamos a estar en 15, y en ningún momento se ha puesto en duda la densidad del otro partido. Yo no me relaciono con ellos desde el 20%. No sé, parece serle franco, si esto terminará en un paso juntos.
-¿Cree que todavía cuenta con el 20%?
-No, para nada, si yo ya renuncié a eso. Ahora estoy trabajando, recorriendo el país, construyendo un partido.
-¿Cómo ve en la contingencia a Michelle Bachelet?
-La veo en la ONU, apasionada con su trabajo allí y con una gran recepción en Nueva York.
-¿Y cómo la ve para un par de años en la coyuntura electoral?
-Ella no ha dicho nada, ni se ha pronunciado sobre el movimiento estudiantil, sobre si quiere volver a gobernar, a repetir la presidencia. No voy a hacer lo que hacen los socialistas o la Democracia Cristiana, de ir a cenar todas las noches especulando sobre las aspiraciones de Bachelet. Nosotros tenemos una gran aspiración que es ofrecerle un camino a Chile el 2012 y el 2013. Son caminos distintos.
-¿No es ella la líder, la opción de la oposición en estos momentos?
-No, porque además no sé cómo se mide eso. Creo que ella es representante de una coalición que hoy día está en crisis, es la máxima representante de esa coalición.
-¿Cómo ve a Sebastián Piñera?
-En un pantano. Él hizo cuatro promesas y le debe angustiar mucho no cumplirlas. La nueva forma de gobernar, eficiencia, corrupción y combate a la delincuencia. Ni hay nueva forma de gobernar, ni es eficiente, ni terminó con la corrupción, ni bajó la delincuencia con su mano dura.
-¿Sigue trabajando con Max Marambio?
-Recorrimos un camino juntos, padeció una acusación injusta de una parte de la burocracia cubana, algo que me dolió porque sé que es inocente. Ahora no estamos trabajando juntos.
–¿Sigue escuchando y trabajando con sus “tíos” del MIR?
-Mucho, claro que sí. Por eso cuando Camilo Escalona me dijo Marquito, la gente lo leyó mal, sabiendo que mis diferencias con Escalona son de fondo y de forma de hacer política. Todos los miristas me dicen Marquito. Tengo un padre, Carlos Ominami, el otro día le conté a mi hija quién fue Miguel Enríquez, que fue mi padre y siento que tengo miles de padres en los miristas y todos me han considerado una suerte de sobrino, Andrés Pascal me dice sobrino. Con él trabajo mucho, lo quiero y lo aprecio.
-¿Leyó el libro de Carlos Ominami?
-Sí. Un libro muy bien escrito, me sorprendió la pluma de Carlos, de mucho coraje, aparte de que me gustan mucho los libros de subjetividad extrema que en Chile son muy mal vistos. Mucha gente se esconde detrás de una supuesta objetividad.
-Se quejó mucho Ominami.
-Contó episodios crudos, contó traiciones, lo que es la política. Lo hace en un momento de doble ruptura, con la Concertación, con el PS.
-¿Llegó el momento en que este país empiece a cambiar en serio?
-Esa es mi gran duda. Terminamos lo que me preguntaste el principio, es como el gran círculo del que habló el cineasta boliviano Sanginés. Mi respuesta no es teórica, es práctica si quieres. Hay que trabajar para eso. Hay que responder por la vía de los hechos, más que por una respuesta en esta entrevista. Creo que el 2009 estuvimos cerca de alcanzar un cambio, pero fallamos, yo fallé, en eso soy autocrítico. Había un espacio, había que llegar más lejos y fue insuficiente. Fue el 20%, pero faltó mucho.