Cuando la indignación llega a niveles inaceptables entonces las calles y las plazas se llenan de mucha gente, y son los lugares perfectos para iniciar un proceso que debe llegar a un buen final.
Los indignados en Chile vienen desde tiempos muy antiguos. Sus orígenes se encuentran en el pensamiento anarquista libertario. Indignados fueron los que convocaron a las marchas y huelgas obreras en los primeros decenios del siglo XX allá en el norte, cuando los dueños de las minas llamaron a las Fuerzas Armadas para asesinar a familias enteras de indignados. Indignados eran los que educaban a los mineros en la defensa de sus derechos fundamentales, y desde esos tiempos los indignados tienen toda la razón….siempre la han tenido.
Cuando el descontento social sale a la calle se sabe que saldrá también la represión. La lucha callejera, los mítines, las manifestaciones tienen su razón de ser cuando queda al descubierto la miseria, lo oprobioso del sistema y su modelo. Es allí cuando las justas reivindicaciones, ese grito es indispensable ante la vulneración de derechos fundamentales.
Toda la razón tiene Gabriel Boric al anunciar que los enemigos, que los adversarios están en el gobierno y en el Congreso. Siempre la relación entre el poder instalado en el gobierno y la calle es de adversarios, y en este gobierno de empresarios en La Moneda, de los coludidos y ladrones es sencillamente vomitivo. Razón tienen los dirigentes estudiantiles que declaran abiertamente que les interesa un nuevo Chile, un país diferente, más participativo, más a escala humana, y si eso significa estar frente a los adversarios de clase, pues bien… así será.
Para que los esfuerzos de los justos indignados, para que los indispensables rebeldes vayan sumando más fuerza, para que el movimiento se vaya articulando deben confluir otros sectores sociales sin los cuales no habrá cambios más profundos. La credibilidad y transparencia en el sector sindical chileno especialmente en la CUT está lejos, y ese es uno de los mayores problemas para los pasos callejeros que están por darse, entonces hay que ir a buscar a las localidades y por sector social. Cualquiera que piense que con Martínez en la CUT se puede contar en esta digna tarea, está cometiendo un profundo error, apoyarse en ellos es sentir los pasos del aprovechamiento concertacionista y de sus cercanos, esa izquierda tradicional antigua.
Nadie puede negar que la generación de la nueva izquierda que irrumpe ahora tiempos está legitimada, no solo por su compromiso con el país, lo legitima su trabajo para un futuro digno, sino también por la forma de elegirse. En sus elecciones votan todos los estudiantes, nadie queda excluido. Que desnudos quedan los que les gusta este modelo. En las elecciones estudiantiles no existe el binominal.
No será nuevo que salgan voces desde la izquierda tradicional antigua para manifestar que los nuevo dirigentes estudiantiles son: “expresiones de partidos que solo habitan en las universidades”(1). “enfermedad infantil”, gritará algún afónico antiguo. Desde siempre y cada vez que aparecen nuevas formas de lucha social son condenadas y estigmatizadas por aquellos que se creen el faro de la lucha social, la luz del túnel, los autoproclamados poseedores de toda la militancia obrera, cuando sus criticas las hacen desde el Congreso heredado de la dictadura, cómodos en una poltrona parlamentaria negociadora, arropados entre las migajas que les dejó caer de la gran mesa la socialdemocracia y los traidores del movimiento popular, y ellos con su hoz y martillo… contentos.
Los indignados deben entender bien el mensaje que llega desde la izquierda tradicional antigua, cuando se dice que “no es el objetivo la desestabilización del gobierno”(2) idea que llevaría a pensar que el gobierno de la RN/UID lo está haciendo muy bien…allá ellos.
Los nuevos aires en la izquierda no son motivo de preocupación para la derecha, ellos saben perfectamente que son los nuevos adversarios a los cuales hay que reprimir. En ese lado están unos cuantos exclusivos molestos defendiendo sus privilegios, y en la calle los millones de indignados defendiendo sus derechos fundamentales, en eso radica la diferencia.
Los concertacionistas han tomado nota de los nuevos tiempos por venir, allí no hay espacio para ellos. Cada manifestación, cada justa demanda o pliego de peticiones los deja al descubierto, quedan vestidos con sus delantales de administradores de un modelo excluyente y antidemocrático.
Como notable debe entenderse que a los nuevos tiempos les interese el futuro de Chile, que la justa rebeldía e indignación vaya acompañada de propuestas y un programa al cual convocarán a participar a los millones que habitan Chile con precaria calidad de vida. La articulación se hará más sólida en la medida que los nuevos actores, que los millones de protagonistas de lo promisorio que debe venir, vayan tomando y haciendo conciencia, desde abajo nace la verdadera fuerza del cambio y la transformación.
La nueva izquierda ganó y la izquierda rebelde que tiene ya sus años sabe que estos son la continuación, aquí no está el espejo fantasma del progresismo, ni del reformismo, está el futuro al que de una vez por todas queremos acercarnos.