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Patrimonio cultural: No se vende ni se compra

Columna de opinión por Vivian Lavín A.
Domingo 1 de enero 2012 20:15 hrs.


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Con aires de balance triste, hasta el último minuto, el año 2011 nos arrebató a figuras relevantes de nuestro quehacer cultural. El viernes 30 de diciembre fallecía el músico teórico Mario Silva Solís, quien fuera subdirector de la Revista Musical Chilena y también director del Departamento de Música y Sonología de la Universidad de Chile. En abril, también partía el gran poeta Gonzalo Rojas y con él, una de las figuras tutelares de la lírica del siglo XX en Chile y el mundo, mientras el cine lamentaba el alejamiento final de Raúl Ruiz, el inagotable director que deslumbró a la cinematografía francesa por un trabajo tan chileno como universal.

La alegría, en cambio, llegó de la mano de los hermanos Parra. Nicanor, con su Premio Cervantes bajo el brazo, alzaba a la literatura chilena a la cumbre de las letras en español y su hermana Violeta, fue noticia de principio a fin de año. La Jardinera es el nombre del museo que prometía apertura para este 2011, un edificio con forma de guitarra que homenajeará de manera rotunda y justiciera a esta enorme artista cuyo legado aún no logra ser apreciado en toda su dimensión de poeta, cantante, investigadora, folclorista…Violeta se fue a los cielos es el título del libro que escribiera su hijo Ángel y que replicó Andrés Wood para llevarla a la pantalla grande con la impresionante actuación de Francisca Gavilán, quien no ha podido despegarse de su rol, cuando logra de manera asombrosa no sólo personificar sino además interpretar sus maravillosas canciones como si lo hiciera la misma Violeta. Y es que pareciera que esto del arte tiene mucho de hermanos, Nicanor y Violeta, Andrés y María Elena, ambos llevando al lenguaje cinematográfico a una Violeta, el primero, y a nuestra Gabriela Mistral, la segunda. Locas mujeres es el documental que de manera delicada y natural deja atrás a la adusta y seria Gabriela para dar paso a una mujer sufrida, amorosa pero, sobre todo, tremendamente trabajadora y cuyo legado, gran noticia de 2011, fue completamente digitalizado por el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional que encabeza Pedro Pablo Zegers, también incansable compilador de su obra. Y si la DIBAM fue demasiado recatada a la hora de dar cuenta y anunciar tan importante suceso, hay otros que también cultivan el bajo perfil con devoción, como el Museo Chileno de Arte Precolombino, que ha cerrado sus puertas hasta el año 2013 para convertirse en uno sino el museo más moderno de nuestro país. Por ahora, sus colecciones se pasean hasta por Laponia, cuyos habitantes han requerido una muestra artística mapuche que luego realizará un importante recorrido por capitales europeas.

El Precolombino permanecerá temporalmente cerrado pero no parará, cuando es junto al Consejo de Monumentos Nacionales, una de las entidades que con más preocupación han levantado la voz respecto de lo significa para nuestro patrimonio el polémico Rally Dakar 2012. Una competencia que por cuestiones de seguridad para sus pilotos decidió dejar las arenas de África del Norte y optó por nuestro desierto, ignorando que a diferencia de las arenas africanas, en el Desierto de Atacama se conservan las huellas de culturas ancestrales, como la Chinchorro, cuyas momias tienen una data más antigua que las de Egipto. El problema que subyace a la anuencia del Estado chileno hacia este Rally es el enorme desconocimiento de qué es lo que se está dañando, de modo que el dinero con que se indemnizará será utilizado, como lo señaló su secretario ejecutivo, Emilio de la Cerda, más que nada para recabar información, es decir, para hacer un levantamiento arqueológico y paleontológico. Muy bien saben el Consejo y el Precolombino que no es algo menor, cuando son estas las entidades que llevan adelante la postulación del Qhapaq Ñan, sistema vial andino y mejor conocido como Camino del Inca, por parte de Chile junto a otras cinco naciones sudamericanas frente a la Unesco para declararlo Patrimonio Cultural de la Humanidad… quizás esto logre hacer entender a las autoridades actuales, pasadas y futuras que no todo es dinero y que de la misma manera cómo lamentamos la pérdida de nuestro patrimonio natural en Torres del Paine, sólo una vez que lo vemos destruido somos capaces de valorarlo. Una buena causa para los ciudadanos que ya aprendieron en 2011 que las autoridades están para obedecer el mandato de un pueblo cada vez más consciente del valor de un patrimonio que es de todos y no de unos pocos empresarios concentrados y coludidos que de manera asombrosa saben sacarle provecho económico a todo lo que ven.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.