El triunfo presidencial de Sebastián Piñera ha servido para que los chilenos conozcan a los integrantes de los poderes fácticos salidos del clóset del poder real para convertirse en ministros, subsecretarios y ejecutivos de empresas e instituciones públicas. Revelador ha sido, también, observar el cambio de aquellos dirigentes políticos que parecían bien plantados en la oposición y que, ahora, han debido ponerse los hábitos del oficialismo.
El Gobierno de los Gerentes está probando la ineptitud de aquellos arrogantes empresarios y ejecutivos que se ufanaban por su “eficiencia”, cuando estaban al abrigo de la impunidad garantizada por los gobiernos concertacionistas que nunca se atrevieron a controlarlos en su usura, encarcelarlos por sus bochornosas colusiones, evasiones y fraudes a gran escala. Como queda ahora con evidencia palmaria en el caso de la Polar y los despropósitos de las multitiendas, farmacias e industrias alimenticias.
La agitación estudiantil y las movilizaciones acicateadas, por la sola presencia de Piñera en La Moneda, han desnudado los negociados de la educación, del lucro ilegal de las universidades y de los ingentes beneficios otorgados los bancos que manejan el “crédito con aval del Estado”. Han develado, asimismo, toda una operación política para convertir el derecho a la educación en un pingüe negocio para quienes ya tenían como rutina derivar de altos funcionarios públicos a “sostenedores” de colegios e institutos de formación técnica y profesional.
El gobierno de la rancia derecha ha probado las tendencias impúdicas de estos sectores políticos que aparecían muy ordenaditos y bien peinados en sus bancadas parlamentarias cuando su misión era acotar los impulsos de los gobiernos anteriores e imputarle al Ejecutivo todo lo que se dejaba de hacer. El influjo del pinochetismo a la hora de ser requeridos por el pueblo para descargarle todo el peso de la represión a los mapuche, los grupos inconformes, hasta para avalar homenajes a los más sanguinarios criminales de la Dictadura. Toda una cultura autoritaria que sigue sin extinguirse para desafiar las decisiones judiciales y armar montajes tan siniestros, como el del Caso Bombas y, ahora, volver a criminalizar las reivindicaciones de los pueblos originarios. Una manifiesta vocación criminal para amparar las graves violaciones a los DD.HH que siguen cometiendo los carabineros que matan por la espalda a los comuneros de la Araucanía, irrumpen con lacrimógenas las reuniones gremiales y terminan delinquiendo en colusión con los narcotraficantes y las bandas que roban autos y asaltan la “sagrada” propiedad privada.
La hipócrita actitud de aquellos católicos sumidos como fervientes defensores de los sacerdotes pederastas, cuyos apellidos se emparentan con las figuras más renombradas del gabinete presidencial, como de senadores y diputados de derecha. Que se coluden con la fáctica jerarquía eclesiástica para tapar la verdad con la prescripción de los más repugnantes delitos de índole sexual, al tiempo que se oponen a la píldora del día después, instalan imágenes religiosas en las instituciones públicas y juran el nombre de Dios en vano en cada uno de sus promesas incumplidas. Como patéticamente se demuestra en la frustración de las víctimas del último terremoto que, ya se sabe, seguirán a la intemperie en el nuevo invierno que se nos aproxima. En los campamentos que prometieron erradicar, en las cárceles que dijeron descomprimir, en la desatención de tantos enfermos sin cobertura médica.
La gravosa inconsistencia de quienes prometieron reformas políticas al sistema institucional, pero siguen con dientes y muelas aferrados al sistema binominal. Que como los anteriores gobiernos prometieron redistribuir el ingreso o atacar la inequidad, pero que en la práctica permiten que las grandes empresas recuperen su discreto impuesto del 18 por ciento, aunque había sido elevado al 20 para atender la emergencia de las catástrofes telúricas. La UDI y otros mandamases de Renovación Nacional que acaban de decirle que NO en su cara al Presidente respecto de la posibilidad de una profunda reforma tributaria. Una negativa que le permite a Piñera postergar hasta marzo o indefinidamente tal compromiso.
El oportunismo de los empolvados gerentes de nuestra Cancillería que predican la integración regional y se envanecen con la Presidencia pro tempore de UNASUR, mientras financian millonarios presupuestos militares para mostrarle los dientes a la justa demanda boliviana. En un doble discurso similar al de los nuevos Ejecutivos de Codelco, que emigraron de las empresas transnacionales a administrar nuestra riqueza principal a fin de seguir sirviendo desde el Gobierno a las mismas transnacionales que rapiñan nuestros yacimientos. En una burda maniobra en la que, en realidad, parecen “en comisión de servicio” en sus actuales cargos para realizar operaciones tan bochornosas y sospechosas como la compra frustrada de la Minera Estatal de las acciones de Anglo American.
Sin descartar algunos disensos reales en la derecha (como que sea sincera la ira de Piñera con los políticos de su sector), en lo grueso estas desavenencias son parte del show mediático para enterar el tiempo gubernamental y atraer a quienes en la Oposición sienten una terrible nostalgia por La Moneda y los negocios públicos. Además de engatusar a aquellos cándidos o cínicos partidos y dirigentes de izquierda que se pasan los años y las décadas confiando en cambiar a los partidos desde dentro y en ganar uno que otro adepto más a sus buenas causas que a rato desperfilan totalmente en los devaneos cupulares de nuestra política.