Sorprenden las recientes declaraciones del diputado Moreira, no por su contenido, sino por su audaz hipocresía. Diversos medios de comunicación destacaron recientemente que el diputado UDI emplazó al PC  para que entregue condolencias por la muerte de un disidente cubano, al igual como lo hizo ese partido con el dictador norcoreano. Moreira, actual  integrante de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, afirmó que “aquí vamos a comprobar el doble estándar que tiene el Partido Comunista con respecto a la defensa de los Derechos Humanos. Cuando se habla de Cuba, cambia, lo justifica”.

No deja de ser toda una ironía que sea Moreira, precisamente, quien demande coherencia política y moral al PC  y se muestre escandalizado por las condolencias que la directiva de ese partido envió con ocasión de la muerte del dictador norcoreano, Kim Jong-il, el “querido líder”. Desde luego, aunque no se esté en absoluto de acuerdo con las condolencias póstumas del comunismo chileno ante el fallecimiento del dictador norcoreano, el menos indicado para criticar esa actitud es quien fue un incondicional defensor del dictador Augusto Pinochet, hasta su muerte. Si Moreira demanda coherencia al PC no estaría mal que empezase por casa y que se retracte entonces de sus declaraciones de pesar por la muerte del  dictador chileno, a menos que para el diputado UDI existan “dictadores buenos”, como Pinochet, y “dictadores malos”, como el norcoreano.

Si es así, sería interesante que Moreira explicase en qué basa su distinción. Mientras tanto, y hasta que no explique y justifique su incondicional apoyo a Pinochet, sería preferible que Moreira se abstuviese de erigirse como defensor de los DD.HH., en este caso, del pueblo norcoreano. Sus confundidos electores, con seguridad, se lo agradecerían.

Nicolás Caritat