La anticipación de la inflación, indispensable en las decisiones de inversión, de endeudamiento, de liquidez, de precios, de compras y de ventas y, desde luego, para estimar el valor real del dinero y de los bienes en el futuro, es un aspecto muy fundamental. Sin embargo, podría haber una permanente subestimación del IPC, en particular en los últimos meses, causada por el no reconocimiento de la futura ocurrencia de fenómenos que afectarán los niveles de precios nacionales y externos. Esto ha desorientado a algunos agentes económicos y analistas y ha producido incalculables traspasos de recursos y riqueza entre inversionistas, empresas e individuos.
La inflación, con sus diferentes estimaciones y luego con las mediciones del IPC, la hemos seguido y comunicado desde hace varios quinquenios, dadas sus consecuencias en los procesos decisionales de empresas, consumidores y autoridades. Las decisiones y opiniones emitidas sobre las perspectivas de la economía global y nacional -en particular sobre inflación y crecimiento- crean realidad y por cierto tiene alto impacto en las economías locales y regionales del país.
En la última década se observa una tendencia a subestimar la inflación y a bajar la TPM (Tasa de Política Monetaria del Banco Central), sobre la base de estimular la inversión y el crecimiento, llegándose con esto a “tasas de interés real negativas” y pocas veces superior al 2%, que por su bajo valor debieron haber estimulado la inversión y con ello la consiguiente inflación. Curiosamente, en el último año la tasa de interés tuvo su mayor valor real y ha sido: un año de alto crecimiento de la economía, pese a malos augurios y adversos pronósticos de la muchos analistas sorprendidos por la realidad.
Por estas, y otras razones, seguiremos insistiendo en la necesidad de hacer estimaciones sobre la inflación, pero con una revisión tanto de: los métodos de estimación como de los sesgos profesionales y profesiones de quienes participan en la estimación de dicho indicador. Una manera de reducir estas desviaciones o errores sería incluir también a profesionales que tengan una formación particular y profunda en “métodos de anticipación” y que, además, aporten una perspectiva que vaya más allá de la economía. La dificultad que ha existido para anticipar los fenómenos económicos más graves, que han sido recurrentes en la última década, avalarían esta propuesta.
La relación entre estimación y, luego, realidad también se observa en algunas instituciones económicas internacionales que acostumbrar cambiar sus estimaciones de inflación en cuestión de dos o tres meses, probablemente con el propósito de llegar al final de cada año con menores desviaciones y coincidir con su estimado. Para el manejo de la complejidad de la globalidad económica global, no hay modelo económico que incorpore e integre la diversas variables inter e intra disciplinariamente para fines predictivos como lo demuestran los fallos de las opiniones más difundidas en lo medios. Finalmente, es de esperar que las instituciones y personas que hacen pronósticos sobre inflación estén de acuerdo en que es importante dar explicaciones sobre sus aciertos y sus desviaciones, de manera de poder sacar conclusiones y lecciones a partir de las razones que entreguen oportunamente.
Omar Villanueva Olmedo
Director OLIBAR Consultores
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