PSOE: Progresistas en Europa, Colonialistas en América Latina

  • 20-04-2012

Muchos adalides ha tenido el jefe de gobierno español, Mariano Rajoy, en su falaz argumento de homologar los intereses un Estado –el español- con los de una empresa de capitales que parcialmente pertenecen a empresarios españoles –Repsol-. Entre ellos, es especial y elocuente el espaldarazo que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha brindado a la embestida contra Argentina y su presidenta, Cristina Fernández. Al punto que el líder de la colectividad, Alfredo Pérez Rubalcaba, llamó al presidente de la compañía, Antonio Brefau, para ofrecerle “todo el apoyo” de su partido.

Esta tienda política ha afirmado que la decisión del gobierno transandino es “impropia en el siglo XXI”. Con ello, y al optar por el interés económico de una empresa en perjuicio del intento de un país por recuperar soberanía, ha terminado legitimando el proceso histórico de cooptación de los estados nación por parte del capital multinacional, a pesar de que doctrinaria y políticamente la Social Democracia –a la que el PSOE pertenece- supuestamente constituía una respuesta o un intento de resistencia frente a esta tendencia.

Lo curioso es que, en Europa, este mismo PSOE ha sido crítico de las capitulaciones de Rajoy frente a las políticas impulsadas por Alemania para salir de la Crisis, las que implican socializar las pérdidas a través de la reducción de los beneficios sociales. En ese contexto, del Primer Mundo, el PSOE, sus intelectuales y medios afines como El País han reivindicado el rol de la Social Democracia en el siglo XXI, a través de la defensa del Estado, la recuperación de la política y la resistencia frente a la voracidad de los intereses corporativos. Allá, en Europa y según el PSOE, instituciones como la Unión Europea deben ser genuinamente políticas y no convertirse en agentes facilitadores del poder económico.

En otras regiones, en cambio, la dirigente Soraya Rodríguez ha reiterado el respaldo del partido a las medidas que tome el Ejecutivo en la defensa de las empresas españolas con intereses en el exterior, singularmente en América Latina. Con esta declaración pasa a un plano más general, pues no sólo se pronuncia frente a la situación específica de Repsol, sino también frente a la masiva apropiación por parte de capitales españoles de empresas estatales o de empresas estratégicas en el continente.

El proceso de inserción de las multinacionales españolas en América Latina se dio en los 90, al mismo tiempo que los gobiernos de turno cedieron a las presiones del Banco Mundial y el FMI. Gracias a presidentes como Carlos Menem, quien permitió la privatización de YPF en Argentina en 1998, las empresas españolas se hicieron dueñas de servicios públicos y de otras empresas de los Estados latinoamericanos, la mayoría entregadas a muy bajo costo. Y desde España, las políticas desreguladoras de Felipe González permitieron que el flujo saliente de capitales fuera especialmente expedito hacia esta región del planeta.

Esta inconsistencia neoliberal del PSOE es parte del proceso que la llevó a la peor derrota electoral de su historia, luego de las políticas “de derecha” del segundo gobierno de Rodríguez Zapatero, y es la misma que han mostrado otras administraciones de esa filiación, entre ellas la chilena. Por de pronto, en el peor momento de la Social Democracia en Europa, ya hay una evidencia histórica: los gobiernos de este signo han fracasado a nivel mundial en su propósito de reducir la desigualdad.

La llamada Tercera Vía, surgida de la London School of Economics e inspiradora de los socialdemócratas del mundo, busca la difícil conciliación entre la aceptación del libre mercado y la introducción en él de porciones de justicia social. También ha sido la respuesta pragmática a la derrota histórica de las ideas de Izquierda en el siglo XX, para no quedar fuera de la disputa por el poder. Cuánto de los principios fundacionales ha sobrevivido al intento es una pregunta incómoda para muchos embarcados en este viaje.

Al menos en la pugna Europa – América Latina, el PSOE se inscribió con su apoyo a Repsol en la tradición de los explotadores denunciados una y otra vez en el monumental registro Las Venas de América Latina, de Eduardo Galeano. De hecho, y como si fuera respecto a este caso, aquel libro parte diciendo que “la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta”.

El PSOE ha demostrado en esta vuelta ser parte integrante del “nuevo colonialismo español”, que sólo en su primera etapa, en la década del 90, supuso una inversión de alrededor de 40.000 millones de dólares en la compra de bancos, empresas de telecomunicaciones, energía y otros sectores estratégicos de Latinoamérica. Ésta es la realidad impugnada por jóvenes e intelectuales latinoamericanos, que va de la mano con las denuncias de corrupción y de captura de las autoridades políticas llevadas a cabo por las empresas españolas, como lo hemos visto más de una vez en Chile.

En ese esfuerzo, el PSOE se ha esmerado hasta el punto de transformarse en la misma cosa, como lo podremos ver con la llegada a nuestro país de Elena Salgado, ex vicepresidenta del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero y nueva consejera de Hidroaysén (de capitales semi-españoles) ¿Para qué fue contratada? ¿A qué amigos suyos viene a convencer de las bondades del proyecto? Ésas son otras preguntas que quedan en el aire y que necesariamente deberían responder algunos compatriotas nuestros.

Twitter: patriciolopezp

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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