En el año 1884 Etiopía era la única nación independiente de África. La voracidad de más de tres siglos de colonialismo en el continente había producido una repartición de facto que amenazaba con desplegar conflictos entre las potencias ocupantes. Por ello, durante ese año, convocados por Francia y el Reino Unido se reunieron en Berlín 14 países que poseían colonias o, que tenían intereses en África. Durante tres meses desde noviembre de 1884 hasta febrero de 1885, sin la presencia de ningún representante africano decidieron consumar y “legalizar” la injerencia en el vasto y rico territorio continental.
Esto condujo a que en algunos territorios habitados desde tiempos inmemoriales, sus pueblos advirtieron de pronto, que sus espacios geográficos habían sido divididos por líneas fronterizas sobre las cuáles no les consultaron. Por ejemplo, los herero viven ahora en Angola, Botswana y Namibia; los afar en Djibuti y Etiopía; los acholi en Uganda y Sudán. En todos estos países conviven diferentes pueblos originarios y tribus con características propias y culturas, lenguas, tradiciones y religiones diferentes entre sí. Algunas de ellas quedaron divididas entre dos y a veces tres potencias coloniales y, después de la Independencia, en estados nacionales. Así mismo, naciones sin identidades comunes quedaron integradas por vía de la fuerza bajo un mismo dominio colonial que devinieron en países con unidad territorial, pero no cultural, étnica, lingüística ni religiosa al acceder a la Independencia. Ese proceso se mantuvo a través de la historia, lo cual condujo a conflictos y guerras que heredaron los estados nacionales en períodos posteriores a la Independencia. Por ejemplo, Libia es la unión colonial de Cirenaica, Tripolitania y Fezzan o Sudán, donde convivieron 570 grupos étnicos, los de ascendencia árabe y religión musulmana en el centro y norte del país y las etnias de raza negra y religión cristiana en el sur hasta que después de una larga guerra convinieron en configurar la República de Sudán del Sur en enero de 2011.
Hoy, las potencias coloniales han vuelto a poner su mirada sobre África. Una serie de hechos acaecidos en los últimos dos años marcan el nuevo derrotero a seguir a fin de producir otro reparto que considere las actuales hegemonías y las “necesidades de distribución” de riquezas no descubiertas cuando se reunieron en Berlín al finalizar el siglo XIX.
La ya mencionada partición de Sudán, las intervenciones armadas de la OTAN amparadas por la ONU en Sierra Leona y Libia para derrocar sus gobiernos durante el año 2011 y los recientes golpes de estado en Mali en marzo -que devino en la proclamación por parte de un movimiento político del pueblo tuareg en la secesión de la región de Azawad- y en Guinea Bissau en abril, dan muestra de una creciente inestabilidad alimentada por las potencias imperiales que ansían tal situación para aumentar los mecanismos de control y apropiación de los cada vez mayores recursos naturales del empobrecido continente.