Con bastante frecuencia el Presidente Sebastián Piñera nos sorprende con afirmaciones, frases repetidas, citas fuera de lugar y lugares comunes que revelan un nivel intelectual que no se compadece con un calificado profesor de la Harvard University. Sus expresiones muchas veces dejan en evidencia una pobre formación humanística y una capacidad de análisis extraordinariamente simplona y reduccionista. Una prueba de ello fueron sus recientes declaraciones a la BBC, en el sentido que él cree firmemente no en el Estado docente, sino en una “sociedad docente”.
Con una convicción digna de mejor causa, nuestro flamante Jefe de Estado no reparó en la grotesca contradicción en que estaba incurriendo con sus categóricas afirmaciones. Precisamente, el modelo educacional impuesto bajo la dictadura Pinochet, con algunas modificaciones “cosméticas” realizadas bajo los gobiernos de la Concertación, que apuntaban a legitimar el modelo, que no a restructurarlo, puso término a lo que podría denominarse con alguna propiedad una “sociedad docente”, donde el Estado y los privados, fueran éstos congregaciones religiosas o entidades sin fines de lucro, participaban por igual y sin exclusiones dogmáticas de la actividad educativa.
La Universidad Santa María es un buen ejemplo de ello a nivel universitario, como lo han sido también las instituciones de educación primaria y secundaria manejadas por jesuitas, maristas, ursulinas, carmelitas y muchísimas otras congregaciones religiosas que formaron por decenios, a miles y miles de niños y jóvenes de los sectores especialmente medios y altos de nuestra sociedad.
Paralelamente, el Estado cumplía con una labor educativa fundamental e irrenunciable, a través de las escuelas y liceos públicos, como así también, por medio de la Universidad de Chile y de la Universidad Técnica del Estado, al mismo tiempo que la Iglesia católica participaba en condiciones de igualdad en la educación universitaria a través de la Pontificia Universidad Católica, con una labor destacable y sin fines de lucro. De allí salieron miles y miles de profesionales, entre ellos, el señor Piñera y algunos de sus hermanos, por lo que no es una realidad que debiera ignorar el Primer Mandatario.
Sin embargo, bajo el régimen dictatorial se impone dogmáticamente y por razones ideológicas un modelo de sociedad y de educación dirigido a reducir considerablemente el papel del Estado en todos los ámbitos de la vida social y, por cierto, la educación fue uno de los sectores más afectados. En consecuencia, se impone arbitrariamente a la sociedad chilena un modelo que reduce intencionadamente la participación del Estado en la actividad docente, especialmente universitaria, poniéndose término a lo que Piñera denomina la “sociedad docente”.
La idea dominante y que prevalece hasta ahora en amplios sectores de la clase política y empresarial chilena era la de privatizar todo lo público, incluyendo el aparato del Estado. Así fueron cayendo bajo el control de grupos económicos y de los administradores del proyecto pinochetista no solo las empresas del Estado, sino todo lo que fuese privatizable, incluyendo la educación. El INCAP pasó a manos del empresariado y la Iglesia católica adhirió entusiastamente al modelo a través de su pontificia universidad, transformando el Departamento Universitario Campesino (DUOC) en una corporación manejada con criterio empresarial.
De la “sociedad docente” que menciona el profesor de Harvard, se avanzó decididamente hacia el monopolio empresarial de la educación, convirtiendo al Estado en un empresario más. En este contexto, se dotaba sin debate alguno al Banco Central de un régimen autónomo, manejado exclusivamente por tecnócratas que estuviesen, supuestamente, al margen de toda influencia política. Así la política monetaria y otras importantísimas decisiones económicas escaparon a todo control ciudadano, a través de sus representantes elegidos democráticamente, transformándose el Banco Central en el “directorio” de la gran corporación denominada República de Chile.
También el Banco del Estado, ya bajo los Gobiernos de la Concertación se “privatizó” manejándose a partir de entonces como un banco comercial más, abandonándose la idea original con que nació esa entidad crediticia. Lo mismo ocurrió con Televisión Nacional, con los deplorables resultados que todos conocemos. De la televisión pública que existió en sus inicios con espacios educativos no queda nada y TVN compite hoy en mediocridad, mano a mano, con las empresas privadas que se apropiaron con fines comerciales de los espacios televisivos reservados por ley a las universidades. Paso a paso se consumó el asalto del Estado y su desmantelamiento ha continuado inexorablemente.
A partir de entonces, el lucro se constituye en la “regla de oro” de toda actividad, ya sea en educación, salud, previsión social o cualquier otro ámbito de la vida ciudadana y las corporaciones y las sociedades constituidas con fines comerciales ingresan de contrabando, pero decididamente, al “negocio de la educación”, instaurando un modelo educacional que bien podríamos denominar de la “empresa docente”. En efecto, la actividad docente, desde las instituciones del Estado a las desarrolladas por la Iglesia católica, se organiza y restructurar conforme con el modelo educacional pinochetista, donde el criterio empresarial y la obtención de utilidades y beneficios económicos a corto plazo, es el objetivo principal, sino el único, en muchos casos.
De manera que cuando Piñera se refiere a que él prefiere un modelo de “sociedad docente”, está indicando contradictoriamente que valora y aspira a un sistema donde el Estado, que forma parte importante de la sociedad, desarrolle también una labor educacional relevante, pues el Estado no es en caso alguno un ente ajeno a la sociedad, sino que constituye precisamente la estructura fundamental de toda nación y sin la cual ésta difícilmente podría subsistir como tal.
Sin embargo, los chilenos sabemos muy bien que aquello que defiende públicamente el emprendedor y exitoso hombre negocios que es Piñera, desde luego no es una “sociedad docente”, sino un modelo de sociedad dominado en todos los ámbitos por el sector empresarial al que pertenece, en el cual el papel del Estado sea mínimo e irrelevante, es decir, donde la “empresa docente” orientada por el afán de lucro sea el principal gestor educacional y donde el Estado actúe como un empresario más.
Francisco Michel
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.