Primero. La última encuesta CASEN, con respecto a 2009, nos mostró varias cosas. Bajó la pobreza general (del 15,1 por ciento al 14,4); la extrema pobreza o indigencia también bajó (del 3,7 al 2.8 por ciento); hubo un aumento de los pobres no indigentes (del 11.4 por ciento al 11,6); la pobreza es mayor en el sector urbano que en el rural; la pobreza e indigencia afecta con mayor fuerza a mujeres y niños.
Segundo. Cabe recordar que se consideran pobres a aquellas personas pertenecientes a familias cuyos ingresos no alcanzan para la adquisición de dos canastas básicas e indigentes o pobres extremos a aquellas personas cuyas familias no poseen los ingresos suficientes para adquirir una canasta básica.
Tercero. Este instrumento tiene varios cuellos de botella, mencionemos tres. La pobreza es un fenómeno de múltiples variables, y la encuesta CASEN sólo mide la pobreza por ingresos (por lo tanto toda medición será insuficiente); constituye un supuesto muy arriesgado sostener que una familia que tiene los ingresos para adquirir dos canastas deja de ser pobre; la conformación de la canasta tiene demasiada antigüedad.
Cuarto. Lo importante es que esta encuesta mide la pobreza desde la variable más significativa y cuantificable. Sin duda que es insuficiente, pero sirve para ver la evolución de la pobreza y pobreza extrema y sirve para compararnos con el resto de los países.
Quinto. Los resultados de la última y cuestionada encuesta viene a reafirmar la tendencia que se ha producido en nuestro país desde el término de la dictadura, fecha en la cual la pobreza bordeaba el 40 por ciento y los pobres extremos llegaban al 13 por ciento. La disminución de los niveles de pobreza ha sido impresionante.
Sexto. Los porcentajes de pobreza extrema o indigencia no deberían existir en un país con el nivel de desarrollo de Chile. Su leve baja se explica por los extendidos subsidios, y no por mejores condiciones objetivas de estos sectores. En este contexto, es preocupante el crecimiento de la pobreza no indigente, que se puede explicar por la precariedad del sistema social productivo cuya demostración es la precariedad contractual y la insuficiencia salarial. El drama es que un importante porcentaje de chilenos, pese a trabajar, no salen de la pobreza.
Como conclusión vemos que la encuesta CASEN es un formidable instrumento, eficaz y objetivo, que debemos cuidar y no utilizarlo políticamente; los resultados obtenidos no son tan significativos como comunicacionalmente las autoridades han pretendido hacernos creer; la presente administración ha demostrado alguna inclinación para utilizar este instrumento políticamente, ya que en la presentación de la encuesta anterior modificó unilateralmente la fórmula para que el Gobierno pasado apareciera con una leve alza de la pobreza; la actual encuesta demoró inexplicablemente la muestra de los resultados (algunos malpensados sostienen que debido al trabajo de campo de una importante encuesta), tampoco presentó el error muestral y no explicitó el aumento de la pobreza no indigente
Es un peligro y una tontería utilizar políticamente un instrumento técnico de calidad, como lo es la encuesta CASEN, con el objeto de obtener módicos réditos políticos y comunicacionales.