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Los sencillos franceses y sus no tan sencillos vinos

Si yo sé, la sencillez no es la primera cualidad que se viene a la mente cuando uno habla de los franceses. Iconos de la sofisticación y la elegancia, cuando se habla de gastronomía, de arte, de moda y de un largo etcétera Francia –y especialmente Paris- aparece como la tierra de la que tenemos mucho que aprender.

Antonella Estévez

  Lunes 30 de julio 2012 11:35 hrs. 
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Si yo sé, la sencillez no es la primera cualidad que se viene a la mente cuando uno habla de los franceses. Iconos de la sofisticación y la elegancia, cuando se habla de gastronomía, de arte, de moda y de un largo etcétera Francia –y especialmente Paris- aparece como la tierra de la que tenemos mucho que aprender. Siendo todo aquello cierto, las últimas tres semanas me ha tocado convivir con otra Francia, la de la provincia, la de la clase media en vacaciones y efectivamente de ellos, sí que he aprendido mucho.

Que los franceses sean la mayor referencia en vinos y una de las más respetadas en el mundo de la gastronomía obviamente no es casual. Está en medio de la cultura, en la cotidianeidad y no sólo en las mesas de los restaurantes. Está en las conversaciones cotidianas, en las calles, en las góndolas  de los supermercados y muy muy importante, es accesible a la población. Como estamos hablando de algo que es culturalmente central hay ciertos alimentos (como por ejemplo todos los derivados de la leche, incluyendo  una gran diversidad de quesos) que están en parte subsidiados y que se pueden encontrar a precios más que razonables. Y aunque es verdad que puede resultar muy caro ir a un buen restaurante, comer platos realmente deliciosos en casa es –normalmente- más que posible.

Aprender de vinos franceses no es para nada fácil. A diferencia de cómo se hace en lo que es conocido como el nuevo mundo (Latinoamérica, Estados Unidos, Australia y Sud África), en Europa los vinos no se anuncian por cepa sino por lugar de procedencia. Así que para identificarlos uno tendría que saber de dónde vienen y cuáles son las características de los vinos se hacen en ese lugar. Pero como tienen cultura de vino, si bien existen aquellos vinos míticos y carísimos,  los vinos siempre están cerca, muchos de ellos a muy buenos precios en tiendas y supermercados y constantemente dándose a conocer. Una de las maneras más eficientes –y muy comunes en el verano- son a través de eventos. Me tocó asistir a las Estivales en Montpellier, en donde cada viernes del verano la plaza de la ciudad recibe a más de cuarenta productores locales que muestran sus vinos (con 5 euros se accede a una copa y a tres catas), hay una gran cantidad de stands de comida, música en vivo y feria artesanal. Lo que más me llamó la atención de esta actividad –que se parece a algunas fiestas de la vendimia que he visitado en Chile- es que se hace en un lugar abierto por lo que toda la comunidad está invitada a participar, más allá de si puede o quiere gastar esos 5 euros. De hecho vi varias personas que traían sus propias botellas de su casa o del supermercado y se mezclaban con la gente en las mesas y los pastos del lugar. Todo tranquilo, en un ambiente muy familiar en donde se encuentra y se conoce la comunidad, con buen humor y buenas maneras. Muy envidiable.

Comer en una mesa familiar en Francia puede tomar su tiempo, hablamos de un par de horas. Hablamos de aperitivo, luego el primer plato, luego el plato central, luego los quesos (sus interminables variedades y sabores creo que me acompañarán en mis sueños por un largo tiempo), luego el postre y luego el café. Esto, normalmente, acompañado de vinos y agua, no vi nunca una coca cola acompañando una comida. No estoy hablando de comidas super sofisticadas o para ocasiones especiales, sino de lo cotidiano, de lo que las familias con las que compartí durante estos días piensan que es lo que debe ser lo normal. En muchos de estos lugares las tiendas cierran a la hora de almuerzo y definitivamente es muy difícil encontrar algo abierto el domingo, bajo la lógica de que es más importante comer, descansar y disfrutar que vender.

Si he entendido bien el “Bien Vivir” francés se trata de eso, de tomarse el tiempo, de disfrutar con las cosas sencillas y celebrar profundas conversaciones sobre aquellas que no lo son tanto. He podido observar a los franceses sentados en el parque, en playas públicas, compartiendo y sonriendo. Y aunque mi paladar ha probado muchísimas cosas deliciosas, creo que lo más delicioso de esta experiencia ha sido conocer esta otra Francia, una que es al mismo tiempo compleja y muy sencilla.

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