La semana económica ha sido una de sinceramientos. Los mercados partieron al alza, alentados por señales discursivas optimistas provenientes de autoridades europeas; se supo de mejores resultados corporativos en EE.UU., y el empleo en la principal economía del mundo mostró un sorpresivo salto con la creación de 167 mil puestos, 67 mil más de los que esperaba el mercado.
Pero la voluntad expresa del presidente del Central Europeo, Mario Draghi, fue insuficiente y el mercado pareció exigirle acciones concretas en función de sus palabras: tras el alza, quedó a la espera que los dirigentes europeos y el BCE definan una intervención financiera creíble, incluido el eventual rescate directo a España. Como se sabe, el BCE ha dicho que volverá a comprar bonos hispanos sólo si Madrid solicita esa ayuda a los fondos de rescate. El presidente Rajoy no ha dicho nada, pero ha dejado entrever esa posibilidad al manifestar su disposición a hacer “todo lo que sea necesario” para salvar a la economía española.
El “impasse” se ha traducido en que hay cierta baja en los spread de los crédito de bonos de alto rendimiento, en los riesgos financieros y en los costos de financiamiento de España e Italia para plazos de hasta 5 años. Pero los indicadores económicos reales siguen pobres: la producción manufacturera y de servicios están contraídos; el desempleo llega a niveles de sobre 11%; los resultados de empresas muestras bajas utilidades y las estimaciones de crecimiento para este año en la Zona Euro son de una caída del PIB de más de 0,5%. Según los datos de Eurostat, el PIB de la eurozona está a las puertas de la recesión con un descenso del PIB interanual en el segundo trimestre de un 0,4% en la eurozona y un 0,2% en el conjunto de la Unión Europea. La economía griega se contrajo 6,2% en el segundo trimestre y sólo Alemania mantiene su actividad, aunque también con índices en disminución, tanto en sus órdenes de compra fabriles, como en su producción industrial, producto de la ralentización del resto de la economía europea y mundial.
En efecto, Estados Unidos sigue a paso lento, aunque el Departamento del Trabajo comunicó cifras con niveles superiores a los esperados por el mercado en crecimiento de su productividad y costos laborales unitarios en el segundo trimestre de 2012, lo que podría, empero, anticipar presiones inflacionarias.
China, por su parte, registró un IPC de 1,8% en julio respecto al igual mes de 2011, la tasa interanual más baja desde comienzos de 2010. La producción industrial cayó a 9,2% anual en el mismo mes, la menor tasa desde mayo de 2009. Sus exportaciones crecieron un escuálido 1%, contra expectativas de 8%, a raíz de la recesión en Europa. Las importaciones, en tanto, crecieron 4,7%, también bajo lo esperado, lo que demuestra una ralentización de sus compras y un ajuste de la locomotora a niveles de crecimiento menores.
Este comportamiento lento de las tres principales áreas de comercio de Chile explica la caída desde US$ 3,9 hasta menos de US$3,3 la libra de cobre en los últimos meses (y las de otros commodities) y confirman estimaciones de que su valor podría seguir bajando. Si se considera que por cada centavo menos de la libra de cobre, el país deja de percibir unos US$ 120 millones anuales, pareciera aconsejable evitar mayores aumentos del gasto fiscal y ajustar, desde ya, los egresos a los menores ingresos probables en los próximos meses.