Olimpiadas. Poder y deporte. Triunfo del vigor y del espíritu

  • 25-08-2012

Hace exactamente 3 meses escribí para “Ciudad CCS” un artículo que se tituló  “Política y Deporte. Diversión o zozobra”. Vale la pena recordar, -a la luz de las recién finalizadas Olimpiadas de Londres 2012  un párrafo del mismo en el que se señalaba que “Hay quién dice que la política y el deporte no tienen nada que ver. Se ha querido separar el deporte de la política sin entender que todo el impacto social que la actividad física -no sólo realizada como competencia- u otras actividades de recreación y disfrute tienen, cuando su aplicación masiva genera resultados individuales para quién la práctica y colectivos para el ente, llámese equipo o país que la promueve…”.

En él se hacía mención de la diferente significación del deporte para los países desarrollados y para aquellos -como el nuestro- en que la práctica del deporte adquiere una significación especial tanto en el sentimiento del atleta como en el del pueblo que acoge a sus deportistas como héroes que hicieron su mayor esfuerzo por representar los colores patrios.

Si alguien pone en duda que política y deporte estén en íntima relación tendrá que explicar por qué los 4 países que obtuvieron mayor número de medallas: Estados Unidos, China, Gran Bretaña y Rusia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el quinto partícipe del elitesco grupo, Francia, ocupó el séptimo lugar, empatado con Alemania en medallas de oro,  detrás de la sorprendente Corea del Sur.

Beijing, 2008, significó para China una carta de presentación en su aspiración de ser, -en muy pocos años- la primera potencia mundial. Tal vez haya pasado inadvertido para algunos, pero es bueno recordar que tal justa deportiva fue inaugurada el 8 de agosto (mes 8 ) de 2008 exactamente a las 8 de la noche, hora de Beijing.  Dentro de la cultura china, el número 8 es símbolo de prosperidad o riqueza, de buena fortuna. China utilizó las olimpiadas para mostrar al mundo su poderío como país en pleno desarrollo económico, en su afán de ubicarse entre las potencias del mundo.

Los recursos del poder puestos en el deporte rinden sus frutos, la competencia por la hegemonía mundial también se manifiestan en la máxima fiesta deportiva del planeta como expresión del emulación con el otro y la contención del empuje del adversario. Es importante hacer notar que el deporte olímpico es cada vez  más privado y comercial y, por tanto más alejado de los valores legados por el barón Pierre de Coubertin quien  después de mucho esfuerzo organizara los primeros juegos olímpicos modernos bajo el lema “Lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien”.

La práctica privada del deporte y el manejo de los atletas como mercancía no estaban en el ideal de Coubertin.  En este “negocio”, los países pobres del sur se ven siempre amenazados por el especulativo mercado de seres humanos que son robados a sus países y a sus pueblos merced a jugosos contratos imposibles de emular en sus naciones de origen. Detrás de ello, una poderosa maquinaria corrupta que ya una vez denunció Diego Armando Maradona es la que realmente se apodera de las grandes ganancias emanadas del deporte.

Las olimpiadas como expresión del todo nos muestran como avanzamos hacia una ciudadanía mundial donde la mezcla de razas, culturas y religiones vaya difuminando la diferencia que desune y mata. Así vimos al español de origen congolés Serge Ibaka mostrar sus dotes en el baloncesto; al alemán negro Raphael Holzdeppe, iluminarnos con su medalla de bronce en salto con pértiga (qué hubiera hecho Hitler ante la hazaña de este orgullo del pueblo alemán); o el británico Mohamed Farah de origen somalí y doble campeón de 5 mil y 10 mil metros planos; o al argentino de origen chino Song Liu haciendo su mayor esfuerzo en el tenis de mesa. Desde hace algunos años era y sigue siendo muy emocionante ver a los atletas negros y blancos compitiendo de igual a igual  en defensa de su Sudáfrica natal como expresión de la marginación creciente de la odiosa práctica del apartheid en su país.

Fiel a ese legado compitieron nuestros atletas de América Latina y el Caribe. Ahí estuvo nuevamente Cuba, ubicada en el 15to. lugar en el medallero general, reconquistando el primer puesto entre los países de nuestra región. Lo hizo desde la dignidad de sus 11 millones de habitantes bloqueados –incluso en el deporte- por la obscenidad de la primera potencia mundial. Para la historia quedará en cambio los abrazos farternos y las públicas expresiones de hermandad deportiva entre el estadounidense Ashton Eaton y el cubano Leonel Suárez, medallistas de oro y bronce respectivamente en el decatlón.

Como no sentirse orgullosos de la proeza de Usain Bolt y observar las tres banderas de Jamaica ondear altivas sin sombras en el podio total de los 200 metros planos de Londres. Ese Caribe profundo, parte indivisible de nuestra identidad nos aportó verdadera emociones no sólo a través de los jamaiquinos, entre otros también de Keshorn Walcott,  de Trinidad y Tobago medallista dorado en lanzamiento de jabalina, Kirani James de Grenada, oro en 400 metros planos y Javier Culson, puertorriqueño plata en el atletismo, así como en los relevos de Jamaica, Trinidad y Tobago y Bahamas.

Más allá del sentimiento que pudiera embargar a mexicanos y brasileños, los latinoamericanos no pudimos ocultar la agitación por que las medallas de oro y plata en el futbol masculino quedaran en nuestra región. Esta vez la sonrisa fue para los hijos de Cuauhtémoc, que celebraron con emoción su única medalla de oro olímpica.

Las expresiones de júbilo y de amor patrio se hicieron sentir en toda su expresión. La ciclista colombiana Mariana Pajón, medallista dorada en ciclismo BMX dijo emocionada que  “Hay que competir con todo este sentimiento de ser colombiano, con ese amor por nuestro país” y agregó “Era la bandera de Colombia y no podía quedarle mal a Colombia. Por eso este oro es para esos 46 millones de compatriotas que, de alguna manera, me ayudaron a pedalear”.

El dominicano Félix Sánchez nos hizo vibrar con sus lágrimas  al ganar el oro en los 400 metros con vallas a los 34 años. Al respecto expresó que “una de oro y otra de plata es histórico para nuestro deporte y para nuestro país fue maravilloso” y, con verdadero orgullo patrio subrayó que “Tenemos un brillante futuro”.

Mientras los deportistas occidentales podían celebrar con la presencia de su familia e incluso de amigos, el guatemalteco Erick Barrondo reconoció que tuvo que comprar un televisor a sus padres para que pudieran ver la prueba en la que ganó medalla de plata en la marcha de 20 Km.  Tras  ganar la primera medalla para Guatemala en la historia de los juegos olímpicos, Barrondo dijo que “sería feliz si después de esto alguien deja el mal camino y se pone a practicar deportes” y afirmó que  esperaba que “esta medalla inspire a los niños en mi país a dejar las armas y en vez de eso conseguir zapatos de entrenamiento”, si eso pasa, “seré el hombre más feliz del mundo”.

Para Venezuela, la consagración del medallista de oro en esgrima Rubén Limardo ha sido considerada un triunfo de todo el país y es que el propio Limardo hizo patente su agradecimiento al pueblo venezolano por su triunfo porque –según dijo-  “no es solamente para mí, sino para Venezuela“.

En el acto de reconocimiento y entrega de condecoraciones a Limardo y a los atletas venezolanos que regresaron de Londres, el presidente Chávez, fiel a los principios olímpicos de Coubertin dijo que “Ya el solo hecho de clasificar a las olimpíadas es una proeza para un joven venezolano, por eso es que independientemente de los resultados los hemos condecorado a todos…”, porque todos son expresión de lo mejor de Venezuela y su juventud.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X