Imagine, por un minuto, que las autoridades de la ciudad de Buenos Aires licitaron el terreno donde se encuentra el obelisco para hacer tres torres de departamentos de 25 pisos cada una; imagine que algo similar ocurrió en La Boca, específicamente en Caminito, donde se construirá un gigantesco mall.
Por otro lado, imagine que el Alcalde de la ciudad de Nueva York vendió a empresas inmobiliarias más de la mitad de la superficie del Central Park para construir una cincuentena de rascacielos, generando de esta manera un gran negocio inmobiliario, acrecentando el valor del m2, y evitando onerosos gastos al municipio por la mantención del parque, según argumentó el edil para justificar su acción.
Por último, imagine que en París, se ha privatizado el gran eje-parque que va desde el Louvre hasta el barrio La Defensa, pasando por los Las Tullerias, los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo y la Avenida Charles de Gaulle. En este largo boulevard de 50 cuadras de longitud, se construirán edificios de lujo, acción que será repetida en el futuro cercano en los alrededores de la torre Eiffel.
No es que los bonaerenses, neoyorkinos y parisinos se estén volviendo locos, ni menos que estén adaptando el modelo chileno de desarrollo urbano. Las afirmaciones anteriores sirven para contextualizar lo que esta ocurriendo en nuestras ciudades, especialmente en Santiago.
Es cierto que en Chile, nuestros “tesoros” patrimoniales y culturales no son comparables con los citados de otras ciudades, ya que hemos sido, históricamente, una sociedad (y una ciudad) más pobre, pero, este modesto patrimonio, es nuestro patrimonio. Es lo que tenemos, y es lo que nos identifica. Es decir, es nuestro patrimonio, nuestra riqueza cultural y física.
En los últimos años, en nuestras ciudades, especialmente en Santiago, hemos visto desaparecer parte importante de nuestro “patrimonio cultural”, insisto, modesto, pero es nuestro patrimonio. Es así que se cerró el Cine Tobalaba, se cerró el Cine Huérfanos (que se había especializado en proyectar películas chilenas), se cerró el casi centenario restaurant El Parrón, se va a cerrar la Galería El Patio en Providencia, acaba de cerrar la librería Andrés Bello y Editorial Jurídica en el centro de la ciudad y muchos más.
Todo este perjuicio cultural y patrimonial ocurre frente a la mirada impávida de las autoridades y también de la población. Sin los cines Tobalaba y Huerfanos, sin El Parrón, sin la Librería Andrés Bello y sin la Galería el Patio, Santiago será una peor ciudad.
Algo deberíamos hacer, para, aun conviviendo con las leyes del mercado, evitar este permanente vaciamiento del alma de nuestra ciudad.