En la reunión de la semana pasada en Tokio, en su informe World Economic Outlook, el FMI redujo nuevamente su pronóstico de crecimiento mundial para el 2012 (de 3,5% a 3,3%) y advirtió que si la crisis de la eurozona sigue, las cosas pueden empeorar, avalando la idea que –como hemos visto- el desempleo en esa región acelera la recesión internacional. Según el documento, la economía de la eurozona se contraerá este año en -0,4%, liderada por Grecia (-6%), Portugal (-3%), Italia (-2,3%) y España (-1,5%). Alemania crecerá 0,9% y Francia 0,12%. La nueva previsión del crecimiento global llega a 3,6% el 2013 -por debajo del 3,9% de julio- debido a que economías emergentes como China, India y Brasil reducirán su ritmo expansivo.
Con estas cifras, el FMI ha instado a un pronto acuerdo político europeo para estabilizar el crecimiento, aunque insistiendo en ajustes fiscales que han subvalorado sus impactos en la ocupación, no obstante que para estabilizar el crecimiento se requiere impulsar el empleo, fenómeno que el Fondo parecía creer vendría desde el sector privado. Sin embargo, esta vez, su directora general, Christine Lagarde, ha dicho que llegó la hora de actuar “con más equidad” respecto de la carga que deben asumir los actores en la transición hacia una nueva economía sustentable. Ha reconocido, asimismo, que los ajustes exigidos a los países requieren más tiempo para cumplirse con justicia.
Esta nueva visión se explica desde el reconocimiento que el mismo informe ha hecho respecto del tamaño del multiplicador del gasto público, el que hasta ahora se consideró, para todos los cálculos del Fondo, en 0,5 mientras que una investigación en 28 economías, desde el estallido de la crisis, lo ha establecido en un rango de 0,9 a 1,7. ¿Qué significa esto?
En términos simples, el multiplicador fiscal (o keynesiano) es la relación entre cambios en el gasto público e impacto en el ingreso nacional. Este efecto sostiene que si el multiplicador es 1, un recorte del gasto fiscal de US$10 mil millones generará una caída en el PIB de US$10 mil millones. Si el multiplicador es menor que 1, por ejemplo 0,5, la baja del gasto público de US$10 mil millones sólo tendría un impacto en el PIB de US$ 5 mil millones. Además, con el desplazamiento de recursos, la reducción del gasto público en consumo e inversión alentaría un aumento del consumo e inversión privada, compensando la baja del gasto fiscal. Pero ¿y si el multiplicador es mayor que 1, por ejemplo, 1.7, como señala la investigación del FMI?: el impacto de un recorte de US$10 mil millones puede arrojar una caída del PIB de ¡hasta US$ 17 mil millones!.
Por esta razón, el FMI ha dado un giro respecto de sus políticas y ahora postula la necesidad de dar “más tiempo” a las economías endeudadas para cumplir las metas de consolidación fiscal. El multiplicador de 0,5 estimado hasta ahora se fundaba en el supuesto de que la política monetaria tendría margen para operar expandiendo la cantidad de dinero y que las tasas tendrían espacio para bajar. Pero con tipos de interés cercanos a cero, el margen de maniobra desaparece, mientras que tampoco los países del euro tienen la opción de depreciar su moneda y aumentar así sus exportaciones.
Si se insiste en más recortes de gasto fiscal, mientras la economía se debate en un duro desapalancamiento privado en que los recursos han ido básicamente a tapar “hoyos” de los bancos, impidiendo su llegada a la economía real, el mundo va directo a la recesión. La banca internacional creó por décadas dinero de la nada, mediante un modelo de reserva fraccionaria (m=1/r) en niveles insostenibles de 20-30 y hasta 100 veces (con US$ 1 se “crean” US$ 100) siendo lo razonable 10, por lo que sólo una política fiscal apuntada a estimular la economía real y el empleo, dando más tiempo a los ajustes, puede evitar una nueva crisis.
Los recientes anuncios de revisar los plazos a Grecia y noticias de un rescate blando de España parecen ir en esa dirección y explican el cambio de tendencia que se observa en las bolsas de Europa. Es de esperar que este sea el comienzo del fin de una larga crisis provocada por un sistema financiero desregulado que abusó del modelo de reserva fraccionaria como varita mágica que estimuló el sobreendeudamiento de países, empresas y personas y que, tarde o temprano, mostraría que la realidad es más fuerte que la imaginación financiera. Al mismo tiempo, es de esperar que las nuevas soluciones realmente repartan mejor la carga entre los causantes y las víctimas inocentes de la aventura: los contribuyentes.