La inmensa reacción popular a la muerte del Presidente de Venezuela tomó, sin duda, por sorpresa a los antichavistas de todas partes. La amplísima cobertura mediática internacional reprodujo un fenómeno que no se daba en América Latina desde los tiempos de Gétulio Vargas y los Perón y que pocas veces se ha dado en otras regiones del mundo. Consecuente con todo esto, la concurrencia desde el extranjero de 55 delegaciones oficiales, incluyendo a 33 jefes de Estado y de Gobierno, otorrgó un particular realce al adiós al hombre que en los últimos l4 años copó la escena de su país y de América Latina y el Caribe.
No sólo asistieron aliados y amigos del régimen de Caracas y quienes fueron beneficiados por su petróleo, sino también líderes distantes de sus políticas, que supieron justipreciar su figura. Entre ellos, el Presidente Sebastián Piñera, aquilató con elocuencia sus cualidades de conductor, cercanía humana y lo que significa para su pueblo.
No faltaron, por supuesto, quienes insistieron en que Chávez era un gobernante democrático en el origen de sus mandatos, pero no en el ejercicio de ellos. En esa postura estuvieron los diputados de la UDI que abandonaron la sala cuando se acordó un minuto de silencio, porque se trataba de una dictadura encubierta”, dijo Hasbún (preferían entonces las abiertas como la de Pinochet, como si estos regímenes pudieran ocultarse) hasta Frei, en declaraciones posteriores a su renuncia a repostular al Senado.
Lo que no pueden asumir los políticos demócratas es que si bien Hugo Chávez cumplió con las normas de la representación popular, éstas no pueden mantenerse a todo trance en medio de un proceso revolucionario que debe confrontarse con poderosos enemigos internos y del exterior.
Las fuerzas del statu quo no hicieron nada para mejorar la distribución de la riqueza, pese a los cuantiosos recursos derivados del petróleo que se allegaron en períodos anteriores, como el del social demócrata Carlos Andrés Pérez. Al contrario, el establishment político y económico que gobernó Venezuela desde la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez no hizo sino repartirse las tremendas ganancias, en desmedro de los millones de mayoritarios marginados.
Por eso que el fallido golpe militar de Chávez en contra del civil de turno lo fue también contra el Copei, el partido demócrata cristiano liderado por Rafael Caldera, quien se ocupó también la jefatura del Estado.
Chávez, de origen popular, se identificó plenamente con los postergados, quienes llegaron a adorarlo por su conciencia social y sentido de la solidaridad, aunque eso le proyectara costos que probablemente no quiso calcular. Que persiguiera, refinadamente o no, a los golpistas que lograron alejarlo 48 horas del poder en 2002, y ahogara el imperio mediático deRadio Caracas Televisión, formaron parte de un guerra, cuyo objetivo era no dar marcha al proceso de justicia social y redistribución de la riqueza.
Otros países, como Chile, que siguieron a ultranza los modelos liberal en lo político y neoliberal en lo económico, siguen exhibiendo democracia deficitaria y crecimiento sin igualdad. Las revoluciones tienen sus lógicas y el poder puede tornarse a veces excesivo, pero ¿es esto lo más importante frente a un objetivo superior, que favorezca a la inmensa mayoría de la gente, al punto de reducirse la pobreza que alcazaba a más del 50 por ciento a cerca del 30 por ciento?.
Es cierto que el Brasil de Lula y el Chile de la Concertación lograron también reducirla, pero ante las particularidades específicas de cada país no cabe erigir como valores sacrosantos las reglas de la democracia burguesa.
¿Cómo prosigue este proceso en ausencia del líder carismático, motor sin freno, severo como militar y estridente y extravertido como caribeño?
Aunque la emoción inunde el ambiente nacional y por ello las más altas probabilidades de triunfo las tenga en las elecciones presidenciales de 30 días más el heredero designado por Chávez, el régimen está tomando las medidas para que la situación se torne irreversible. En esta dirección, el embalsamiento del cadáver y el paralelismo con Simón Bolívar asegurará la presencia prácticamente física, así como la histórica, del líder mesiánico en la campaña electoral en y la nueva administración encabezada por Nicolás Maduro, quien asumió como “Presidente encargado”, sin que esto lo inhiba para ser candidato. Sin meternos en los alegatos constitucionales de la oposición y el gobierno, ¿acaso Chávez no ejercía la Presidencia cada vez que buscó la reelección y no lo hacen en los países en que se permite repostular, empezando por EEUU? Otra discusión bizantina.
Esto es lo principal, más allá de las correcciones que deban acometerse para tapar el voceado inmenso agujero económico y de las preanunciadas tensiones entre el poder militar del que provino el fallecido líder y el círculo político que conformó.
Un factor a no olvidar en esta ecuación es el antimperialista, que atravesó el ideario y el taladrante actuar chavista. La mezquina reacción de Obama ante la noticia que golpeó a Latinoamérica no contribuye a una fácil mejoría en las relaciones de dos enemigos declarados que, no obstante, se necesitan comercialmente.