Anoche escuché la perorata del presidente por cadena nacional ¿voluntaria? donde traza sus ejes para el último año de su estadía en el poder.
Más allá de la comprensible defensa de los logros, reales o supuestos, del gobierno, Piñera deja caer dos bombitas para demostrarle con hechos y no palabras al país que estamos ante las puertas celestiales del desarrollo y que, como efecto inmediato de este milagrero milagro, se pueden y se deben repartir unas platitas pocas entre los más necesitados y algunos varios más de yapa que no lo son tanto en forma de un bono, porque, no vaya a ser cosa que la falta de plata, cuando sube la bencina, el pan, la locomoción, las verduras, los colegios, los útiles escolares, pero no los sueldos, haga que a la gente le dé por salir a las calles a reclamar contra el modelo una vez más.
Además, haciéndose el estadista profundo y con sentido de país, adelanta la discusión sobre el salario mínimo, diciendo eso sí que esto no es una opción de oportunismo, no se le vaya a pasar por la cabeza a nadie cosa semejante, aunque estemos en año electoral y ad portas del regreso de la temida Bachelet y su arrase en cuanta encuesta haya sobre el tema. No señor, esto es porque es sano avisar ahora que es él el que va a mandar, por sí y ante sí, una ley para que la miseria mínima logre pasar la barrera de los doscientos mil pesos.
Gran logro de este país que mira con optimismo el anhelo de ser un miembro desarrollado de la OCDE y no el hermanito menor que sufre sus constantes críticas por ser segregacionista, por tener mala educación, mala salud, peores jubilaciones y un largo etcétera de debilidades más propias de las realidades del mundo subdesarrollado, que de los países del primer mundo.
El bono, tan duramente criticado cuando lo daban los gobiernos de la concertación, es ahora lo mejor del mundo y ni hay ni habrá nada que se le parezca para que los chilenos estemos claros que ahora sí sobra la plata y se puede regalar responsablemente, al igual que el hecho de que un jefe de familia logre, al fin, ganar algo más de 200.000 pesos que equivalen a la impresionante suma de 420 US dólares, o sea USD 5.040 al año, o sea, apenas el 25% de lo que se supone es el PIB per cápita anual al cual estamos llegando.
Y esto lo dicen como si fuera una cosa tan especial, que todo el mundo, sin excepción debería armar un carnaval de jolgorios y alegría inacabable.
Estos estadistas especialistas en bonos, incluyendo a los anteriores y a los actuales monos de los bonos, así como especialistas en discusiones sobre si subir 10 dólares o 12 dólares el sueldo mínimo, ¿Tendrán algún indicio sobre el tremendo ridículo que hacen con sus anuncios?
¿Cómo va a ser indicador de desarrollo tener que regalarle a la gente plata para que puedan terminar un mes?
Ese sólo hecho demuestra, una vez más que el chancho está muy mal pelado y que este país está fragmentado entre los pocos que ya llegaron al desarrollo, una masa que cree, ilusamente, que está a la vuelta de la esquina y un grupo grande que intuye que seguimos siendo subdesarrollados y que la mayoría está en el lado caliente de la sartén.
Estaremos llegando al desarrollo cuando no haya que darle ni bonos ni bonitos a nadie y mucho menos discutir sobre salarios miserables mínimos, porque todo el mundo, sin excepción logra terminar sin angustias el mes y tener una vida decente, con buena educación, salud y jubilaciones dignas, a partir del sueldo que le pagan regularmente, a pesar que eso le signifique a algunos tener que dejar de aparecer en la revista Forbes anualmente, aunque sigan siendo millonarios.
Resumiendo: No regalen más pescado, enseñen a pescar, pero, por sobre todo, dejen que el resto también pesque en esta copia feliz del Edén.