La Pascua de Resurrección es la ceremonia religiosa más importante del mundo cristiano. En ella se celebra el milagro de la resurrección de Jesucristo, quien habría dado su vida por nosotros. Pero con el paso de los siglos esta tradicional fiesta ha ido modificando sus prácticas e incluso desdibujando su sentido original, enfrentada a las distintas costumbres y dificultades propias de cada época.
“A cincuenta años del Concilio Vaticano II, la principal fiesta de la Iglesia Católica y del mundo cristiano en general, la Pascua, ha tenido cada vez una conciencia más esperanzada y positiva, centrada en la resurrección y ya no en la muerte, el calvario y la cruz, como lo era décadas atrás”, destaca el vocero de la Conferencia Episcopal, Jaime Coiro.
Sin embargo, el también candidato al diaconado observa con preocupación cómo la sociedad chilena ha transformado la semana de introspección y recogimiento que precede a la Pascua, y que intenta emular el sacrificio de Jesús, en una oportunidad para salir de vacaciones y deleitarse con productos del mar y chocolates.
“Cuando esto lo convertimos en un verdadero bacanal de pescados y mariscos, en unas tremendas comidas que significan mucho más costo económico, en una verdadera fiesta, estamos desnaturalizando absolutamente el sentido de la Semana Santa. Y por otra parte está lo de los huevos de Pascua, que si bien tiene un origen vinculado al cristianismo y a la resurrección y es una señal de alegría que en muchas iglesias también se ha incorporado, cuando empieza a competir con el merchandising de Halloween, Fiestas Patrias, el Día de la Madre o el Día del Niño, también hay ahí un signo de desnaturalización”, expresa Coiro.
El mismo diagnóstico realiza el Padre Francisco Salvador, párroco de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa de la Santísima Virgen María, para quien esta situación “no solo es bastante crítica o un poquito lejana, sino que todo lo contrario de lo que la iglesia enseñó durante siglos”. La Pascua de Resurrección, explica el Padre, “es un tiempo de reflexión, de austeridad, de ayuno, no es tiempo de vacaciones, para eso estarán otros meses del año”.
Y si en la iglesia Católica el llamado es a no consumir carnes rojas, la iglesia Ortodoxa va más allá e impulsa a sus fieles a un ayuno casi total desde el miércoles hasta la víspera de Pascua de Resurrección, el cual en su caso y según cálculo solar, se celebra este 5 de mayo.
“Ese es el llamado y por lo menos en mi parroquia tratamos de ser bastante estrictos con esto. Yo diría que la base de la comunidad sí lo respeta y más que respetarlo, sí participa en esto, como algo que se dan cuenta que les sirve”, explica el párroco, para quien Semana Santa representa una necesaria introspección y la oportunidad de purificarse y recargar energías para el resto del año.
Si bien desde la época de las persecuciones ser cristiano ha tenido distintos desafíos, para el Padre Francisco Salvador el principal reto de la actualidad es “el hiper consumo, en el cual el nuevo dios es el dinero”, situación que se expresa durante todo el año y no solo en la fiesta de Pascua. En esto coinciden los representantes de ambas iglesias: para Jaime Coiro, esta situación es “una tragedia que vienen denunciando los Papas desde Leon XVII en el siglo XIX hasta el Papa Francisco”.
A juicio de Coiro, estamos ante “una sociedad preocupada por tener, por figurar, por imponer una persona por sobre otra, donde el supermercado y el centro comercial son las plazas públicas y los centros de interés, donde las ofertas del supermercado son lo que nos dice cuáles son los criterios predominantes de un determinado tiempo. Eso va de la mano de disvalores porque, si algo tiene de maravillosa la vida, incluso para aquellos que no tienen el don de la fe, es la posibilidad de vivirla conforme a un ideal, para lograr la felicidad”.
En definitiva, las distintas formas de vivir Semana Santa y Pascua de Resurrección, más cerca o lejos de la fe, se condicen con el tipo de sociedad de la que hoy formamos parte.