Las cifras manejadas por los Hermanos Musulmanes se basan en las declaraciones de los médicos del hospital de campaña que la cofradía levantó en el centro de El Cairo. Médicos como Amal Ahmad Ibrahim, quien precisó que “todos los fallecidos fueron alcanzados por balas, y un número indeterminado de cuerpos fue trasladado a otros lugares”.
La violencia estalló tras la celebración de manifestaciones masivas convocadas por ambos bandos el viernes 26 de julio y horas después de que el ministro del Interior, Mohamed Ibrahim, advirtiera que el campamento que los partidarios de Mursi mantienen desde el golpe del 23 de julio alrededor de la mezquita Rabaa al Adawiya y cerca de la Universidad de El Cairo, en la capital de Egipto, sería desmantelado.
El gobierno culpó a los manifestantes de incitar al enfrentamiento con las fuerzas del orden, pues según el portavoz del ministerio del Interior, los manifestantes pro-Mursi se enfrentaron a los habitantes de un barrio vecino y las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a actuar. La policía “sólo utilizó gases lacrimógenos” aseguró la autoridad e insinuó que las decenas de fallecidos murieron a manos de los habitantes de los alrededores.
El gobierno además volvió a prometer que dispersará “muy pronto” los campamentos y pidió a los manifestantes que abandonen el lugar “para evitar un derramamiento de sangre”.
Londres condenó “el uso de la fuerza contra los manifestantes” y París pidió a “todas las partes, y especialmente al ejército, la mayor contención”. La representante de la diplomacia de la Unión Europea, Catherine Ashton, por su parte, dijo “lamentar profundamente las pérdidas humanas”.