Señor Director:

A mediado del mes pasado, el alumno Benjamín Apablaza de escuela de Recoleta, muere por efecto de golpiza. El matón lo ataca por la espalda y un bolígrafo se introduce por el ojo alcanzando el cerebro. Una familia de buenos chilenos padece el luto. Hasta el momento el delito está impune. Lo habitual es estimar “conveniente” callar estas situaciones. Se juzga dañan el prestigio del establecimiento. La permisividad convierte los planteles en sitios donde está ausente la armonía. Son frecuentes las reyertas entre estudiantes. Los docentes, objeto de agresiones de todo tipo. Estas provienen de los “discípulos” y de padres y apoderados. Ven en el educador un monigote privado de autoridad.

El mismo alcalde desperfila el entrevero que termina con la vida de alumno. Lo exhibe como “simple accidente entre niños”. El agresor estaba bajo “tratamiento social”… ¿Én qué consiste tal terapia? Hasta donde sé, dispone de prontuario de abusador ¿Habrá acceso al sumario? Así como el Presidente Piñera pide legislación que proteja a la policía rebasada por la delincuencia y alude al teniente Silva, se exige sean erradicadas teorías pedagógicas fracasadas que suprimen prerrogativas de quienes enseñan convirtiendo cada escuela en ámbito de descontrol social. La Ley Apablaza debe iniciar la reconstrucción del sistema escolar. Un elemento clave es restituir las atribuciones al profesor.

Prof. Pedro Godoy P.
Centro de Estudios Chilenos CEDECh