El sábado fue un momento de protagonismo de los partidos de la Alianza y la Democracia Cristiana, al proclamar respectivamente las candidaturas de las dos mujeres que disputarán la presidencial del 17 de noviembre.
Una de ellas rompió así la lejanía de los partidos que se impuso estratégicamente desde que decidió competir. La otra despejó la incertidumbre que la asolaba desde que la UDI en que milita dio un golpe en el tablero para imponerla sobre el ex candidato Andrés Allamand.
Una y otra saben que estas movidas no son suficientes, aunque fuesen imprescindibles. Michelle Bachelet arrastra tras sí contradicciones programáticas entre los autocomplacientes y los autoflagelantes de siempre, algunos de los cuales puso en su comando de campaña.
Evelyn Matthei debió saborear la amargura de una contradicción: RN se resignó a su nombre con un 83 por ciento de los votos de su consejo nacional después de un tenso y áspero debate que sólo Andrés Allamand definió, al llamar a deponer “mentes y corazones” y apoyar en aras de la unidad del sector a su contendora personal y política desde los tiempos del Piñeragate y las acusaciones en su contra de drogadicción.
Fue una salida catártica del hombre resistido desde siempre por Longueira y la UDI: este partido se hegemonista se había salido una vez más con la suya. El jaque mate de ahora culminó una presión constante al Presidente Piñera, alejándolo de su propia tienda. Según sis directvos, a l no escucharla, llevó al gobierno a un “déficit político”.
Estas críticas tienen un corolario: el ex ministro de Defensa piensa que la Alianza arriesga perder unos cuatro senadores y unos 15 diputados a manos de una Concertación‘ampliada a la izquierda que sigue empeorando en las encuestas,–bajó un 5 % en la última Adimark contra el 13 % que marcó la caída de la derecha-, pero que se potencia con el fenómeno socio-político en que se ha convertido Bachelet.
Ahora, Allamand relativiza las posibilidades de triunfo ante ella, insistiendo más bien en la necesaria unidad para que no se produzca una débacle en las parlamentarias. L apuesta de RN –y también de Matthei- es ensanchar la centroderecha a los “huérfanos” de los ex candidatos Andrés Velasco y Claudio Orrego. “La Alianza no ha dado el ancho para una expansión”, dijo Allamad el domingo, a lo que él denomina una Coalición Popular, olvidándose de sus recientes desdenes a la Derecha Popular y el Centro Social de Longueira y los suyos.
Es cierto que, en definitiva, son los votantes voluntarios los que inclinarán la balanza. Pero si los dirigentes no hacían gestos de armonía, se haría aun más difícil una aceptable concurrencia ciudadana a las urnas. Fue la hora de los partidos, acaso el minuto apenas.
Los de la derecha no deben olvidar que sólo un 27 % votó en las primarias por Longueira y Allamand en conjunto. Pese lo cual los dos partidos no dejan de volverse odiosos cuando, por ejemplo, quitan a la diputada Karla Rubilar el cupo para su reelección, porque fue adherente de Golborne y no del abanderado oficial de RN, cuando la UDI saca a otro diputado para poner al hijo del senador Coloma y sigue la huella del nepotismo al regalar un distrito a una hija de Golborne y lleva a éste a senador por Santiago Oriente en contra de Ossandón, el díscolo vicepresidente de Renovación, no aplicando en la senatorial las ominosas razones qie lo llevaron a descalificarlo para la presidencial, según lo hizo ver el propio ex alcalde de Puente Alto.
En la oposición enfrentan, aparte de la renovada aspiración del radical Gómez de seguir en el Senado, después de su derrota en las primarias presidenciales y las dubitaciones de siempre del socialista Insulza, secretario general de la OEA, una prueba de fuego: la decisión de correr para diputado independiente por Santiago Centro del ex dirigente estudiantil Giorgio Jackson , rechazando el cupo que tardíamente le ofreció el PPD para situarse en el tablero de la Nueva Mayoría.
Si los viejos cuadros de la Concertación quieren de verdad un recambio tienen aquí una oportunidad para probarlo, omitiendo presentar una lista de la Nueva Mayoría. No será necesariamente un jaque mate como el propinado en la derecha a RN, porque la cpropia Michelle Bachelet abogó desde el comienzo que el joven líder de Revolución Democrática estuviese en el Parlamento. Es más bien ella quien debe dar el golpe, ejerciendo el liderazgo que la sitúan por sobre los partidos que la apoyan.
Sería también un gesto por carambola a los varios candidatos independientes que se están inscribiendo estos días para la papeleta presidencial, desde ME-O, pasando por Parisi,-peculiar seguidor en el 1999 de un lavinismo laguista- y Marcel Claude, representante de los humanistas verdes. La proliferación de estos disidentes de los dos grandes bloques contribuye a la convocatoria a una segunda vuelta, desdibujando aún más la presencia en el escenario de los partidos hasta ahora predominantes.