Señor director:
El 20 de este mes se cumplirán 235 años del nacimiento de Bernardo O’Higgins y seguramente ciertas ceremonias serán organizadas para recordarle. Sin embargo, como es tradición en nuestro país, quienes lo recuerdan tratan a menudo de servirse de su nombre ya sea para justificar unas realidades institucionales dudosas como es el caso de las FF.AA., ya sea para defender tesis históricas que representan intereses añejos, como es el caso de los usurpadores de 1810, es decir los pelucones, los estanqueros y otros conservadores.
Si bien es cierto que O’Higgins fue el fundador de las escuelas militar y naval, él mismo no fue un militar profesional, como lo habían sido otros patriotas, por ejemplo, y sus pergaminos de soldado los logró en el combate y no en una carrera bien administrada de un cuartel a otro. Por lo demás, el autor de “Vivir con honor y morir con gloria” (O’Higgins en la batalla de El Roble) se habría avergonzado delante de los desvaríos recientes de las instituciones que creó.
Por otra parte, se olvida también a menudo que unas medidas como la eliminación de los títulos nobiliarios o de algunos burdos prejuicios religiosos le granjearon a O’Higgins la hostilidad del clero realista conducido por el obispo de Santiago José Rodríguez Zorrilla y de los grandes propietarios aristócratas. Unos y otros harán todo lo posible para mantenerlo en el exilio hasta su muerte en 1842, a la edad de 64 años.
José Cañas C.
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