Hoy es 11 de septiembre, fecha trágica para la sociedad chilena y también para la ciudad chilena. Tragedia que aún persiste cuando una parte importante de la sociedad, sobre representada políticamente y controladora de los principales resortes del poder, se niega a reconocer cuestiones básicas como su participación cómplice en la dictadura e incluso a esta como una dictadura.
Pasados cuarenta años,- más de un quinto de nuestra vida como república-, aun persisten graves heridas que hacen imposible la construcción de una sociedad y de una ciudad en común. Estas heridas se expresan en una institucionalidad política, reflejada en una inmutable Constitución de carácter “para-democrática”; en el mafioso pacto de silencio entre militares y civiles para no revelar el paradero de ciudadanos desaparecidos en las calles que habitamos, previamente detenidos y torturados en casas que aún persisten; y en los radicales cambios culturales, producto de un modelo económico ortodoxo, que trocó a los habitantes de nuestras ciudades de ciudadanos en consumidores indolentes.
La caracterización del modelo chileno no se refiere tan solo a las privatizaciones totales, a la irrupción del mercado como principal asignador de recursos y al sector privado como único agente del desarrollo, eso sucede en casi todo el mundo. Lo que caracteriza al modelo de desarrollo chileno, heredado por la dictadura es la privatización de derechos, como la salud, la educación, la previsión y también la ciudad. En esto último, el modelo chileno es único a nivel mundial.
La ciudad chilena no fue ajena a esta tragedia, ya sus calles e inmuebles quedaron marcas de los centros de tortura y horror que creó la dictadura, fue en las calles de nuestras ciudades donde se apresaba, torturaba y asesinaba a chilenos, también nos robaron las noches (como dice la canción de un gran autor y arquitecto), sino que también se produjo un tremendo cambio, acorde con el cambio global de nuestra sociedad. Es decir, también se privatizó el derecho a la ciudad.
La ciudad chilena, a partir de la dictadura, ya no es de todos, cada grupo tiene su ciudad y estas ciudades no son compatibles entre sí. Se da la situación que, dentro de cada ciudad chilena hay una ciudad pobre para pobres y una ciudad rica para ricos. Se pulverizó de esta manera la relación entre ciudad y sociedad, y lo paradójico es que en casi un cuarto de siglo de recuperación democrática se ha hecho muy poco o nada por superar esta situación.
Una pregunta final:
¿Por qué la recuperación democrática de la ciudad está tan ausente en todos los programas de los candidatos a la presidencia? ¿las empresas inmobiliarias y constructoras financiaran campañas políticas?