Estimado Director:
Apenas cuatro años después de la declaración de la Junta Nacional de Gobierno los ejércitos patriotas sufrieron un revés que no solo ponía fin a la Patria Vieja sino que también ponía en entredicho y quizás por mucho tiempo la posibilidad de la independencia nacional. La derrota de los patriotas revestía por lo demás una doble significación pues no solamente la monarquía española recuperaba su colonia sino que ella lo hacía con un ejército de 4 a 5000 hombres que, al mando del general Mariano Osorio, estaba compuesto de 600 soldados y oficiales peninsulares pero de una gran mayoría de reclutas valdivianos y chilotes.
Sin embargo, como se sabe, la derrota de los patriotas no se debió únicamente a las debilidades de que en esos primeros años adolecía la causa de la independencia nacional, como lo muestra el hecho anotado más arriba, sino también a la desinteligencia que reinaba entre los jefes patriotas y a la inmadurez de sus estrategas militares. Esto hace aún más meritoria la resistencia de los que estaban sitiados en Rancagua, que manifestaron un heroísmo y una determinación que O’Higgins desde muy temprano en la batalla había ilustrado haciendo izar las banderas negras de la guerra a muerte contra los realistas.
Inexplicablemente, nuestra historia ha tenido tendencia a darle a este acontecimiento una importancia menor que la otorgada a otros hechos de armas como es el Combate Naval de Iquique, que se ha convertido, un poco sorpresivamente, en la segunda fecha nacional después del 18. Quizás estemos en presencia de una más de esas hipocresías de la historiografía oficial que está siempre ya sea ocultando, ya sea disimulando algunos panes completos de nuestra historia cuando ellos no sirven a los intereses de los poderes fácticos.
José Cañas C.
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